Exalta Premio Nobel de la Paz figura de Monseñor Romero

Buenos Aires, 23 mar (PL) El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel llamó hoy a seguir las huellas de quienes abrieron caminos de esperanza, de luchas desde la fe, al resaltar la obra y pensamiento del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero.
En reflexión dedicada a homenajear al clérigo en el aniversario 35 de su asesinato, el luchador argentino por los derechos humanos afirma que «San Romero camina junto a los pueblos de nuestro continente».
Conocido popular como Monseñor Romero, el arzobispo denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó públicamente su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.
Fue asesinado el 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador. Un disparo de un francotirador impactó en su corazón; tenía 62 años.
Romero soportó muchas incomprensiones dentro de la misma iglesia, su voz, sus reclamos y denuncias no quisieron ser oídas en el Vaticano; hubo corrientes ideológicas y mala información sobre lo que ocurría en El Salvador, explica Pérez Esquivel.
El simplismo conceptual y político redujo todo a la polarización Este-Oeste, entre el capitalismo y el comunismo, basado en la Doctrina de la Seguridad Nacional imperante, añade el titular del Servicio Paz y Justicia (Serpaj).
Se olvidaron de miles de hermanos y hermanas víctimas de la violencia. Romero trató que el Vaticano lo escuchara y ayudara, pero salió angustiado y regresó a su país con el dolor en el alma, recuenta.
Sobre ese particular, Pérez Esquivel señala que el Papa Francisco buscó con justicia reparar del olvido al mártir y profeta, y restablecer el testimonio del Monseñor Romero, luz de la Iglesia latinoamericana Pueblo de Dios.
Recuerda que el domingo 23 de marzo en la Catedral de San Salvador, un día antes de su asesinato, Monseñor Romero en encendida homilía condenó duramente el estado de sitio y las 140 muertes de la semana, e instó a los uniformados a detener el baño de sangre.
«En nombre de Dios, y en nombre de éste sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ÂíCese la represión!,» exclamó el obispo.
Pérez Esquivel rememora que el Monseñor sabía que estaba en la mira de los militares pero aún así seguía en su prédica humanitaria y de paz, su defensa de los desposeídos y su condena contra los crímenes del régimen castrense.
Relata la respuesta que le dio a unos periodistas sobre las amenazas que recibía: «Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño… Un obispo morirá, pero la iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás».
El titular de Serpaj cierra su reflexión asegurando que «el Espíritu del Señor está presente en la vida y memoria, San Romero de América camina junto a los pueblos de nuestro continente».

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