La Habana (PL) Una gran cantidad de estadounidenses considera el bipartidismo representado en Washington como una democracia disfrazada en la que muchas veces deciden cabilderos y políticos sin escrúpulos.
Tal vez eso demuestre por qué el índice de aprobación del trabajo del Congreso sea tan pobre. El último promedio aireado por el sitio digital RealClearPolitics indica 17,2 por ciento de aprobación contra el 73,8 de desaprobación.
Recientemente un juez de distrito en Nueva Jersey, William H. Walls, decidió que el senador estadounidense Robert Menéndez fuera juzgado en ese estado y no en la capital federal, hacia donde su defensa quería mover una acusación por cargos de corrupción.
Walls desestimó una serie de argumentos de la defensa, incluyendo que la mayoría de las presuntas acciones ilegales ocurrieron en Washington.
El abogado de Menéndez, Abbe Lowell, argumentó que la capital fue el centro neurálgico y de gravedad del caso. El núcleo de éste es que el senador vendió su oficina, la cual se encuentra en Washington DC, dijo.
Menéndez, un demócrata que vive en Paramus, y Salomon Melgen, un oftalmólogo de Florida, fueron acusados el 1 de abril por cargos de corrupción relacionados con cerca de un millón de dólares en donaciones y contribuciones de campaña que el médico dio al legislador entre 2006-2013, incluidos vuelos en jet privado de Melgen y el pago de vacaciones en París.
El político y Melgen están acusados de asociación ilícita,
cohecho, fraude de servicios y de violar la Ley de Viajes. Ambos se han declarado inocentes.
El senador insiste en que el dinero y los viajes eran simplemente regalos de un viejo amigo, y que no están asociados a favores políticos.
Esto no es la asociación a un mal endémico en el país, sino una muestra de algo que se convirtió en sistémico en la capital de una nación, donde legisladores, políticos y cabilderos engordan sus arcas a costa de la población.
Según Mike Wilson, de Danbury, Connecticut, tal vez un miembro más de la mayoría crítica de estas prácticas, eso nunca va a cambiar. Las personas con dinero son codiciosas y están dispuestas a sobornar a funcionarios del gobierno para que cumplan sus órdenes.
Los políticos son débiles, sólo quieren dinero, dinero, dinero y permanecer en el cargo para siempre, señaló.
Otra opinión de lo que sucede en la capital estadounidense es ilustrada con un comentario que indica que los cabilderos y los políticos trabajan para los zorros que corren en el gallinero, no se puede imaginar a ninguno de ellos dispuestos a cambiar las reglas a favor de los pollos (la mayoría de la población).
Un articulo de opinión publicado en el diario The New York Times abordó el grado y el alcance de la corrupción política en Washington DC, algo que para muchos es un mal crónico, donde poder y dinero se concentran en la parte alta de la pirámide.
Analistas del tema señalan que la influencia del dinero pasó
desde hace mucho tiempo a un primer plano relegando a una posición secundaria el debate político y el diálogo.
En su comentario sobre el problema el Times sostiene que el centro de la capital estadounidense se convirtió en un mercado de lujo, alimentándose de los hombres y mujeres ricamente pagados que representan con éxito la agenda política del sector empresarial.
Cita el caso de un grupo radicado a pocas cuadras del Capitolio, el de Tony Podesta, uno de los más alto lobbistas aquí, quien ganó 25.1 millones dólares en honorarios de cabildeo el año pasado, más otros 10 millones por su trabajo de relaciones públicas.
En 2014, Lee Drutman, investigador principal de New America,
realizó un estudio para la Fundación Sunlight que reveló que había 799 cabilderos de Washington registrados cuyos honorarios durante al menos un año entre 1998 y 2012 superó un millón de dólares.
Según el Times el negocio de «influir » en el gobierno creció a medida que se hace más lucrativo y también refleja la diferencia racial.
Así el ingreso en un hogar de blancos creció en un 71 por ciento en el Distrito de Columbia de 2000 a 2013, casi tres veces más rápido que el crecimiento de los ingresos de un hogar de población negra, al 25,1 por ciento, cuya población disminuye mientras aumentan los blancos.
Al reflejar la opulencia que se vive en la capital federal, el Times señala que residentes en esa ciudad, muchos miembros de la industria de la influencia, pueden estar dispuestos a pagar 66 dólares por un filete con hueso aunque la mayoría de ellos sería hostil a un aumento en la tasa de impuesto sobre la renta marginal superior, lo que elevaría los ingresos y reduciría la desigualdad.
Las evidencias indican que la capital estadounidense se convirtió en un gran mercado donde el dinero de las empresas y de intereses especiales compran políticos, legisladores y leyes.
En ese sentido medios de prensa comentan la inclinación de la mayoría de los candidatos a favorecer a un empresario que le da un cheque por un millón de dólares antes que a un estadounidense común que poco puede ofrecer de su menguado salario.
Mirando esto, no es por gusto que muchos votantes hoy miran con recelo a los candidatos a la presidencia del país muy relacionados con Washington, donde se hace evidente el clientelismo político.
Votantes en EE.UU. rechazan a políticos de Washington
Por Luis Beatón