*Mínima Autoridad
*Sociedad Cansada
*Jueces Absolutos
No es una casualidad que los ordenamientos de mayor proyección universal sean breves y precisos: los “diez mandamientos”, por ejemplo, o el “libro rojo de Mao”, desde la perspectiva extrema. Suele ocurrir que el exceso de legislación tienda a confundir al conglomerado y a convertirlo en permanente rehén de las interpretaciones, casi siempre favorables a quienes ejercen el poder y señalan las líneas a seguir. Podríamos, a partir de esta evidencia, establecer un silogismo: a mayores enredos más vulnerabilidad colectiva y mayores espacios para la manipulación política. Hay excepciones, claro, pero éstas, como suele decirse, confirman la regla.
De la misma manera, una sociedad sometida a la excesiva presencia de la autoridad, que interviene por todo y para todo, esto es casi sin dejar espacios para las iniciativas individuales –o lo que es lo mismo, para el usufructo de la libertad-, no puede considerarse plena ni feliz. Y, desde luego, el peso gubernamental asfixiante dista mucho del ideal democrático en el que se ejerce la soberanía popular a través de los mandatarios, esto es de quienes obedecen los designios del mandante, el colectivo en este caso, y no al revés. En México los términos suelen aplicarse en sentido inverso exaltándose los simbolismos oficiosos. Digamos que tal es una tradición acendrada desde los espejismos “revolucionarios”.
La propensión de nuestros gobernantes a reformar y elaborar nuevas leyes sólo choca con la resistencia a formular una nueva Constitución por una premisa fundamental: los más de quinientos parches impuestos a la misma, por lo general para favorecer las tendencias sexenales colocando el sello del Ejecutivo en turno. De allí que el cuidado texto de los Constituyentes de Querétaro se convirtiera, sobre todo durante los lapsos de mayor frenesí retórico por el “cambio” en un amasijo de intenciones mal definidas y también confusas como consecuencia de las iniciativas presidenciales aprobadas al vapor, al calor de una complaciente mayoría intransitable, o por efecto de las negociaciones soterradas con sabor a chantaje.
Se han dado, en este sentido, absurdos monumentales como el que anida en el artículo 82, determinante para el arraigado presidencialismo y por largo tiempo candado xenófobo para separar a quienes nacieron en suelo patrio de aquellos que se nacionalizaron después, para habilitar a los “hijos de padre o madre mexicanos” como aspirantes a la silla grande y descalificar, por tanto, a quienes cuentan con sendos progenitores mexicanos. Por supuesto, nadie ha reparado en el error y no ha sido motivo de debate alguno. Dicen que el sentido de la normativa se entiende aunque esté suscrita otra cosa. Cosas de léxicos y sintonías políticas.
De la misma manera, un gobierno que pretende atajar las conflictivas sociales con nuevas leyes y reformas, poco aplicables en sentido práctico, cae de manera irremisible en la demagogia infecunda. Por ejemplo, en tiempos de echeverría, el ex presidente que salvó el pellejo al hacerse viejo, se elevó al “rango constitucional”, se dijo, el derecho a la alimentación y un sexenio más tarde, bajo la égida de josé lópez portillo –“por-pillo”-, perdido entre las faldas de su frivolidad, se hizo lo propio con la vivienda. Pero tal no significó que se mejorara la dieta general ni que los depauperados contaran con un techo y un espacio dignos. Sólo se asentó como derecho lo que socialmente es todavía una quimera. El señor lópez portillo, por ello, comenzó y terminó su administración pidiendo perdón en sendos emotivos discursos de lágrimas fáciles.
También en el espectro electoral se da un fenómeno paralelo: a mayores concesiones de la cúpula del poder a las “minorías”, también una dosis más fuerte de confusiones conceptuales. Hubo un tiempo que cada reforma al respecto se significaba por ampliar el número de curules y escaños en las Cámaras de Diputados y Senadores, respectivamente. Hasta un punto en que, para infortunio de los mexicanos, se crearon parcelas familiares, que no partidos, para simular una mayor pluralidad a costa del erario. Y lo peor: de los seiscientos veintiocho legisladores en funciones no cumplen con sus tareas básicas, es decir las de legislar, ni el diez por ciento de los mismos. Los demás hacen política, interpretando el hecho como la facultad para intentar ganar la carrera por la sucesión en sus respectivas entidades y también con miras a alcanzar la gloria del gabinete, el peldaño clave. Igual ayer y hoy.
¿Para cuándo las reformas de fondo? A veces me asombra la capacidad de adaptación de la clase política, garantes del establishment, para dictar leyes y abonar iniciativas sin que el fondo se conmueva. ¿Para qué sirven, entonces, las alternancias?
Debate
Los gobiernos negligentes se parecen aun cuando, supuestamente, respondan a intereses y objetivos disímbolos. No importan los signos ideológicos ni los tópicos con sugerentes ribetes históricos a la hora de trazar la senda del poder. Tampoco si los ponentes son socialistas “responsables”, esto es caracterizados por aceptar el estado de cosas –la hegemonía estadounidense como faro de nuestras vidas-, o conservadores vanguardistas, de esos que aceptan “rebasar por la izquierda”. Se trata, en todo caso, de asegurar la continuidad para el grupo afín. Tal es la prioridad de la que derivan las demás.
En 2008, durante el complejo proceso de “investidura” del entonces reelecto presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, su mayor adversario y dos veces candidato presidencial –hasta que logró el propósito a la tercera oportunidad, al igual que José María Aznar y Felipe González Márquez, en la madre patria, y no pudo hacerlo Cuauhtémoc Cárdenas en nuestro país- del derechista Partido Popular, Mariano Rajoy Brey –en México ya habríamos cambiado la “erre” por la “u” por los cauces del desfogue colectivo-, lanzó al mandatario una formidable andanada que inició con un reproche:
–Usted, señor Zapatero, parece una máquina de hacer leyes. Pero lo que importa es lo que se hace.
Y es que el tal ejecutivo, sometido a pesar de haber ganado los comicios a dos votaciones internas de los diputados por no lograr la mayoría absoluta entre ellos en la primera, entre otras cosas porque no quiso suscribir pactos basados en los chantajes “nacionalistas” de los representantes catalanes y vascos, no cesó de disparar iniciativas de nuevas leyes para apremiar a los acuerdos sustantivos entre las fuerzas políticas discordantes. Es decir, como si se tratara de una fórmula para evadirse de la realidad: más leyes, con buen cuidado semántico, en lugar de acciones puntuales que podrían favorecer a los contrarios, siempre a la caza de los dislates gubernamentales para convertirlos en referentes para exigir el cambio.
Lo mismo en México. Más y más normativas, registradas en empalagosas parrafadas en las que se pone en juego hasta el sentido común, mientras se deja pasar el tiempo, perdiéndolo lastimosamente. Recuérdese, tras el sacudimiento del 2000 y la nueva conformación de las Cámaras sin mayorías determinantes y absolutas, cuál fue la prioridad política de la administración Fox: luchar contra lo que él llamó “freno al cambio”, esto es en pos de una mayoría legislativa al estilo del viejo priísmo hegemónico. En ese momento se cerró el gran círculo de las simulaciones con una catarata de propuestas que no aterrizaron porque, claro, los legisladores “no dejaron trabajar” al presidente. Baldón para ellos.
Me pregunto si sirve para algo, a estas alturas, que el derecho a la vivienda tenga rango constitucional cuando no se cuenta con recursos para proveerse de techo ni se forma parte de los sindicatos privilegiados por sus alianzas soterradas con las fuentes del poder.
Y algo parecido puede decirse contra las tantas condenas a la miseria atávica cuando el objetivo central del gobierno es seguir acumulando reservas monetarias, siempre en dólares –por lo que estamos a expensas de los vaivenes artificiales de esta moneda ante el aparentemente fortalecido euro-, descuidando dos de las plataformas del desarrollo: la creación de nuevas fuentes de empleo y la inversión pública en infraestructura básica. Somos, nada más, rehenes de la especulación.
Pero, eso sí, tenemos leyes complejas y sabios intérpretes formados para asegurar la aplicación de los criterios gubernamentales en cualquier lugar y circunstancia.
El Reto
felipe calderón se situó en la misma coyuntura. Insistió en las bondades de la reforma energética ahora en cierne, sobre todo porque gracias al capital privado podrían cubrirse las fugas y fallas estructurales, en el mantenimiento de las instalaciones y la exploración de pozos, de la paraestatal PEMEX. Nadie explica por qué si los ingresos petroleros fueron entonces muy superiores a lo estimado al contrario de lo que pasa hoy, en buena medida como consecuencia de la invasión estadounidense en Medio Oriente, nuestros sabios administradores dejaron que el deterioro avanzara tanto hasta ser obligado el rescate de los generosos consorcios particulares, específicamente extranjeros especializados en obtener ventajas siempre.
Más leyes y menos informes objetivos. Si PEMEX requiere oxígeno como explica el presidente peña, habiendo sido la gran proveedora de México durante varias décadas –“debemos aprender, exclamó lópez portillo al constatar las verdaderas reservas de crudo al final de la década de los setenta, a administrar la abundancia”-, ello debiera impulsarnos a colocar en la Presidencia a un empresario y no a un político.
La Anécdota
Cuando la autoridad es excesiva el pueblo revienta de ira pero poco puede hacer para revertir los abusos. Observemos lo que pasa en los eventos populares, en los deportes y los toros por ejemplo. Los árbitros se sienten y son absolutos y se creen infalibles. No hay forma para querellarse contra algunas de sus decisiones ni de modificarlas aun cuando se demuestren los errores cometidos, así hubieran sido por ingenuidad o falta de visión. ¡Y no se diga los jueces de plaza tantas veces empeñados en tirar al traste el espectáculo taurino!
No hace mucho, un abogado amigo me decía al observar la torpeza de la autoridad a la hora de regir una corrida:
–Los toreros debieran partir plaza llevando un amparo en el bolsillo de la chaquetilla. Digo, siquiera, para no sufrir las vejaciones de la ignorancia.
Lo dicho: a más regulación y mayor presencia autoritaria, menor democracia. Abundaremos.
— – – – – – – – – – – – – – –
E-mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
Búsquenos en Facebook con VIDEOS y MENSAJES cada día.
EN LA REFORMA ENERGÉTICA, EN REALIDAD GESTADA DESDE LA ADMINISTRACIÓN DE ernesto zedillo, EL MAYOR DE LOS VENDE-PATRIAS DE LA ACTUALIDAD, DEBE TENERSE ESPECIAL CUIDADO EN NO PRESENTAR OFERTAS EN UN MERCADO AL ALZA COMO SUCEDIÓ EN LOS TIEMPOS DE miguel de la madrid CUYA VENGANZA, CONTRA JORGE DÍAZ SERRANO, QUIEN CONOCÍA DEL TEMA BASTANTE MEJOR, DEJÓ AL SECTOR CASI EN ESTADO DE INDEFENSIÓN. NO HA TRANSCURRIDO TANTO TIEMPO PARA OLVIDARLO.