Cultivos transgénicos: Polémica en el sector de los alimentos

La Habana (PL) Mientras la controversia sobre los alimentos transgénicos continúa presente en muchos países, el Gobierno de Estados Unidos aprobó recientemente el cultivo de varios productos de ese tipo por considerarlos tan seguros y nutritivos como los convencionales.
Gracias a la aprobación dada por la Administración de Alimentos y Medicinas, la empresa J.R. Simplot Co, con sede en el estado de Idaho, podrá producir seis variedades de papas Innate, las cuales incluirán los nombres de Ranger Russet, Russet Burbank y Atlantic.
A su vez, la compañía canadiense Okanagan Specialty Fruits Inc., ubicada en British Columbia, recibió la autorización para plantar dos variedades de las manzanas Artic Apples, que serán conocidas como Granny Smith y Golden Delicious.
Según informaron los directivos de Simplot, la firma tiene unos 400 acres de papas Innate en depósito de la cosecha 2014 que planea entregar a cultivadores, empacadores y despachadores para enviar a una red estrictamente controlada para su uso en pequeños mercados de prueba.
Como Simplot conoce que los cultivos transgénicos u organismos modificados genéticamente (OMG) generan gran polémica y pueden provocar el rechazo de una amplia franja de consumidores, precisó que las características de sus variedades provendrán exclusivamente de genes de papas domésticas.

EN EL CENTRO DE LA CONTROVERSIA

Pocos productos han estado tan envueltos en polémica como los OMG, y ni siquiera a nivel científico existen aún pruebas concluyentes sobre las ventajas o desventajas de su empleo en la alimentación humana.
Si bien sus defensores esgrimen el argumento de que por medio de esos cultivos es posible erradicar el hambre en el mundo al aumentar los niveles de producción, los detractores sostienen que pueden causar enfermedades y provocar daños a la biodiversidad.
De acuerdo con diversos especialistas y publicaciones científicas, estos cultivos brindan los beneficios de ser más resistentes a las sequías y a las enfermedades, requerir menos recursos como agua y fertilizantes, disminuir el uso de pesticidas y permitir el suministro de alimentos a un costo reducido.
Para José Miguel Mulet, investigador y profesor titular del departamento de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia, la prueba de que los alimentos transgénicos funcionan es que en 18 años no ha habido ningún problema de salud ni de medio ambiente por tales cultivos.
Según declaró el especialista a la agencia española SINC, para que un producto de ese tipo tenga una autorización de consumo y comercialización, debe superar estrictos controles, como pruebas de alergenicidad, de ahí que los considere los alimentos más evaluados en la historia de la humanidad.
Tal argumento, sin embargo, es refutado por expertos como Dave Schubert, profesor y jefe del Laboratorio de Neurobiología Celular del Instituto Salk en Estados Unidos, quien sostuvo que existen muchos datos para demostrar que los OMG suponen riesgos para el medio ambiente y la salud.
De acuerdo con el investigador, los argumentos utilizados para defender la seguridad de los transgénicos son afirmaciones descaradamente falsas, pues esos cultivos han provocado un aumento masivo del uso de herbicidas en los últimos 16 años que ha vuelvo resistentes a las malas yerbas.
No hay ninguna evidencia de que los alimentos transgénicos sean seguros para el consumo humano, ni hay consenso sobre este tema dentro de la comunidad científica. Es de suma importancia educar al consumidor sobre la realidad de los transgénicos y que no se dejen engañar por la retórica de las compañías que los venden, apuntó.
Su opinión es similar a la de David Rosenfeld, director ejecutivo del grupo de consumidores del estado norteamericano de Oregon, quien señaló que de 1996 a 2011 los cultivos genéticamente modificados causaron un aumento de más de 181 millones de kilogramos en el uso de pesticidas en el país.
Esa situación supone riesgos para la salud y el medio ambiente, consideró el activista, quien ha sido defensor de colocar un etiquetado específico en los OMG para alertar de su presencia a los consumidores.
Frente a campañas de ese tipo, gigantes agroquímicos y agroalimentarios como Monsanto, Bayer, DuPont, Coca-Cola y PepsiCo dedicaron millones de dólares a derrotar las iniciativas para votar nuevas leyes sobre etiquetas que identifiquen a los alimentos transgénicos.
Mientras tanto, más de 800 científicos de 82 países firmaron el año pasado una carta dirigida a los Gobiernos del mundo en la cual hicieron un llamado a suspender de forma inmediata todas las emisiones ambientales de cultivos transgénicos y sus derivados durante al menos un quinquenio.
Según los signatarios, esos productos liberan al suelo, aire y agua, trozos de genes sintéticos que están causando problemas de resistencia a antibióticos y otras enfermedades en los seres humanos.    Pese a alertas de ese tipo, el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas señaló que en 2014 se cultivaron unos 181,5 millones de hectáreas con OMG, fundamentalmente en 28 países (ocho industrializados y 20 en vías de desarrollo).
De acuerdo con organismo, en 1996 solo había 1,7 millones de hectáreas cultivadas de ese modo a nivel mundial, por lo que el terreno destinado a la producción ha aumentado más de 100 veces en dos décadas.

LA HEGEMONÍA DE MONSANTO

Pero más allá de la pertinencia o no de los alimentos transgénicos, sobre la cual no parece haber conclusiones definitivas hasta el momento, la mayor parte de los críticos condenan el monopolio corporativo existente sobre esos productos por parte de la multinacional estadounidense Monsanto.
La compañía, que ha recibido numerosas denuncias internacionales por su intento de acaparar la venta y el uso de semillas, también se ha visto envuelta en escándalos por sobornar a funcionarios gubernamentales para que apoyen en diversos países la promoción de sus productos.
Además, científicos y ambientalistas han advertido sobre los daños que pueden ocasionar las semillas, sustancias y técnicas promovidas por la firma, al tiempo que agricultores de varias naciones han denunciado perjuicios en sus cultivos.
En ese sentido, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud anunció recientemente que el glifosato, el ingrediente activo del conocido herbicida Roundup de Monsanto, se clasifica como probable carcinógeno para los seres humanos, a partir de un estudio realizado en Estados Unidos, Canadá y Suecia desde 2001.
De igual modo, la multinacional deberá pagar una multa por 600 mil dólares debido a que no reportó cientos de emisiones descontroladas de productos químicos tóxicos en su fábrica de fosfato situada en el estado de Idaho de 2006 a 2009, con riesgos graves para la salud de los trabajadores y la comunidad.
Tal es la magnitud de las críticas, que en 2013 y 2014 se realizaron jornadas internacionales contra Monsanto en más de 350 ciudades de unos 50 países, pues según miles de activistas la firma quiere controlar la producción de alimentos a nivel mundial.

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