CARNAVAL DE POESÍA

por Víctor M. Navarro

Primero.Las máquinas simples de José Luis Bobadilla, publicado por Fondo Editorial Tierra Adentro.

La poesía siempre es reflexión y la reflexión no siempre es poesía. Si la poesía no es reflexión no es poesía.Desde el momento en que la poesía es lenguaje organizado, la reflexión nos lleva a la belleza, a la esencia y al descubrimiento continuo.

Escribe el poeta: No a la facilidad ni al descuido”; Bobadilla nos entrega un libro que en su gran mayoría es un logrado discurso poético.Viaja con gran verosimilitud de la imagen al juego continuo del lenguaje y la inteligencia.

Las máquinas simples es un libro conformado por textos precisos e incisivos, al autor sabe y lo comparte que la poesía es un bien común enriquecedor e inasible, dice: “Escribir poemas es similar al acto colectivo de la caza primitiva del mamut/ hombres intentando apoderarse del sustento”, y por sustento entendemos todo aquello que la da al ser humano razón de ser y existir.

En una primera lectura Las máquinas…es un libro que sorprende, se advierte un trabajo meticuloso, un persistente cincelar de los nombrado, imágenes y estampas que subyugan y seducen, cito: ”la oscuridad rajada por un filo de luna”, “ el zumbido de las abejas/ engarzándose/ al pabellón de la oreja”, “ respiran suave dos torax ajustados” y así cantamos “el poema/ un tronco único”.

En poesía – Williams lo dijo- la maquinaria embona- se sincroniza con el mundo interior-…”

Las máquinas simples es un loable ejercicio escritural, hay tropezones, algunas disonancias, empacho literario, pero sin duda hay pasión y amor por la poesía.

El impulso poético tiene algo de grifo- se abre-luego regula el flujo- cerrarlo”.

Segundo.- Tenues sombras del viejo amor de Kim Kwang-Kyu, Editorial Verbum.

Poco sabemos de la poesía coreana contemporánea, poco de esa comunión de naturaleza, espíritu oriental, ciudades hiper-pobladas y una lengua que desde sus orígenes le canta a la vida y diluye su conciencia en los elementos vitales.

La ironía, el tono coloquial, la conciencia política, el amor por la tierra y las manos que la labran, son elementos sustanciales de la poética de Kwang-Kyu, poeta nacido en 1941, investigador, catedrático y traductor de Kafka y poetas alemanes al coreano.

De la ternura el verbo viaja a la conmoción y el designio: “¿De dónde vendrá, / al fin y al cabo,/ el inagotable corazón de los niños?/ No echan raíces en la tierra/ No rozan la tierra/ Saltan y crecen/ ¿De dónde será/ su cuerpo brioso/ y su efervescente vitalidad?”

Claridad en el verbo y la conciencia, visión de un futuro incierto o una realidad que va de lo sutil a lo lacerante: “Los hombre andan precariamente en sólo dos pies./ De su infinita sed preparan tragos fuertes y beben./ Imitan al agua formando dioses./ Extraen petróleo traicionando el agua./ De día mueven sus músculos sonriendo./ De noche se encuentra en parejas, hacen juegos torpes/ y lavan sus cuerpos sucios de nuevo en agua.”

La poesía es la necesaria reflexión de los que somos o lo que seremos: “Desde el principio siempre hemos creído/ semejarnos a Dios/ o que Dios se nos semejaba.”

El poeta absorbe las estaciones de la vida y las estaciones del alma: “Cómo será aplazar todo de mi mente/ para mirar sólo el caqui, / permanecer sentado o de pie en un sitio/ Cómo será/ unirse así por un instante al otoño.”

Y así el poeta en su más pura integridad se detiene en lo que todo mundo, todo hombre o mujer ha pensado o cuestionado, el tránsito por la vida, el designio de la muerte, el polvo ( de huesos) enamorado que seremos: “Al ver en una radioscopía/ los huesos que sostienen mi cuerpo/ no parecían pertenecerme./ Los huesos que sostienen mi cuerpo/ serán polvo al final/ y se volverán a acumular en algún sitio/ por algún lugar como polvo, ya no mío”.

Tercero.- LAS CUENTAS DE LA ILIADA Y OTRAS CUENTAS de Luis Miguel Aguilar, editado por Universidad Autónoma Metropolitana, Colección Mascarón.

Ulises nunca tuvo en cuenta o se dio cuenta, que le harían sus cuentas, que pagaría la cuenta de lo que en sus historias cuenta y eso es lo que cuenta.

Estas cuentas arrancan en la colonia Condesa o cerca, allí donde los hombres hacen revistas, escriben, leen poesía y hacen cuentas de lo que en esta vida cuenta.

Re-lectura del clásico, actualización y pasión por La Iliada y su inagotable riqueza narrativa, poética y existencial, este libro de Luis Miguel Aguilar es una portentosa aventura del lenguaje y un homenaje a la lectura.

Dijo Auden/ Que la mayor prueba para un crítico literario/ Merecedor de ese título, era tolerar/ Sin hastío las genealogías de la Biblia o,/ Digamos, el catálogo de naves/ En la Ilíada./ No sé/ Si toleré/ Tal catálogo porque solo tengo/ La cuentas:…”

Todos los personajes, todas las acciones, todas la pasiones están presentes en este libro que consta, como lo dice autor, de 24 partes y cinco interludios; “lo primero no resulta

casual: son los mismos libros o capítulos o rapsodias en que, si no conté mal, se divide la Ilíada: “Y en la Ilíada/ Las avispas/ Son llamadas/ Una vez/ De talle dúctil…Una vez

Néstor/ Suave en el habla/ Y así era yo/ Si es que este pasado/ Alguna vez ocurrió/ Y esta irrealidad/ Nos contamina de realidad”.

En la presentación de este libro, el poeta Roberto Diego Ortega puntualiza: La poesía de Luis Miguel Aguilar es una entidad insólita de nuestro panorama literario. Sus versos fluyen con la soltura que logra, sin engolamientos ni rodeos, desarrollar la novedad de sus enfoques.Por su parte en Las cuentas de La Ilíada persiste la dimensión primigenia del verso, el desarrollo de un hilo narrativo –así como la obra de Homero guarda el eco de la tradición oral que la antecede y alimenta-, resuelto por un tono que Aguilar llama un “verso de conversación”.

Cuando alguien sueña/ Que escribe, el cáncer se detiene/ Por un momento./ Y más: si sueña/ Que canta, tiene una segunda/ Rampa en ascenso de vida/ Ante la muerte.”

Deja tu comentario