Este viernes será el último día inhábil del ciclo escolar 2014-2015, pues los maestros huirán de las aulas para festejar su día, y aunque en teoría el periodo de clases en este país dura 200 días, desgraciadamente las fechas establecidas por la Secretaría de Educación Pública (SEP) son tan sólo referencia para saber entre cuáles fechas se desarrollará el periodo, y el cumplimiento de los planes educativos es, en consecuencia, tan sólo un anhelo de quienes desean que sus hijos acudan a las escuelas verdaderamente a aprender.
El ciclo escolar en curso inició el 18 de agosto y concluirá el 18 de julio; en el mismo se aprobaron tan sólo 7 fechas como días inhábiles por diferentes efemérides o festividades, la última de las cuales será este viernes 15 de mayo, Día del Maestro; por lo cual el periodo se compone de 208 días, a los cuales se restan además 8 días para sesiones de los consejos técnicos de zona y escolar, por lo que al final quedan 200 días.
Pero lo cierto es que los profesores no desperdician oportunidad de huirle a su responsabilidad, y lo señalo tal cual, sin la hipocresía de las “honrosas excepciones”, sin las consideraciones de que habrá quien sí cumpla con su labor, sin detenerse a considerar que aun existe quien hace de la enseñanza un apostolado de vida; y lo expreso, así, sin cortapisas, porque al final los resultados generales han sido desastrosos para los educandos de toda la República Mexicana, y las excepcionalidades o “garbanzos de libra” poco han logrado hacer, para revertir los resultados finales.
México arrastra generaciones mal educadas, poco interesadas en la lectura, con pésimo desempeño en matemáticas, y aunque los estudiantes pasan por las aulas, la instrucción es a todas luces insuficiente para afrontar un entorno cada vez más competitivo. Y esto tiene que ver no sólo con la mala calidad de los programas o materiales diseñados –baste recordar los garrafales errores ortográficos en los libros de educación básica del año pasado, sino también el tiempo que los niños y jóvenes pasan en la escuela.
A esos 200 días del ciclo escolar, se deben restar los días de carnaval, en el caso de las entidades que llevan a cabo la festividad; las suspensiones que a nivel de las entidades federativas se determinan con cualquier pretexto; y al final las autoridades educativas terminan “de rodillas” ante los “logros sindicales”, las prebendas sacadas a punto de chantaje, o las promesas de que los profesores “repondrán” los días otorgados, dando clases mucho más allá de la fecha de culminación del periodo previsto.
La determinación “reponer” los días de clase al final del ciclo no sólo nunca se cumple, y así arrastramos años de retraso, tanto en calidad como en cantidad; y si acaso el lector duda de ello, baste invitarlo a que esté atento al final del periodo actual, a ver si como padre de familia vuelve a ver a algún profesor en las aulas más allá del 18 de julio.
El problema al final no se trata de que no festejen, de coartar el tiempo de esparcimiento o no favorecer al turismo con los llamados “puentes” de fin de semana; el problema radica en que al final los programas establecidos no se imparten a cabalidad.
Por mucho que se reconozca a aquellos que dedicaron su vida a enseñar; y aun cuando existan ejemplos verdaderamente edificantes de profesores que entregaron mucho más que conocimientos y valores a sus educandos, eso no modificará el enorme rezago educativo del país, menos cuando la autoridad educativa parece testigo mudo ante los “puentes” que los maestros deciden tener.
¡Al maestro con cariño! Pero también con verdad, porque la primera etapa de solución de los problemas es su identificación y dimensionamiento, mucho es pues lo que se ha perdido, y es tiempo por supuesto de soluciones; porque la desgracia se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.
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