Aldous Huxley, el memorable escritor Británico, señalo puntualmente que, “cuando más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”.
Después de escuchar el largo mensaje presidencial, relativo al segundo informe de gobierno, recuerdo este pensamiento, pues la actitud triunfalista y la falsedad de ciertos datos, hacen pensar que la siguiente fase del gobierno de Peña Nieto, pasa por caminos siniestros.
Y es que, en realidad, el informe del ejecutivo, fue un tributo a sí mismo, un festival del autohalago.
El presidente hablo de reformas, que realmente fueron el trabajo del legislativo, y el que el presidente se cuelgue de la labor del congreso para presumirlo como logro suyo, es una muestra de la regresión del sistema político del país, pues ahora, como decía el filósofo de Güemes, “en política hay que hablar de democracia… pero la palabra del jefe, es mayoría”.
Preocupa lo anterior, por ser muestra de una tendencia autoritaria, pues no ha existido espacio para la discusión legislativa, cuando mucho, ha sido el foro mediático el que ha permitido conocer la opinión de los discrepantes, y eso, es una cuestión supuesta, pues los medios son, en su mayoría, serviles al presidente.
La aprobación de las reformas que tanto presumió el presidente, son producto de la negociación copular, impulsada, eso sí, por la habilidad política del mexiquense, quien redujo, a una mesa de diez personas, al supremo poder legislativo.
Y así, fueron saliendo una tras otra las once reformas estructurales de las que, Peña Nieto se atribuyó el mérito. Reformas que adolecen del respaldo de la ciudadanía y el rechazo a la reforma, se conjunta ahora, con el rechazo al legislador.
El presidente se congratula solo de esperanzas, pues la nueva legislación, por si misma, no trae ningún beneficio, además de que el ejecutivo, ha mostrado gran incompetencia en la implementación de estas.
La reforma educativa, tan elogiada en el papel, es un gran fiasco en los hechos. Michoacán, Chiapas y sobretodo Oaxaca, son la muestra del poder que aún tiene la CNTE; poder que conservan ante la incapacidad de la política del Gobierno Federal, para poder implementar la evaluación magisterial, y la gran incapacidad de los gobiernos locales para armonizar su legislación interna con el marco constitucional, así como para reestablecer el Estado de Derecho y la seguridad ciudadana.
Los resultados de la primera gran reforma del sexenio, hasta ahora parecen condenar a esta generación, a una educación mediocre. Así parece, pues en la primera asignación de plazas por concurso, los triunfadores, es decir, los nuevos profesores, son aquellos que su calificación equivalió a un seis. Y lo peor, que al mezclar la política con la educación, se castigó al maestro bien preparado, pues los mejor calificados en estas evaluaciones, se quedaron sin asignación de plazas, por el hecho de no ser egresados de escuelas normales públicas.
Cierto. Se dio la reforma educativa, que en los hechos, solo es una reforma laboral, pero nada cambiará en el sistema educativo, mientras no se cambie la idea de lo que es la educación, mientras no se caiga en cuenta que, como dijo John Ruskin, “educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él, alguien que no existía”. No podemos dejar que el ejemplo de nuestros hijos, lo sean los vándalos de la Coordinadora.
Peña Nieto habló de recaudación. Los altos ingresos tributarios obtenidos en 2013, y que son fruto de su reforma hacendaria, fue uno de sus motivos de orgullo.
Lo que el presidente calló, fue que esa reforma fiscal, es una de las causas del bajo crecimiento económico, de la debilidad del consumo interno, de la poca confianza del consumidor y, sobretodo de que en Julio de este año, llegamos a una preocupante tasa de desempleo del 5.4%, con la agravante de que el desempleo ya no es contenido, ni siquiera, por el sector informal.
El llamado “impuesto calórico”, logro incrementar 50% la recaudación del IEPS, sin embargo, se nos dijo que era para desincentivar el consumo de productos con alto contenido calórico, lo cual, es evidente, no sucedió.
El presidente calla acerca de los números del porque su estrategia falló, respecto a sus perspectivas. El país no creció lo que prometió, ya no en campaña, sino al asumir la presidencia. En estos dos años, solo hemos escuchado expectativas muy altas y correcciones a la baja.
El poder adquisitivo, se encuentra en un profundo agujero. Más allá de los números oficiales, el índice BIG MAC, (que es un ejercicio que indica el número de estas hamburguesas que se podrían comprar al día, por un empleado promedio, en diversos países) indica que en el país, el salario alcanza para apenas 1.6 hamburguesas, mientras que el promedio es 12.
En seguridad, el presidente Peña Nieto, nos presumió sus supuestos logros. Sin embargo, no mencionó lo que pocos días antes, la propia Secretaría de Gobernación había reconocido: un doble conteo de los secuestros, por aquellos que no se denuncian. Tampoco mencionó que la disminución del número de homicidios reportado, se debió también a una modificación del método de contabilizar a partir del motivo del crimen.
Si bien es cierto que se presumió que 84 de los 122 delincuentes más peligrosos fueron detenidos o abatidos, no es muy creíble ese dato, pues nunca se nos dijo quiénes eran estos y mucho menos, cuales son aquellos.
En esta materia, el gobierno federal, ha carecido de una estrategia real. Probaron con la marina, el ejército, la policía federal, ahora con ese entuerto que es la Gendarmería, los comisionados y hasta con un distinto manejo informativo, pero la verdad, es que la sangre sigue corriendo.
El ejecutivo no acierta en el cómo enfrentar el problema, porque se está alejando de los fundamentos de su función; debe reconsiderar y recordar que, como dijo Jean Jaques Rousseau, “el gobierno tuvo su origen, en el propósito de encontrar una forma de asociación, que defienda y proteja la persona y la propiedad de cada cual, con la fuerza común de todos”. La inseguridad y la corrupción, son el principal enemigo de las reformas aprobadas.
Y es que de corrupción, el presidente hablo poco. Era de esperarse, pues no existe un programa gubernamental que combata ese fenómeno, que a pesar de lo que diga Enrique Peña Nieto, no es algo inherente a la condición humana, tal vez a la suya sí, pero la mayoría de los mexicanos, la rehuimos y la despreciamos, por lo mucho que la hemos padecido.
Es increíble que a casi dos años del inicio del sexenio, el gabinete se encuentre incompleto, el gabinete se encuentra incompleto, pues la Secretaría de la Función Pública sigue trabajando con un encargado de despacho y la Comisión Nacional Anticorrupción, sigue sin poderse integrar, por estar congelada la ley que la crea.
Esa es la reforma que al presidente no le interesa, y por lo que se ve, tampoco a ninguno de los partidos políticos, pues cómodamente han sido participes del botín, en estos dos primeros años del sexenio.
El presidente ha tenido aciertos. Hay cosas que han avanzado, porque no podía ser de otra manera; en algunos aspectos seguimos igual, porque ya no podíamos estar peor, pero sobretodo, porque el pueblo mexicano ha demostrado que es capaz de salir a flote, con el gobierno, sin el gobierno y en estos dos años, a pesar del gobierno.
La inversión extranjera directa está en aumento, la llegada de las plantas automotrices es un impulso a la economía de ciertas regiones, pero no es suficiente para lo que el país requiere, además de que la inversión extranjera que está llegando ahora, es un su mayoría, la proveniente de proyectos amarrados en el sexenio de Felipe Calderón.
Es una bajeza que el Presidente Peña Nieto esté haciendo caravana con sombrero ajeno. Aunque es una obra necesaria y de un diseño realmente espectacular, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, no es un logro de esta administración, pues el proyecto, los estudios y la adquisición de los terrenos donde se construirá, fue una labor del expresidente Calderón, que lo dejó listo. Si algo hay que reconocer al ejecutivo, es la decisión de realizarlo, pero en realidad, la mesa la tenía puesta.
Respecto a los demás anuncios del presidente, aunque suenan muy interesantes, basta hacer un análisis a fondo, para ver que el gobierno retomará la vieja tradición Priista de hacer del bautizo, una estrategia.
Así, “Oportunidades” y “Procampo”, ahora serán “Progresa” y “ProAgro Productivo”, cuyas bases serán las mismas que las de los programas sustituidos.
En el caso de oportunidades, como eje de la política social de los primeros años de este sexenio, el presidente fue falso en los datos que mencionó, pues el combate a la pobreza no puede ser medido aún, pues hasta 2015 se realizará la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto, que es el instrumento oficial con que esta se mide, además de que opiniones independientes, como la del FMI, consideran que el programa ha sido un fracaso, es caro y no ha obtenido los resultados esperados, además de existir muestras de que es utilizado con fines electorales y estar invadido por la corrupción.
No sé en dónde ve el presidente a ese México que ya se atrevió a cambiar. Las modificaciones estructurales requieren también del cambio cultural y la aplicación honesta del nuevo andamiaje legal.
Los avances han sido mínimos, y es preocupante la pasividad de la ciudadanía; por ello se requiere incentivar la participación de los mexicanos en el proceso electoral de 2015, pues como dijo el escritor francés Víctor Hugo, “Entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo consiente, hay cierta solidaridad vergonzosa”.
La ciudadanía debe reaccionar a lo que ve, más que a lo que escucha. La realidad que vivimos, supera lo que Peña Nieto dice, pues todos padecemos l que el presidente calla.
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