(Agencias) Dublín.- Irlanda ha dicho “sí, quiero”. El país católico por antonomasia, donde la homosexualidad era “ilegal” hasta 1993, ha sido el primero del mundo en dar la bendición a los matrimonios gays en un referéndum y por una diferencia inapelable de 20 puntos de ventaja (62% el sí y 37% no). Con el 50% escrutado.
Dublín se convirtió acto seguido en una fiesta arco-iris, con epicentro en el mítico Panti Bar, junto al río Liffey, convertido en un reguero de espumosa Guinness para celebrar la histórica victoria.
“Hemos avanzado mucho camino en poco tiempo, aunque esto no es más que el principio”, aseguraba Adam McGratt, 43 años, arropado por su hermana Jacinta mientras festejaba la victoria.
“Cuando yo tenía 20 años me podían meter en la cárcel, y ahora por fin me puedo casar con mi compañero y darle incluso vueltas a la idea de tener hijos”.
El agonizante recuento a la irlandesa (a la mañana siguiente de la votación y por procedimiento manual) estiró el suspense hasta primera hora de la tarde del sábado. Aunque la victoria se veía venir desde que el ministro de Igualdad Aodhán Ó Ríordáinsaid proclamó a media mañana: “Creo quFuee está ganado”. Poco después escribía este optimista tuit:
La campaña del “no” arrojó prematuramente la toalla y se resignó ante la evidencia. Uno de sus más conspicuos defensores, David Quinn, al frente del Iona Institue, ha reconocido de antemano la derrota: “Felicito a quienes han defendido el “sí” por un trabajo bien hecho”.
“Es un día histórico para Irlanda y vamos a ser un rayo de luz para el resto del mundo”, vaticinó por su parte el ministro de Salud Leo Varadkar, sin necesidad de revelar los datos que maneja el Gobierno.
El laborista Robert Dowds fue el primero en aventurar cuál sería el sería el resultado, a partir del cómputo provisional de varios distritos electoral en Dublín: “Creo que la victoria final será por una clara diferencia, en torno al 69% frente al 31%”.
El líder de Sinn Féin, Gerry Adams, fue uno de los primeros en destacar “la enorme importancia” de la medida que ha sido aprobada sobre todo gracias al impulso del voto joven, que elevó la participación al 70% (la más alta de las consultas populares celebradas en la última década).
La enmienda constitucional que votaron los irlandeses y que reconoce como tal el matrimonio entre dos personas “sin distinción de género” fue impulsada por la coalición de Gobierno entre los cristiano-demócratas de Fine Gael y los Laboristas. El primer ministro Enda Kenny dio su apoyo total a la medida “en el nombre de la igualdad”.
Aunque en más de 20 países son ya legales las bodas gays, la decisión de Irlanda es decididamente histórica. Hace tan sólo 22 años, la homosexualidad estaba considerada como delito en el país de Oscar Wilde, que fue también uno de los últimos en aprobar un ley del divorcio y sigue teniendo la ley del aborto más restrictiva de Europa.
El resultado del referéndum se interpreta también como una “liberación” del yugo del Iglesia Católica, afectada en las dos últimas décadas por el escándalo de la pederastía e incapaz de mantener el control social que secularmente ha ejercido en la sociedad irlandesa.