Rebozos, lienzos de sueños en manos artesanas

Por Filiberto Trinidad @filitrinidad

El rebozo que hasta tiene su propia canción, acudió a su propia fiesta por primera vez. Artesanos de 11 estados de la República, 377 para ser exactos acudieron a la que también le dicen “la estrella del sur” para concursar por ser el mejor de todos.

 
A veces, la tela se convierte en un lienzo que sólo requiere las manos y, tal vez un sueño, una visión o una ilusión para transformarse en una obra de arte. Eso se pudo ver en un pueblo sureño, Tenancingo, en el Estado de México.
La sede del primer Concurso Nacional del Rebozo amaneció envuelta en telas y mostró sus mejores diseños. Incluso los cerros que rodean a ese pueblo del sur mexiquense asemejaban un tejido hecho con paciencia y esmero.

El centro del lugar parecía una pasarela, un catálogo de cómo portar esta prenda típicamente femenina: Cruzado, en moño, sobre el hombro, a manera de blusa, pero también esos diseños se vieron en zapatos, bolsas, corbatas, pañuelos y accesorios de mujer.

Verde, blanco, morado, amarillo, toda una palestra colorida brillaba bajo el sol de mediodía en Tenancingo, hubo pocos hombres y pocas mujeres que no llevaran esa prenda cuya elaboración ha pasado de generación en generación desde el siglo 16, cuando los españoles observaron que las pobladoras de las tierras recién descubiertas los utilizaban.

El rebozo que hasta tiene su propia canción, acudió a su propia fiesta por primera vez. Artesanos de 11 estados de la República, 377 para ser exactos acudieron a la que también le dicen “la estrella del sur” para concursar por ser el mejor de todos.
Fueron 12 ganadores, cuatro originarios de Tenancingo, entre ellos el galardón nacional entregado a Evaristo Borboa Casas, un hombre de 87 años de edad lúcido, ágil y que no descansa hasta que las cosas no quedan como quiere. Siempre soñó con ser artista y lo logró.

“A mí me da gusto cuando hago un trabajo complicado, lo termino y lo reviso y me queda como yo quería, porque yo he soñado algunos rebozos, los he soñado y los he sacado”, dijo don Evaristo, quien no paró de recibir felicitaciones.

No es para menos, el adorno de las puntas de su rebozo azul y blanco, a la que los artesanos llaman rapacejo, muestran hileras flores típicas de Tenancingo. Todos los que admiran la prenda con admiración saben que los hilos fueron separados y luego anudados uno por uno. Paciencia y esmero en grandes cantidades valieron una distinción única en el país.

Las paredes del recinto ferial donde se exponen todas las piezas ganadoras lucen como un tapiz multicolor, lleno de figuras simétricas y asimétricas; rebozos que tardaron meses en terminarse y que tal vez requirieron tardes y noches en el telar para estar colgadas en aquellos muros blancos.

En una galería pendían rebozos que tras su contemplación, el espectador no alcanza a comprender cómo es que el artesano ha podido concebir tal pieza, un despliegue de creatividad minuciosa como el que hizo Cristina Barriga Barriga, la tela está bordada con escenas de la vida cotidiana, en un cuadro niños corren, en otro está ilustrado un Nacimiento, en aquel la muerte y la vida. Falta tiempo para observar todos los detalles.

Entre las 12 categorías premiadas en el primer Concurso Nacional de Rebozo se premiaron los de de lana, seda y algodón, su elaboración en telar de cintura y colonial, la punta de la prenda, el bordado y la técnica de su fabricación.
Tan elegante como maternal y versátil, el rebozo ha tomado otra perspectiva. En los pasillos del centro de exposiciones fue posible adquirir bolsas de mano, botas, sandalias, aretes, cinturones, corbatas y pañuelos de decenas de colores distintos. Los hombres ahora también pueden portar rebozos.

Don Hermilo López, heredero de telares con más de un siglo de antigüedad recuerda que pensó en dedicarse a otra actividad, sin embargo, decidió innovar y ampliar sus posibilidades, a través de la elaboración de prendas basadas en hilados para rebozo. Ahora hace vestidos a la medida.

Lleva meses elaborar una sola pieza y los jóvenes ya no tienen esa misma paciencia, dice Doña Esther Flores, artesana con 50 años de experiencia, “por eso a los jóvenes ya no les interesa seguir la tradición”.
El aire que se cuela al recinto ferial y mece las telas que parecieran orgullosas por estar colgadas allí, listas para ser admiradas y contempladas. Se saben obras de arte cotizadas y valoradas, muchas veces, más allá de Tenancingo y del mismo México.

No importa cómo se porte, el rebozo seguirá sobreviviendo, porque pocas prendas femeninas permiten vestir arte e historia.

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