La cultura maya tenía una concepción diferente de la muerte a la que hay en México en la actualidad, no tenían un culto a la calavera, ya que para ellos era un viaje a otro estamento, sitio, de la vida.
Así lo afirmó a Notimex el maestro en arqueología Alfonso Morales Cleveland, investigador de la cultura maya en Palenque, quien añadió que para esa civilización prehispánica cuando una persona cedía en esta vida iniciaba un viaje con duración de tres años.
Este trayecto, continuó, iniciaba en el sur, en la tierra, en el inframundo, y salía en un lugar sobre el agua, hacia al norte, donde era celebrada su llegada.
Explicó que esta concepción se conoce porque han sido encontrados tres grabados en piedra en los que se ve a la persona que ha pasado a ese otro sitio haciendo rituales, bailando o labrando una piedra sagrada, después de que «oficialmente» se murió.
«Esto nos indica que hay otra vida, que esta gente no terminó su vida en su tumba, sino que ellos siguieron, entraron a una vida diferente, donde se van a juntar con todos los ancestros y todos los abuelos que hay.
«Entonces, el culto a la muerte no es realmente una obsesión sobre la calavera, es un culto a la gente que sigue viva todavía en un espacio hacia al norte, a los cuales se puede traer todavía de regreso, se pueden consultar», aclaró.
En sitios mayas como Yaxchilán se encuentran grabados que muestran a señores gobernantes y sacerdotisas que realizan rituales en los que se desangran, se punzan para ofrendar sangre a los ancestros y a los dioses para establecer una comunicación.
Un grupo de esas pictografías muestra a la esposa de uno de los principales señores de ese sitio, la cual se pasa por un orificio en la lengua una cuerda con espinas, con lo que se aseguraba que no hubiera coagulación y que la sangre no dejara de fluir.
En la siguiente escena del grabado, continuó el especialista, se ve a la señora que quema esa cuerda junto con papel amate, y del humo se forman dos serpientes, reptil que tiene el significado de que hay una visión, la cual aparece en su hocico.
En este caso, una visión es la aparición de un dios de la guerra y la segunda es la figura de uno de los abuelos de la señora, y es así como se invoca y se trae a nuestro mundo a los ancestros que pasaron a esa otra vida donde se reúnen todos los familiares.
Los hombres se perforaban sus partes nobles y para lograr la perforación utilizaban puntas de obsidiana o la espina de la mantarraya. Hacían, pues, un conjuro que permitía el regreso de los ancestros para consultarlos.
En la actualidad, el grupo descendiente de los mayas, los lacandones, tienen la concepción de que todas las personas que han muerto en realidad están, son las estrellas, gente a la que se le ve fumando un puro y por eso brillan. Es decir, también creen que no mueren, hacen un viaje para reunirse con los ancestros.
En resumen, para los mayas «el concepto es que hay una separación de la vida material, lo tangible, lo medible, a lo perfecto, a lo que no es tangible», explicó Morales Cleveland.
Refirió que la tumba de Pakal, su sarcófago, en la Zona Arqueológica de Palenque, representa el concepto filosófico de la muerte entre los mayas: se entierran los huesos, la piel de la persona, pero el gobernante vuelve a nacer en quien lo sucede.
Esto se representa de la siguiente manera: de la tumba de Pakal sale un tubo, el secoducto, que sube por la pirámide y va a dar hasta donde está su hijo, su sucesor, Kan Balam. Esto también es una representación de lo que sucede en la tierra, en la naturaleza.
De la semilla del maíz, cuando se siembra, absorbe agua e inicia su crecimiento, una nueva vida, a través de la formación de un tubo que será la nueva planta que dará el grano. En maya, recordó, heredero se dice «choc» y para retoño se usa la misma palabra.
En sí, la semilla es algo muerto, pero que va a dar vida, dijo, al mencionar que Pakal es representado con una falda que tiene plantas de maíz y la figura de la tormenta, que juntos agua y grano dan continuidad a la vida, apuntó.
Alfonso Morales Cleveland, quien actualmente realiza el doctorado en la Universidad de Texas en Austin, ha sido especialista responsable del Proyecto Grupo de las Cruces en Palenque, Chiapas, por parte del Precolombian Art Research Institute.
Asimismo, trabajó en la traducción y catálogo de las nuevas inscripciones encontradas en Palenque, y en la zona de Caracol, en Belice, fue administrador General del Proyecto Arqueológico, director de las excavaciones de túneles en la Estructura B 19 y supervisor de la restauración de la escalinata en la Estructura B 20.