La Serena, Chile, 15 jun (PL) En tiempos de Copa América de Fútbol, es imposible evitar la comparación de Argentina con el Barcelona, dos escuadras que juegan con un sistema táctico similar y cuentan con la inestimable presencia del mejor futbolista del mundo, Lionel Messi.
Todo parte del 4-3-3, sin duda, el sistema más atractivo en el fútbol moderno, el que adoran todas las hinchadas: ataque y más ataque, virtuosismo sobre catenaccio (sistema ultradefensivo optimizado por los italianos), ingeniería versus demolición, amor contra odio.
Ahora, en la Copa América de Chile-2015, la selección argentina exhibe esa táctica como estandarte. Sin embargo, el patinazo contra Paraguay en su primera presentación en el torneo (saldado con empate 2-2) encendió las alarmas.
Argentina y el Barcelona despliegan ese fútbol con tres delanteros, pero el entrenador de la albiceleste Gerardo Martino todavía no encuentra la tecla, el equilibrio para evitar descompensaciones como la observada en el partido contra los guaraníes, en el cual perdieron una ventaja de dos goles.
Martino debe aprender de Luis Enrique, el técnico del Barça, muy criticado al principio de la temporada pero finalmente canonizado tras la conquista del triplete de títulos de Liga de España, Copa del Rey y Champions de Europa.
Luis Enrique supo equilibrar el juego del Barça, dio con la clave para atacar y defender en bloque, explotó al máximo a Messi pero no por arte de magia, sino a través de un esquema coherente a su alrededor y una presión extenuante en la recuperación del balón.
Ese equilibrio convirtió al Barcelona en un equipo invencible, intratable, algo que Martino está lejos de lograr con Argentina y que, por cierto, tampoco pudo conseguir en la campaña 2013-2014 cuando llevó las riendas del mismísimo club azulgrana.
La Argentina de Martino peca de indolente en la recuperación, igual que su Barcelona, aquel que se fue sin títulos pese a contar con Messi, Neymar, Xavi, Iniesta, Busquets y otras enormes luminarias del fútbol mundial.
El estratega argentino tiene poco tiempo para seducir a Ángel Di María, Sergio Agüero, Ever Banega y Javier Pastore con la idea de presionar e implicarse en labores defensivas, sino observaremos como naufraga una vez más la albiceleste y Messi paga los platos rotos.
Mañana, la albiceleste enfrentará a un enemigo de armas tomar, Uruguay, el vigente campeón de la Copa América, un equipo rocoso como el que más, capaz de plantar batalla a cualquier gigante.
Todos los argentinos esperan un milagro de Messi, uno más, pero la realidad demuestra que la pizarra del entrenador es tan o más determinante (solo recordar los cambios realizados contra Paraguay, una oda al desconcierto).
Si Martino permite que reine la anarquía y el individualismo entonces Argentina volverá llorar, como en el Mundial del año pasado cuando perdió en la final, como desde 1993 cuando conquistó su último título grande.
Messi: de Martino a Luis Enrique, de Argentina al Barcelona
Por Damián Trujillo