Javier Camarena: el cantante fortuito que llegó a Zúrich

Por Huemanzin Rodríguez

Yo creo que definitivamente el tomar la decisión de ir a Zúrich es el más grande parteaguas que hay en mi quehacer artístico. ¡Y es que todo fue tan rápido!

Hace 10 años, las entonces autoridades del Palacio de Bellas Artes buscaban darle un nuevo aire a las actividades operísticas de la institución. Decidieron montar La hija del regimiento (La fille du régimen, 1840, Gaetano Donizetti) contando en los papeles principales con jóvenes cantantes, recién reconocidos en el Concurso de Canto Carlo Morelli. Eso provocó la molestia de varios cantantes, quienes hubieran preferido un espectáculo pobre con esos principiantes, pero a la distancia, quienes tomaron esa decisión demostraron no haberse equivocado.

Diez años después Rebeca Olvera trabaja en Europa y es la primera mexicana que participa en el Festival de Salzburgo y Javier Camarena, además de reconocido en el mundo, pasa por un momento excepcional en el crecimiento de su voz. Desde un mes antes busqué a Javier para tener una entrevista en su paso por México para un par de conciertos; su agenda ha estado muy llena últimamente, ahora se desenvuelve mejor en las entrevistas. Cuando conversamos la primera vez, hace poco más de dos años, aún se veía muy tímido. Hemos acordado encontrarnos en el Palacio de Bellas Artes antes de su ensayo. Nos sentamos en la cafetería y él, pese a tener unas pocas horas de sueño desde su llegada, mantenía esa expresión en su rostro, como de niño feliz.

HR: Han pasado diez años Javier, ¿cómo te sientes conmemorarlos en este mismo escenario?

JC: El inicio de mi carrera, el comienzo de mis estudios, en canto fueron completamente fortuitos. Y al ser algo que no tenía planeado, pues era algo que yo no conocía tanto. No tenía ambiciones. No había escuchado una sola ópera. Tres años después de que empecé a estudiar canto fue cuando escuché la primera ópera. La primera aria que canté fue “Una furtiva lágrima” (L’elisir d’amore, Gaetano Donizetti, 1832), fue mi examen de semestre. “Il mio tesoro” (Don Giovann, Mozart, 1787) fue la otra. Entonces a partir de ahí fue ir encontrándome en el repertorio y reconociendo realmente si era capaz o no.

HR: Estudiaste en Xalapa, luego fuiste a la Universidad de Guanajuato, pudiste pasar por la Ciudad de México, pero no fue así…

JC: No, pues… Era un inocente provinciano… Allá todos le tenemos miedo al D.F. y recuerdo que era una de las opciones que me planteaba mi maestra, asistir al Conservatorio Nacional con la profesora Irma González, porque había estudiado con ella. Pero coincidió con que mi maestra estaba haciendo un diplomado con quien, después, fue mi maestro en la Universidad de Guanajuato. Guanajuato es provincia, muy pequeña y estudiantil, casi o más que Xalapa, fue así como llegué a un ambiente más tranquilo.

Yo no doy paso sin huarache en absolutamente nada. Salí de Xalapa porque mi maestra me dijo: “tú tienes las posibilidades y los espolones para poder hacer más, no te quedes en Xalapa, te recomiendo estas opciones”, y así llegué a Guanajuato. Entonces es cuando se da el momento definitivo y me dije: “sí quiero. Sé que puedo ser solista”.

La primera vez que fui a un Concurso Internacional de Canto fue en Trujillo, Perú en 2001. Yo no pasé ni siquiera la primera eliminatoria pero vi a todos y a cada uno de los que estában participando ahí. Tomé todas las clases que pude con el jurado y fue entonces cuando dije: “Sí. Esto quiero”.

HR: ¿Qué significa el escenario del Palacio de Bellas Artes para ti?

JC: El escenario del Palacio de Bellas Artes yo creo que es de los más entrañables que puedo tener. La primera vez que vi este escenario, fue cuando vine a un concurso que organizaba la Escuela de Música de la Universidad de Guanajuato, el primer (y único) Concurso Iberoamericano de Canto. Tuvimos ensayo en El Salón de los Espejos, donde siempre ensayamos, y recuerdo que se me adelantó la gente, no supe qué hacer, me perdí y de casualidad llegué a uno de los lados del Palacio, entré y vi el escenario. Ése día me dije: «Algún día voy a cantar aquí».

Canté aquí un año después, en la final del Morelli a piano. La siguiente vez, también fue la final del Morelli con orquesta. El siguiente año fue cuando gané, en 2004. Siempre ha sido un lugar muy querido.

HR: Ése mismo año fue La Hija del Regimiento.

JC: Estamos celebrando ya 10 años de aquella La Hija del Regimiento en noviembre del 2004, en donde debutamos Rebeca Olvera, José Cerón y yo haciendo esta producción dirigida por el maestro Enrique Patrón de Rueda, que también está celebrando este año 35 años de carrera.

HR: Después de eso han venido los años en Zúrich, donde vives y trabajas

JC: Yo creo que definitivamente el tomar la decisión de ir a Zúrich es el más grande parteaguas que hay en mi quehacer artístico. ¡Y es que todo fue tan rápido! En un programa que está pensado para que los jóvenes cantantes lleguen y estén por lo menos dos años, yo estuve cuatro meses y de inmediato me contrata la Ópera de Zúrich para suplir a un tenor que no tenían para La Italiana en Argel” (1813) de Rossini. Me contratan como solista para una nueva producción y como solista para los siguientes 5 años en el teatro. Fueron cinco años de muchísimo, muchísimo trabajo.

Estaba haciendo entre tres y cinco producciones nuevas de repertorio nuevo para mí, entonces estaba terminando de aprenderme una ópera, cuando estaba en ensayos para aprenderme otra.

Cuando empezaba funciones, ensayaba con pianista la ópera siguiente. Todo un año de estudio de repertorio que desconocía.

HR: ¿Qué es lo que aprendiste de estar en ese límite?

JC: Siendo mi debut con una ópera de Rossini se dejaron venir La Cenicienta, Moisés en Egipto, Otello, El Conde Ory y muchas óperas de Rossini (y no había cantado a Rossini antes de irme). Esa parte fue muy complicada, fue empezar de cero con todo este proceso de aprendizaje y ejecución de las coloraturas, de esas frases largas que implica Rossini, pero que tuvo grandes fruto.

Yo creo que fue mi máster, terminé mi licenciatura en México y me fui a hacer mi máster a Zúrich ¡Y fue sobre las tablas!. Es muchísimo lo que le debo a Zúrich, porque además, fue mi vitrina para la ópera en Europa.

HR: El pasado mes de abril formaste parte de la historia, cuando el público del Metropolitan Opera House en Nueva York, te pidió la repetición de: «Sí, juro que la encontraré”, de La Cenicienta, de Rossini. ¿Qué fue lo que ocurrió?

JC: Sí, ¡fue fantástico!, el hecho de que hiciera mi debut en 2011 con El Barbero de Sevilla (Il barbiere di Siviglia, Rossini, 1816), que tuvo mucho éxito, me parece que creó expectativas de que volviera a ese escenario. Se dio hasta este 2014 con La Sonámbula (Bellini, 1831), donde tuve la oportunidad de compartir el escenario con Diana Damrau, una de las grandes figuras de la ópera internacional. Con Diana había trabajado en Viena haciendo “Un Barbero de Sevilla”, siempre ha habido muy buena química con ella.

Hacer La Sonámbula fue extremadamente fácil, a pesar de que fue una producción sumamente criticada cuando se hizo la premier de la producción. Tal vez por ello nos concentramos más en la parte musical y en la parte humana de los personajes, más allá de la propuesta escénica. El éxito fue impresionante.

Teniendo ese precedente, Juan Diego Flores cancela su participación en “La Cenicienta”, y Peter Gelb me llama a mí para sustituirlo.

Creo que esto abonó a la situación, era un público que esperaba a la gran figura que es Juan Diego.

HR: ¿Cómo definirías tu propuesta en La Cenicienta?

JC: Creo que un príncipe mucho más humano. Eso es lo que puedo decir de mi Ramiro, mucho más humano, mucho más presente con más matices vocales que acompañan a esta parte dramática, el público, ¿cómo decirlo?… se entregó muy bonito.

Desde la primera función se pensó en esta posibilidad de un bis, pero en las siguientes funciones fue apoteósico todo lo que sucedió.

Luis Gutiérrez Ruvalcaba hizo una reseña de lo vivido.

La última función fue algo verdaderamente impresionante. “El Teatro Metropolitan” es para cerca de 4 mil personas, y que todas esas personas estuvieran conectadas emocionalmente con la música y con lo que yo acababa de entregar emocionalmente, ha sido una de las cosas más hermosas que me ha tocado vivir.

¡Fue padrísimo, esto de hacer un bis de La Cenicienta en el Metropolitan! Pero los dos primeros bises que hice en mi carrera, fue aquí, en Bellas Artes.

Una con la Hija del Regimiento en 2005 y la otra con Un barbero de Sevilla en 2012.

HR: Cuando el bis de Un Barbero de Sevilla en Bellas Artes se celebró tu capacidad para interpretar varias notas en poco tiempo, como lo exige una parte de esa ópera que regularmente se obvia. Más allá de la pirotecnia, ¿cómo creas tu canto?

JC: No es lo mismo hacer una coloratura exacta que hacer un embarradero de notas, no es lo mismo rascar el agudo que engancharte y ofrecerlo plenamente. Más que pirotecnia es dominio técnico y del repertorio. Desde luego Rossini es pirotecnia per se.

No es solamente esta parte técnica la que yo presento, a mí me interesa que si hablamos de un príncipe, de su nobleza y su educación; hablamos estrictamente de un libreto original en donde el Príncipe intercambia papeles con su criado, para incluso soportar humillaciones por parte de Magnífico. Todos estos matices me encanta poderlos plasmar en la voz y hacer una diferencia entre el trato con La Cenicienta, a cuando habla disfrazado, como habla con Nandini y cómo después habla cuando se presenta como príncipe. Son dos situaciones, casi dos personalidades distintas.

HR: ¿Cuál es la ruta por donde quieres llevar tu canto?

JC: Estoy convencido de que El Bel Canto es hoy por hoy el lugar donde quiero estar.

Si bien Rossini ha sido parte de mi repertorio por mucho tiempo, yo empecé estudiando a Donizetti, a Bellini, sobre todo su música de cámara. Y hoy, después de haber hecho grandes malabares y dominar la técnica vocal para enfrentar a Rossini, me encuentro en una plenitud vocal que me permite abordar con mucha mayor, no puedo decir facilidad, porque no es fácil.

Naturalidad, el repertorio de Donizetti y Bellini, Mozart también. Sin embargo quiero empezar a seleccionar mi repertorio Rossiniano e ir mucho más a una parte seria de Rossini, además quiero ir caminando hacia la parte del tenor lírico El Bel Canto.

Sigue siendo el estilo que yo conozco y en el que me siento cómodo y es un escaloncito más arriba que después me va a llevar al repertorio francés y después veremos qué pasa con los Verdi y lo que sigue.

La gran mayoría tenemos que pasar por este proceso de maduración tanto técnico como emocional, porque son dos cosas que van de la mano. Yo creo que esa es la parte importante o primordial para no dejar estos huecos. Estar conscientes de lo que se hace y de las posibilidades para no brincarnos escalones, mejor a paso lento y seguro.

HR: Después de Bellas Artes, ¿qué sigue?

JC: Después de esto voy a Múnich, luego me voy a Madrid, donde debuto en El Teatro Real con La Hija del Regimiento. Tengo otras ofertas para hacer La Hija del Regimiento, el MET incluido.

En Barcelona hago “María Stuarda” donde debuto en el rol. Hago un par de conciertos con “Los Pescadores de perlas” (que tiene uno de los momentos más difíciles y sutiles para un tenor) en la Coruña. Voy a Colombia también. Luego voy a Viena, Londres y vienen muchas más cosas.

Viene Lucia di Lammermoor, ya hay ofertas para hacer Rigoletto, La Traviatta. Son cosas que se van ir acomodando, yo creo que es como El Tetris, que vayan cayendo perfectamente y no quede hueco entre una cosa y otra.

A México regreso en mayo del 2015, planeo una gira que cuando tenga los datos exactos los estaremos compartiendo.

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