El hambre no se contagia, pero el ébola sí

Panamá, 17 oct (PL) El sacerdote jesuita panameño Jorge Sarsaneda, reconocido como una de las plumas más incisivas de la intelectualidad nacional, vuelve a hacer otra afirmación antológica en su último artículo entregado hoy a la prensa: el hambre no se contagia pero el ébola sí.
Y eso lo lleva a una reflexión muy profunda de la sociedad panameña cuando advierte que ahora miramos con mucho cuidado -normalmente no lo hacemos, ni en la escuela-, con lupa, hacia África porque resulta que no sólo nos vienen de ahí los grandes minerales (coltán, diamantes, uranio, oro, platino, petróleo) sino que nos puede venir una enfermedad mortal.
Mientras hay golpes de Estado, guerras, masacres de millones, hambre generalizada, no nos preocupamos por África, son cosas que no se contagian. Pero si hay una posibilidad de que nos venga el Ébola, nos ‘interesaâ€Ö mucho ese continente. Así de contradictoria es nuestra sociedad.
Sin embargo, señala en su escrito el sacerdote jesuita, esa no es la única contradicción. Las hay en todos los ámbitos y en todos los rincones. En todas las personas e instituciones, incluyéndose él, admite, y se pregunta: ¿Cómo hacer?
En Panamá, dice, tenemos ejemplos hasta para regalar. Ahora resulta que los que usaban los recursos del Estado para su beneficio particular, se quejan, se ‘rasgan las vestidurasâ€Ö, invocan a los santos pidiendo trasparencia.   Ahora resulta que un señor responsable de asesinatos en Bocas, San Félix, Colón y Tocumen, bajo cuya gestión la canasta básica subió todo lo que pudo, que utilizó los recursos del Estado como le dio la gana, se queja de que «hay persecución política» en contra de los «suyos», expresa Sarsaneda.
Pero lo peor de la contradicción es que los medios de comunicación lo entrevistan, le dan lugar, hasta le siguen celebrando sus malos chistes. A ese señor habría que «enterrarlo en vida», no entrevistarlo, no darle la palabra, no permitirle firmar ninguna carta de nada, por más expresidente que se titule.
Citando más contradicciones, el sacerdote se pregunta ¿cómo es posible que un premio Nobel de la Paz esté promoviendo la guerra y casi nadie lo critica? ÂíHasta lo apoyan!
Nos escandalizamos por los cuatro mil fallecidos por el Ébola, ¿y los casi 200 mil muertos en la guerra de Siria, por sólo citar una? Claro, como la guerra es más negocio… afirma el religioso.
¿Cómo nos preocupamos por la salud de los «pobres perritos» (en una radio católica de Panamá) y de los miles de niños asesinados en Gaza no decimos ni «mu»?
Y en otro párrafo se pregunta ¿por qué la contralora gasta 200 mil dólares en una fiesta y a los jubilados no se les puede aumentar ni 50? El contralor debe ser independiente pero de un partido político, ¿cómo se «come» eso? En Panamá no hay ejército pero gastamos millones en armas (¿????)…
No sé qué decir, quizás soy «cabeza caliente», quizás estoy decepcionado, quizás simplemente soy viejo, observa finalmente Sarsaneda para cerrar su artículo con la siguiente conclusión:
Lo único que sé es que en el juicio final, el criterio de Dios será premiar, no al que fue fiel observante de ritos sagrados y ceremonias santas, sino al que dio de comer a los que pasan hambre, dio de beber a los que tienen sed, se puso de parte de los que están enfermos, acogió a los extranjeros…. (Mateo 25, 31-46) puso primero la misericordia…

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