De Avatar a Transformers: la imaginación pende de un hilo

Por Damián Estrada

La Habana (PL).- Los más recientes éxitos taquilleros a nivel global dejan claro que los efectos especiales e historias sobrenaturales se han adueñado del gusto del espectador promedio, que cada vez parece alienarse más del mundo circundante.
Aquellos hitos fílmicos de antaño, como Lo que el viento se llevó o Ciudadano Kane, fueron abruptamente sustituidos por los mundos paralelos de El señor de los anillos o Avatar, que ofrecen al cinéfilo un escape de sus mundanas vidas hacia una fantasía dominada por lo surreal e inverosímil.
Basta un vistazo a los filmes más taquilleros de los últimos años para comprobar que una historia humana, por más conmovedora que sea, jamás podrá competir con los multimillonarios ingresos de las sagas del escuálido mago Harry Potter o los superinteligentes monos de El planeta de los simios, por sólo citar un par de ejemplos.
Sin embargo, la Academia hollywoodense parece hacer caso omiso a tal culto a la parafernalia y la superproducción, y por lo general reserva el más preciado galardón -el Oscar a la Mejor Película- a producciones menores pero con mensajes más terrenales.
Un ejemplo de esto fue el varapalo recibido por el Avatar de James Cameron, superado por la modesta The hurt locker en 2010.
Los 300 millones de dólares invertidos por los estudios Fox para realizar el longevo sueño de Cameron quedaron relegados a un segundo plano cuando la historia bélica de su ex esposa Kathryn Bigelow, que costó «apenas» 15 millones, se alzó con el premio.
Una razón del establecimiento de éstos mega-filmes en la cima es el fenómeno comercial del cine en Tercera Dimensión (3D), pues ni siquiera el acontecimiento de la retro y silente El Artista -Oscar a Mejor Película en 2012- constituye reto alguno para las gafas y su tecnología de punta.
A su vez, buenos filmes como El cisne negro de Aronofsky o The blind side, protagonizado por la multifacética Sandra Bullock, no explotan las potencialidades visuales del formato 3D como lo hacen los mágicos quehaceres de Angelina Jolie en Maléfica, o los incombustibles Transformers.
A propósito, la interminable guerra entre Autobotos y Decépticons parece haber desafiado toda barrera cultural y en su cuarta entrega logró superar los mil millones de dólares recaudados en todo el mundo, con mención aparte para China.
La cuarta entrega de la película de Michael Bay alcanzó niveles estratosféricos de impacto en el Gigante Asiático, donde se convirtió en la cinta más taquillera de su historia.
Que un filme eminentemente pro-occidental logre crear semejante revuelo en una cultura tan hermética y compleja como la china, corrobora el tópico de que globalización y transculturación van de la mano en su cruzada para establecer un sólo patrón, ése que llena los bolsillos de los empresarios y productores.
Tal es así, que Bay desechó a los protagonistas originales de la saga Transformers (Megan Fox y Shia LeBoeuf) y aún así estableció récords de ventas y audiencias: es claro que Optimus Prime y Bumble-Bee interesan más que la recurrente salvación del planeta.
La lista de ejemplos continúa: ahí están el nuevo Spiderman o su contraparte femenina, Lucy, encarnada por la exuberante Scarlet Johansson, y esa masa de músculos conocida como Dwayne Johnson en la piel de Hércules, decididos a no ceder terreno.
¿Dónde quedaron aquellos suspiros por las fechorías románticas de Cary Grant y Humphrey Bogart? ¿Los dulces trastornos de Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco o la inmensa mandíbula de Marlon Brando en El Padrino?…
El tiempo dirá si nuestra imaginación será «nuestra» otra vez, o será limitada a pagar y observar por el resto de los días.

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