La Habana (PL) Los millares de niños que arribaron solos a la frontera sur estadounidense ponen en la palestra las fluctuaciones de la política en un país que paradójicamente fue fundado por inmigrantes.
En lo que va de año fiscal, desde octubre de 2013 hasta ahora, los agentes de de la Patrulla Fronteriza detuvieron a 62 mil 998 menores, aunque su número se redujo casi a la mitad en el último mes, según informes oficiales.
En julio los agentes detuvieron cinco mil 508 niños cifra inferior a los 10 mil 628 arrestados el mes anterior, aunque el gobierno no descarta la posibilidad de un aumento en una fecha posterior.
Estas estadísticas frías no reflejan sus vicisitudes. Los miles de niños latinos que buscan cruzar la frontera solo pueden compararse a aquellos que huían de la hambruna o las guerras en Europa y que fueron procesados en Ellis Island, en Nueva York, a partir de 1892 y acogidos por familias e instituciones en todo Estados Unidos.
Según un comentario del diario californiano La Opinión, contrario a lo que argumentan algunos políticos conservadores, los menores que arribaron en épocas pasadas no fueron deportados.
Sin embargo, los integrantes de la actual ola migratoria son detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México, la mayoría provenientes de Honduras, El Salvador, Guatemala y México, y se convierten en blanco de políticos que los acusan de acarrear enfermedades, y amenazar la seguridad pública.
Al respecto, el legislador demócrata por Illinois, Luis Gutiérrez, lamentó recientemente que algunos republicanos traten a los menores como parias, calificándolos como «piojosos, pandilleros, narcotraficantes, mulas de narcos o invasores».
Olvidando su pasado, algunos estadounidenses como la representante republicana por Minnesota, Michele Bachmann, califican a los adolescentes como «invasores» y alzan voces para que sean deportados.
Asimismo legisladores como Robert Goodlatte (R- Virginia) y el senador por Florida, Marco Rubio, presionan para que el Departamento de Seguridad Nacional identifique «cuántos menores centroamericanos han sido pandilleros criminales».
En esa línea voceros conservadores acusan a los recién llegados de traer enfermedades contagiosas, de ser criminales y vulnerar la seguridad ciudadana.
Aún más lejos van grupos supremacistas como el tristemente célebre Klux Klux Klan (KKK), conocido por sus acciones contra los negros en la década de los 60, incluido los linchamientos, que ahora enfila sus menguadas fuerzas contra los menores.
En ciudad de Welcome, en norte del estado de Carolina del Norte, el grupo lanzó su mensaje de odio contra los pequeños inmigrantes.
En una entrevista ofrecida el mes julio a la estación de televisión Aljazeera America, miembros del KKK en Carolina del Norte sugirieron que para acabar con el problema de la «invasión de los indocumentados» era necesario «dejar un par de cadáveres en la frontera».
Según activistas y grupos defensores de los inmigrantes, el Klan, un grupo extremista que aboga por la supremacía de la raza blanca, la homofobia y el antisemitismo, se ha mantenido muy activo en las dos Carolinas durante los últimos meses con el desarrollo de campañas de reclutamiento en ciudades pequeñas, bajo el mensaje de la necesidad de «salvar la nación» de los ilegales.
Pese a que la influencia del grupo ahora es bastante menor si se le compara con su actividad en la década de los años 60, cuando llegó a tener unos 60 mil miembros su labor es seguida por las autoridades.
Mientras esto sucede en el interior del país, más hacia la frontera el tema de los niños refugiados despierta lo peor de los extremos del espectro político en Estados Unidos.
En esa línea, el gobernador de Texas, el republicano Rick Perry empleó 38 millones de dólares para reforzar la presencia de la Guardia Nacional en la frontera y detener así el flujo de inmigrantes indocumentados.
También una familia en San Diego fue blanco de amenazas y comentarios racistas por albergar a migrantes guatemaltecos que huyeron de la violencia en su país.
El empresario Mark Kane, recibió más de 100 mensajes telefónicos, sin incluir mensajes en las redes sociales donde fue amenazado y criticado por ayudar a una familia que solicitó asilo político.
Propietario del restaurante Poppa’s Fresh Fish Company, Lane señaló que «cada día que suena el teléfono ya no sé si es alguien que quiere amenazarme, a mí o a mi familia, si son mensajes de apoyo o si es un periodista. Ha cambiado mucho mi vida en estos últimos días», relató.
Mientras este es un botón de muestra del ambiente en el país, con un Congreso paralizado sobre el tema, el presidente Barack Obama, de vacaciones en la isla de Martha’s Vineyard (Massachusetts) hasta el 24 de agosto, pudiera perfilar los pasos que anunció para enfrentar el problema migratorio.
Obama dio a conocer su intención de firmar otra orden presidencial en una conferencia de prensa el 31 de julio -similar a la de Acción Diferida para los Llegados de la Infancia (DACA por sus siglas en inglés)- la cual podría dar permiso a millones de inmigrantes indocumentados, que actualmente viven en el país, a permanecer en él sin el temor a ser expulsados.
No obstante, el mandatario deberá analizar si sus acciones servirán de argumentos a los republicanos para demandarlo por excederse en las facultades presidenciales.
Pese a la posible demanda que podrían elaborar los republicanos de la Cámara en su contra por el supuesto abuso de poder presidencial, Obama aseguró que esto no le pondrá un alto, y que al contrario, le dará más uso a su pluma para firmar órdenes ejecutivas si es que los republicanos no hacen su trabajo de «aprobar leyes».
La firma de la orden podría realizarse antes del fin del verano durante el receso de la Cámara, cuyo regreso no será hasta el mes de septiembre.
Por lo visto hasta ahora, las fluctuaciones en la política del país se mantendrán por siempre y más cuando los que son minorías ahora, en especial los latinos, amenazan con ser mayoría en las próximas décadas.
Qué pasaría si para entonces las grandes olas de inmigrantes llegan nuevamente de Europa, se preguntan comentaristas políticos internacionales.
EE.UU: inmigración, un problema que no termina
Por Luis Beatón