Él junto con un grupo de actores, o comediantes (como eran llamados anteriormente) buscó trasladar al escenario el contexto social y político de su época, sin abandonar los cánones del teatro clásico. ¿Para qué dividir el teatro en dos corrientes si se puede hacer algo grande fusionando ambas?
(N22)A finales de la década de los veinte, recién terminada la Revolución mexicana, el arte tuvo una simbólica revitalización en todos sus aspectos, menos en el teatro; el cual pasaba por una crisis de identidad. A causa de esta dificultad surgieron dos corrientes teatrales: una que se especializó en el teatro extranjero, pero que a su vez se aferraba al modelo costumbrista y barroco del teatro español; y otra que pretendía especializarse en un teatro nacional que abandonaba todos los patrones clásicos y ofrecía un análisis sobre la realidad mexicana de ese tiempo.
Durante esa misma década el matrimonio compuesto por María Magdalena Nájera y, el refugiado español, Joan Solé -procedente de una familia acomodada- tuvieron un hijo al que bautizaron con el nombre de José Solé Nájera tras su nacimiento el 28 de julio de 1929. José, inquieto por naturaleza vivió durante su infancia en un pueblito colonial copioso de hortalizas, calles empedradas, puentes de piedra y de un fastuoso río colmado por las canoas de los agricultores que transportaban su mercancía hacia la ciudad.
En ese pedazo de tierra fuera de la Ciudad de México donde vivía José Solé, el cual había sido también hogar de la prestigiada familia Limantour durante el porfiriato, se llevó a cabo una interpretación callejera que pasó de manera inadvertida para todos los habitantes de Mixcoac, para todos, menos para José quien había quedado asombrado y hechizado por el suceso.
Fue así como José Solé decidió desde muy pequeño, sin ningún tipo de influencia ni antecedentes artísticos en su familia, incursionar en las artes escénicas. Con el transcurrir de los años la pasión de Solé Nájera por el teatro incrementó a tal grado que ésta le llevó a estudiar en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes y más tarde, a aceptar una beca otorgada por el gobierno de Francia para estudiar en París.
A su regreso, Solé terminaría de manera definitiva con todas esas discusiones bizantinas que se habían dado en el teatro, durante la etapa en la que él había sido un niño, y que aún continuaban haciendo un gran daño al teatro nacional. Él junto con un grupo de actores, o comediantes (como eran llamados anteriormente) buscó trasladar al escenario el contexto social y político de su época, sin abandonar los cánones del teatro clásico. ¿Para qué dividir el teatro en dos corrientes si se puede hacer algo grande fusionando ambas?
Solé desde ese entonces ya entendía que para hacer teatro, hay que saber de teatro, ver teatro y que mejor que aprender de los clásicos. De hecho, una de sus aportaciones para la cultura del país ha sido precisamente la de divulgar y difundir los clásicos universales a través del teatro infantil, además de promover el teatro clásico, la tragedia griega y algunas otras obras teatrales del Siglo de Oro español.
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José Solé ha desarrollado una importante carrera como promotor y docente teatral, con numerosos puestos de director de teatros, instituciones culturales y escuelas de teatro. Durante la década de los sesentas dirigió el Teatro Xola –hoy Teatro Julio Prieto- y la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA.
Su compromiso por el desarrollo del teatro mexicano influyó decisivamente en la creación de dos instituciones imprescindibles: la Compañía Nacional de Teatro, con la que presentó numerosos montajes, y el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral «Rodolfo Usigli». Asimismo ha destacado como, actor, director de escena, escenógrafo y diseñador de vestuario.
El valor de José Solé reside en su esfuerzo para la recuperación y promoción del teatro mexicano. Su trabajo de más de seis décadas lo sitúan, en la actualidad, como uno de los grandes referentes de las artes escénicas del país. Como prueba de ello, basta presenciar el crecimiento de los teatreros del Centro Cultural del Bosque, los festivales realizados en el Centro Cultural Universitario, las obras apadrinadas por él en el Centro Cultural Helénico y el Centro Nacional de las Artes.
Su participación en festivales internacionales como el Festival de Teatro Clásico de Almagro han conseguido obtener el reconocimiento para la escena teatral del país, después de todo, como bien lo diría Solé: su vida ha sido el teatro.