Señores del poder, hay lugares donde la dignidad nos da valor, donde la mentira ya no tiene cabida, donde sabemos quiénes son ustedes, y hoy nosotros decidimos: no pasarán. Jacinto lo escribió y le dijo a su sobrino Matías – llévale esto al maestro…él sabrá dónde ponerlo-.
El pasado domingo siete de junio, los pobladores de Huautla de Jiménez, municipio de Oaxaca, estaban todos entendidos que no permitirían que se llevaran a cabo las votaciones, no permitirían la ubicación de la casillas y mucho menos le seguirían el juego a instituciones que para ellos no tenían ningún voto de confianza. Si de votar se trata mejor los botaban del lugar, mejor sin ellos y no revivir la farsa que otra vez intentarían perpetrar aquellos que nada oyen, aquellos que sólo ven por sus intereses.
En el estado, en la región los ánimos estaban caldeados, autoridades locales y federales tenían los ojos puestos en Oaxaca, al igual que en Chiapas, Guerrero y otras entidades del sur de la República. Eso lo sabían los habitantes de Huautla y por ello desde la noche del sábado se habían organizado. Juntas, pláticas, estrategias; al calor de las lámparas y la conciencia todo estaba perfectamente planeado. Así acordaron que a la una de la mañana del domingo los profesores de la Sección 22, militantes de distintas organizaciones civiles y un gran número de padres de familia, activistas y vecinos solidarios se enfilarían hacia la carretera federal que da acceso al municipio.
Los integrantes del contingente decretaron alerta máxima. Primero talaron tres enormes árboles para bloquear la carretera, luego con una retroexcavadora derribaron parte de un cerro, colocaron piedras, troncos y más piedras para que el bloqueo adquiriera tintes definitivos de una zona en resistencia.
A las dos y media de la mañana estaban perfectamente pertrechados, había fogatas encendidas, café caliente y muchas ganas de enarbolar la bandera de la dignidad. Fue entonces cuando el maestro Hipólito sacó de su morral unos papeles, tomo una hoja y leyó: “Tras el repliegue del Sector Teotitlán de Flores Magón, en las últimas horas del sábado, un convoy de fuerzas federales compuesto por unos 250 elementos en activo, se enfiló rumbo a la Sierra Mazateca para desarrollar un despliegue en Huautla de Jiménez, operativo que tiene como fin garantizar los comicios en la entidad”.
Aquí tienen sus comicios jijos de su mal dormir –dijo Jacinto agarrándose con desparpajo sus partes nobles-, Matías se levantó pensativo y se fue con otro grupo de jóvenes, ya habían acordado continuar la barricada unos kilómetros más. La primera parada estaba sobre la carretera federal 182 en el poblado de Santa Cruz Acatepec, el camino estrecho y los cruces de senderos les permitiría a los naturales tener una posición de ventaja estratégica, además ellos conocían perfecto la geografía del lugar: la segunda parada con unos veinte bloqueos aproximadamente iba desde Puente de Fierro hasta la entrada a Huautla.
Pláticas entrecortadas, dormiditas alternadas de entre veinte y treinta minutos, más café y cigarros, miradas inyectadas de seguridad y templanza; las horas pasaron y fue a la cinco de la mañana cuando los motores de camiones y pasos, muchos pasos de botas en el entronque carretero anunciaron la presencia de policías federales y efectivos del Ejército Mexicano.
Los grupos armados intentaron rebasar las barricadas, se dieron cuenta que sería difícil, la muralla de árboles, troncos, lodo, tierra, piedras, era casi imposible de sortear, pero la barrera formada por la convicción y conciencia de los mazatecos nadie en este mundo la derribaría.
La policía federal y el contingente del ejército trataban de resolver el crucigrama, se apostaban frente a las huestes en rebeldía, separados por la naturaleza y el carácter indómito, los federales se miraban entre ellos sin atinar a una decisión, y fue entonces, seis de la mañana, cuando las campanas del templo de San Juan Evangelista empezaron a replicar, minutos después por los altavoces representantes de barrios y colonias llamaban a la ciudadanía, convocaban apoyar el principio de soberanía. Surtió efecto, el pueblo estaba enfrentando su historia inmediata y futura. Un grito al unísono:” Váyanse para evitar mayores problemas”.
Al otro día un diario de la zona publicaría: “Los maestros y la comunidad ya se habían organizado para impedir que las fuerzas federales ingresaran a este municipio, único en la zona por su activa participación en movimientos sociales y políticos”.
Flotaba una quietud enmascarada, a las 9:30 los efectivos federales se dispersaron a una distancia aproximada de 200 metros , cerca y lejos del bloqueo, se dispusieron a desayunar.
A las 11:30 ejército y federales volvieron a tomar posiciones…”váyanse para evitar mayores problemas”…se dieron cuenta que la comunidad estaba toda; ante la superioridad numérica y moral de los mazatecas, después de cinco horas milicia y policía emprendieron la retirada.
No era un triunfo, no había batalla, simplemente era una manera de difundir un mensaje de honor, dignidad, equidad y respeto para nuestro pueblo, principios que los gobernantes han olvidado.