Moscú (PL) Rusia concluyó 2014 un año tenso y crítico en política exterior, marcado por una exasperada confrontación con Estados Unidos y la Unión Europea (UE), tras el conflicto en Ucrania y la reunificación de Crimea.
El golpe de estado en Kiev, en febrero pasado, como colofón de una ola de protestas opositoras aupadas por Occidente destapó la Caja de Pandora, con un capítulo de polarización y crispación, sin precedentes, desde la desintegración de la Unión Soviética, a inicios de 1990.
La postura crítica de Rusia ante el escenario de cambio de régimen violento suscitado en la vecina exrepública soviética y la reunificación de Crimea y Sebastopol, como uno de sus efectos directos, abrió una etapa de confrontación sin análogos desde los tiempos de la Guerra Fría.
Para un amplio círculo de expertos, la retórica antirrusa, las sanciones a Moscú y la campaña mediática de demonización contra la nación europea y la figura del presidente Vladimir Putin representan apenas la punta del iceberg dentro del océano de contradicciones geopolíticas acumuladas. Al unísono con Estados Unidos, la Unión Europea impuso en el transcurso de estos meses tres paquetes de medidas restrictivas en relación con políticos, empresarios y periodistas, hasta incluir en las listas a unos 95 ciudadanos rusos del entorno oficial.
La agresiva política tuvo un matiz particular este año con el boicot de los aliados occidentales a la presidencia rusa en el Grupo de los Ocho, cuya cumbre prevista en Sochi, a inicios de junio, quedó cancelada.
Bajo presión de Washington y Londres, la nación euroasiática fue apartada de los encuentros celebrados durante el período en el formato del club de países industrializados.
El último paquete de sanciones afectó a unas 25 entidades jurídicas rusas, entre compañías, bancos y organizaciones comerciales, de los sectores financiero, aviación, construcción naval, energético (petróleo) y del complejo militar industrial.
Las medidas restrictivas buscan no solo bloquear los accesos de financiamiento externo a la economía rusa y frenar su crecimiento hasta originar una crisis más profunda que la de 2008, sino también abortar los proyectos energéticos en la plataforma continental y el Ártico.
El tercer paquete precisamente veda la exportación de tecnologías a las compañías rusas para la prospección en aguas profundas en yacimientos de hidrocarburos y la explotación de depósitos de gas de esquisto, en proyectos conjuntos con consorcios europeos y estadounidenses.
La disposición restrictiva promulgada por el presidente Barack Obama supuso igualmente un bloqueo a la exportación de tecnologías y servicios para el sector petrolero.
Con ello, sin duda, se asestaría un duro golpe a los planes de producción de hidrocarburos y las inversiones en proyectos que aportarían ingresos al presupuesto ruso, cuya estructura depende considerablemente del sector de materia prima.
En el plano político, el presidente Barack Obama llegó a calificar a Rusia como la segunda peor amenaza para el mundo después de la pandemia del ébola, por delante incluso del terrorista Estado Islámico.
Como respuesta a la guerra económico-comercial, el presidente Putin dispuso a inicios de agosto una prohibición a las importaciones de alimentos provenientes de Estados Unidos y de la UE.
El embargo, que según las autoridades rusas prevalecerá en un término de un año en dependencia del comportamiento de la contraparte, fue extendido a Australia, Canadá, Japón y Noruega, cuyos gobiernos se plegaron a la política de la Casa Blanca.
Al caracterizar 2014 como el más crítico y complicado en la política exterior de Rusia, el titular del Comité de Relaciones Internacionales de la Duma estatal, Alexéi Pushkov, afirmó que fue Obama quien eligió «el formato de la confrontación con su imposición de listas y sanciones».
No fue Putin el agresor, enfatizó Pushkov, mientras observó que el jefe del Kremlin no cambió el curso de la política exterior de Rusia ni cedió a las presiones por Ucrania.
De otro lado, a juicio de analistas, la política punitiva contra Moscú no surtió efectos en el consenso interno ni erosionó la credibilidad de las autoridades.
El récord de confianza ciudadana y popularidad en el ranking de Putin, en el entorno del 86 por ciento, es entendido como un «boomerang» a los ataques a Rusia y los intentos en Occidente de demonizar al líder ruso, destacado por la revista estadounidense Forbes como el político más influyente del planeta.
Según Pushkov, Estados Unidos y aliados occidentales no consiguieron el añorado aislamiento internacional de Rusia, por cuanto Moscú sigue teniendo un peso en la agenda global.
Para el diputado y analista político Vladislav Níkonov, nunca antes ni en los tiempos de la Guerra Fría contra la extinta Unión Soviética, estuvo tan viciada y sucia la atmósfera de confrontación contra su país.
No existieron las listas de sanciones a ciudadanos rusos, ni la OTAN nunca en los peores momentos de tensiones emplazó armamentos y tropas cerca de nuestras fronteras, aseveró Níkonov, al mencionar el sistema del escudo antimisiles desplegado por Estados Unidos en Europa oriental.
Dijo que Rusia no se plantea «contender con Estados Unidos», sino defender sus intereses nacionales.
Sin embargo, subrayó el politólogo, un sueño de muchas décadas de Washington ha sido el debilitamiento de Rusia y la preservación a como sea del dominio global, de ahí que permanentemente lanza desafíos a los nuevos centros de poder emergentes, entre ellos, Moscú.
Durante su intervención en el Club Valdai este año, Putin arguyó que Estados Unidos y sus aliados occidentales rehúsan reconocer las nuevas realidades y el fracaso del orden unipolar que ha dominado las dos últimas décadas, a partir ahora de un mundo policéntrico en gestación.
Estados Unidos y sus aliados, observó Putin ante numerosos politólogos occidentales, deberían emprender una reconstrucción razonable de la agenda global y adaptarse a las nuevas realidades, en vez de destruir el sistema de contención y de equilibrio que tanto trabajo costó.
El mandatario deslegitimó cualquier intención de imponer a un «país independiente como Rusia» las reglas de juego y los códigos de desarrollo, que son cómodos a determinadas fuerzas políticas que aspiran de manera agonizante a mantener su dominio mundial, sostuvo el jefe del Kremlin.
Al prevenir sobre los peligros de una nueva conflagración, el canciller Serguei Lavrov afirmó desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU que un tercer intento de conquistar y subyugar a Rusia podría conducir no solo a una guerra, sino al declive del capitalismo en su fase imperialista.
Lavrov denunció con posterioridad que un cambio de régimen era el objetivo principal de las sanciones occidentales contra su país, y que incluso sus promotores no lo ocultaban.
En su alocución anual ante la Asamblea Federal (Parlamento), en diciembre, Putin aseguró que Rusia no cederá a las presiones de Occidente y advirtió que el lenguaje de fuerza respecto a Moscú carecía de sentido.
Subrayó que su país no fue iniciador del clima de desconfianza y de congelamiento de las relaciones con Occidente.
No fuimos nosotros quienes propiciamos las sanciones ni el plan del escudo antimisiles alrededor de las fronteras rusas y ninguno se ha detenido, asintió el mandatario al desmentir una política agresiva de parte de Rusia.
La reciente promulgación por Obama del Acta de apoyo a la Libertad en Ucrania, enmarcada en la retórica antirrusa y las amenazas a Moscú de otra oleada de sanciones, corrobora los peligros de una agudización de las contradicciones en el año entrante.
2014: Año crítico en relaciones de Rusia con Occidente
Por Odalys Buscarón Ochoa