Ni el Papa se salva de la guerra mediática

Por Stella Calloni

Buenos Aires (PL) En marzo de 2014 el Papa Francisco advirtió en Roma que la desinformación «es el peor pecado de los medios», durante un encuentro con representantes de televisoras, radios y medios católicos de Italia, y en su gira reciente por tres países latinoamericanos, Ecuador, Bolivia y Paraguay, fue víctima de aquellos que consideró «pecadores» mediáticos.
El manejo de los periodistas de los medios del poder monopólico en Argentina fue un modelo del «pecado de la desinformación».
Uno de los ejemplos más estremecedores fue la utilización de que se hizo del crucifijo que entregó el presidente de Bolivia, Evo Morales, al Papa, donde la figura de Cristo estaba sostenida por un martillo arriba y una hoz abajo.
Toda la red de los medios del poder hegemónico usó este tema, tratando de desacreditar a Morales y por supuesto al mismo Papa.
Lo que nadie dijo es que el presidente boliviano le explicó al Papa que ese crucifijo era una réplica del que había pertenecido al padre Luis Espinal, un cura jesuita español que se había radicado en Bolivia y fue asesinado por la dictadura boliviana en 1980. Para Espinal la síntesis real era un martillo, como representación del trabajo obrero, una hoz de campesino.
El Sumo Pontífice murmuró «no sabía eso», frase cambiada y reinterpretada en varios medios, que no registraron la emoción de Francisco.
A Espinal lo llamaban «Lucho» y era sacerdote de la misma orden jesuita a la que pertenece el Papa. Era un sacerdote de vasta cultura, escritor, cineasta, dedicado a los pobres, a las víctimas de la injusticia y la persecución.
El sacerdote Eduardo De la Serna -de la Opción por los pobres- recordaba que en su pueblo natal Cataluña, Espinal tuvo una «interesante y convulsionada vida durante el franquismo», al que enfrentó. «Fue uno de los fundadores de la importante revista Selecciones de Teología, pero desde 1964 se dedicó al periodismo trabajando incluso en la Televisión española».
Añade que en 1968 fue contratado por la Universidad Católica de Bolivia para hacerse cargo de una cátedra y que tuvo una intensa actividad social, por lo cual los gobiernos dictatoriales bolivianos comenzaron a acusarlo de «izquierdista».
En 1970 obtuvo la ciudadanía, pero cuando el general Hugo Banzer dio el golpe de Estado en 1971, Espinal fue expulsado de la TV Boliviana.
Desde entonces escribía columnas de cine en el matutino Presencia y notas de reflexión en el vespertino Última Hora y coordinó la radio Fides. En todo ese tiempo fue varias veces censurado, también detenido, como otros perseguidos políticos o críticos de la dictadura.
En 1977 participó de una huelga de hambre junto a cuatro mujeres mineras -Aurora de Lora, Nelly Paniagua, Angélica Flores y Luzmila de Pimentel- que exigían al dictador prácticamente poner fin a la dictadura, lo que fue un detonante que estalló en por lo menos dos mil piquetes de huelga en todo Bolivia. Banzer terminó renunciando. Y Espinal pagaría con su vida tres años después.
A la caída de Banzer le sucedió el general Juan Pereda Asbún (1978), su delfín, quien gobernó 126 días. A su vez sucedió a este su camarada David Padilla Arancibia (1978-1979) 257 días.
Fue una increíble sucesión ya que en 1979 asumió el abogado nacionalista Walter Guevara Arze, quien duró sólo 85 días. Lo reemplazó el coronel Alberto Natusch Busch, que gobernó sólo 15 días y llegó al gobierno Lidia Gueiler Tejada, que intentó dar pasos más profundos pero sólo perduró 244 días, hasta el nuevo golpe de Luis García Meza y Luis Arce Gómez (17 de julio de 1980), su ministro del Interior, que ya manejaba grupos paramilitares y fue partícipe de la Operación Cóndor, junto a militares argentinos, quienes fueron a colaborar con el golpe y la represión.
Meses antes del golpe del 17 de julio, algunos actos ya advertían sobre lo que iba a ser la dictadura de García Meza. «En febrero de 1980 fue colocada una bomba en las oficinas del semanario Aquí, el medio impreso más crítico hacia las dictaduras», recuerda la periodista y ex trabajadora de ese periódico Lupe Cajías.
Varios medios de comunicación fueron cerrados y actuaban grupos paramilitares y parapoliciales. «El director del semanario -que comenzó a circular en marzo de 1979- era el padre jesuita Luis Espinal y también un defensor tenaz de la democracia boliviana, al gestionar que el Arzobispado alojara a las cinco mujeres mineras que iniciaron la huelga de hambre que derrocó a Banzer», señala el escritor Víctor Codina.
Añade que Espinal fue secuestrado por varios sujetos en un jeep cuando salió del cine 6 de agosto, donde vio -curiosamente- Los Desalmados el 21 de marzo de 1980. Todo fue maquinado por Arce Gómez.
Cuatro desconocidos lo secuestraron y lo llevaron en un jeep, y al amanecer del 22 de marzo un campesino encontró su cadáver con terribles rastros de torturas. Todos los analistas entendieron que detrás de este asesinato estaban García Meza y Arce Gómez. El primero acusaría directamente al segundo por este crimen cuando fue entrevistado ya detenido en estos nuevos tiempos de búsqueda de justicia.
Curiosamente este asesinato no trascendió y los analistas bolivianos señalan que esto sucedió porque la dictadura de García Meza tenía el apoyo directo de la dictadura argentina y porque sólo dos días después, el 24 de marzo, fue asesinado en El Salvador Monseñor Oscar Arnulfo Romero, ahora beatificado por el Papa.
Pero sí se calculó que unas 80 mil personas asistieron al entierro del «Padre Lucho», lo que da la dimensión del reconocimiento del pueblo boliviano a la tarea del sacerdote jesuita.
Espinal es a Bolivia lo que Monseñor Romero significó en El Salvador.
Al finalizar la huelga de hambre en 1977 sostuvo que «para enmarcar mi experiencia política durante estos días, he de aclarar dos hechos. Primero: mi condición de intelectual pequeñoburgués, que de pronto se siente plenamente inmerso en una experiencia histórica, plenamente popular y revolucionaria. Tal vez, por primera vez, he sido útil para mi pueblo. Segundo: mi condición de boliviano (siempre atacado por el gobierno como extranjero indeseable) y que se encuentra aceptado por el pueblo. Morir por un pueblo puede dar más carta de ciudadanía que nacer en un pueblo». Esa era la voz de un verdadero pastor de su pueblo, como se consideraba Monseñor Romero.
Al salir de Bolivia, camino al Aeropuerto Internacional de El Alto y la ciudad de La Paz, el Papa se detuvo a rezar en el lugar donde fue encontrado el cuerpo asesinado y torturado de Luis Espinal.
«Me detuve acá para saludarlos y sobre todo para recordar, recordar a un hermano, a un hermano nuestro víctima de intereses que no querían que se luchara por la libertad de Bolivia. El padre Espinal predicó el evangelio y ese evangelio molestó y por eso le eliminaron. Hagamos un minuto de silencio en oración y después recemos todos juntos», dijo Francisco.

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