(N22) No importa en qué país, a qué región del mundo pertenezcamos. Si es que vivimos bajo los influjos del progreso capitalista y democratizador liberal seguramente todos los temas de cultura popular, de política y sociedad serán pasados por el filtro del espectáculo, que es la estética de los medios de comunicación, que aún siguen dictando la forma en que la información se transmite a los ciudadanos que habitamos bajo estos regímenes.
Sea lo que fuere, la vida del presidente de la República, la del astro de futbol de moda, el movimiento social o las violaciones a los derechos, se pasa bajo el microscopio mediático que todo lo banaliza, que todo lo hace simplón, porque el medio comunicativo cree que los espectadores, que los lectores son niños o tontos que no pueden comprender palabras diferentes a las usadas en el lenguaje coloquial.
Sin embargo, todo es susceptible al cambio, y si se mira un hecho social con ojos más reflexivos y con un lenguaje diferente que implique la crítica, hasta un fenómeno que pertenecía exclusivamente al entretenimiento frívolo se puede mirar ahora de manera interesante e incluso podría llegar a explicar problemáticas políticas y de identidad. Este discurso no me lo estoy inventando, no quiero sonar tampoco como un improvisado, al contrario, quiero poner en práctica lo último que leí del filósofo argentino Ricardo Forster, crítico de la cultura moderna, quien siempre ha combatido la estética vacía de los medios de comunicación que dominan el espectro informativo en nuestra naciones.
Y quiero ponerlo en práctica con la última película que acabo de ver. Se trata de Gloria, la escandalosa bío de la polémica cantante Gloria Trevi. Ésta y su vida han estado siempre en el espectro comercial de los medios privados. Su ascenso meteórico, su tragedia envuelta en la trata y abuso de menores de edad y su regreso prodigioso siguen vendiendo como imagen para las mismas empresas de siempre que usufructuaron de su éxito y drama.
A pesar de ello la película dirigida por el suizo Christian Keller pone en evidencia estos mecanismos sociales: los empresarios que quieren ganar dinero a costa de lo que sea, las jóvenes que desean triunfar en estos medios y son engañadas por una mafia que las obliga a perder su libertad, los espectadores que son timados por ambos grupos de poder, y el cinismo de todos los involucrados que callan con tal de no perder fama y dinero.
De eso trata la película que tiene un sólido guión de la escritora Sabina Berman. A simple vista, al ver el cartel, nunca se me hubiera ocurrido entrar a ver una película sobre una cantante pop, pero al observar el trabajo que se hizo me doy cuenta que habla en realidad sobre la sociedad en que vivimos, sus vicios, sus pocas virtudes.
Al comenzar el filme todo parece una caricatura, una mala imitación de los personajes que estuvieron al lado de Gloria Trevi en sus inicios musicales, pero a poco, los actores se van involucrando con el guión y se asumen en su papel, la historia rosa y feliz de televisión se va opacando conforme se suman las violaciones a los derechos de las personas, conforme las ambiciones y las venganzas se trepan al potro de la envidia y la mezquindad, hasta volver esta novela rosa en una thriller oscuro, vomitivo, que plasma la condición de nuestra cultura popular mediática.
Sergio Andrade, manager de Gloria, o al menos el actor que lo interpreta, lo dice bien, los fans de la Trevi son borregos, al dueño de la televisora le gusta que haya más borregos, Trevi canta y los borregos brincan, brinca los borregos dentro del corral. Pero Andrade quería ser el pastor, pero no se dio cuenta que él cayó dentro del corral, que él era el borrego mayor, y que el pastor era otro, el más poderoso, el dueño del medio, a quien le gusta y sigue produciendo Fuenteovejuna y que Trevi sin darse cuenta, en sus canciones, sólo trataba de decirnos entre líneas la pesadumbre en que se encontraba.
¿Cómo no nos dimos cuenta? Sencillo. No supimos analizar sus palabras, para todos ella sólo era una imagen, no verbo, era un tintineo que todos seguimos con la cabeza, de un lado a otro, pero sin que éste se metiera dentro para pensarlo. Aunque no es una película extraordinaria, Gloria es un buen trabajo literario, con buenas y sinceras actuaciones que incitan a poner más atención en cada una de las palabras que dicen los que dicen tener la verdad, y que al decirlo, evidencian que no la tienen.