El desplante gozoso de Mercedes Amaya inundó Bellas Artes

Por Brisatécpatl

Los bailaores se llevaron las ovaciones y nunca faltó un ¡Óle Winy!, ni tampoco el villamelón que se asustó con los jaleos, llamadas y piropos que provenían de las butacas.

Falseta de introducción: Se levanta el telón, la sala en silencio… La guitarra abre compás, las palmas comienzan a marcar, Un, dos, un, dos, tres. Salida de cante por Siguiriya, jondo y sensible. Mercedes Amaya, La Winy, entra al escenario apropiándose de él y del público.

Con temple y corazón gitano, la sobrina de Carmen Amaya inundó desde el primer compás, con óles, la sala principal del Palacio de Bellas Artes la noche del 24 de febrero.

Primera letra: La música reveló la conmoción y el arrebato sentimental que hacen fascinante al flamenco. La comunicación que hubo entre bailaores y músicos provocó en el público una sensibilidad violenta que fue desde lo alegre a lo doloroso en un desplante gozoso.

En manos de las guitarras de El Tati y Santiago Aguilar, en el cante las voces de Juan Carlos Triviño, Mario Díaz y El Cachito, en las percusiones Héctor Aguilar e Israel Torres al violín, las notas, las letras y las falsetas, se aposentaron en el gusto de los asistentes que rompió con jaleos la solemnidad del máximo recinto de las artes en el país.

Vivo de pies y escobilla: Acompañada por los bailaores españoles Nacho Blanco y Pedro Córdoba, La Winy y su compañía Compañía Mercedes Amaya, ofrecieron al público mexicano, con virtuosismo y “buena letra”, bailes que pertenecen a la tradición del arte andaluz.

Desplazamientos fuertes, cortados y cierres de compás arrebatados, fue lo que los espectadores vieron entre floreos de manos, zapateados y movimientos corporales que enmarcan sutileza, fuerza y coquetería.

Los bailaores se llevaron las ovaciones y nunca faltó un ¡Óle Winy!, ni tampoco el villamelón que se asustó con los jaleos, llamadas y piropos que provenían de las butacas.

Coletilla y Final: La noche se llenó de “duende”. Mercedes Amaya junto con toda su compañía llevaron al público a un estado sublime y lleno de arte.

La magia del flamenco es el reflejo de la tradición, la vida cotidiana y la realidad gitana que se funden en una fiesta.

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