LO QUE NOS QUEDA DE PRESIDENTE

Por Fernando Urbano Castillo Pacheco

Benjamin Franklin decía que «quien es bueno para dar excusas, rara vez es bueno para algo más».

Sin duda, las palabras del científico y político norteamericano encierran una gran verdad y estoy seguro que esto quedará claro, si analizamos la gestión del presidente Peña Nieto durante el tercer año de su gobierno.

El discurso está lleno de excusas y no hay mucho más que se pueda informar.

El tercer año de la gestión de Peña Nieto tiene las marcas de la impunidad, la sangre, la pobreza, la corrupción y la incompetencia. Es el año en que el presidente perdió el disfraz y pasó de ser ese estadista que parecía que haría suceder las cosas, a ser un hombre pequeño que permite que las cosas le sucedan a él.

El tercer informe de gobierno llevará los sellos de lo que ha sido esta administración: la excusa, la disculpa y la promesa.

El presidente nos debe respuestas porque no habla del México real, que sufre, que tiene hambre y miedo. El discurso podrá estar bien elaborado, pero está plagado de verdades a medias.

Más que la autoalabanza, se requiere la autocrítica como elemento indispensable para hacer frente a las nuevas circunstancias y desafíos que tiene el país.

Los cambios en el equipo, además de incomprensibles, no sirven para enderezar el rumbo si no hay un cambio de estrategia. Si el plan de vuelo no lleva a algún lado, no se encontrará el destino cambiando a la tripulación.

Enrique Peña Nieto llega a su tercer informe con muchas cuentas pendientes que exigen respuestas reales.

El México en paz, necesita de acciones para sancionar a los responsables de los casos de Iguala, Tlatlaya, Apatzingán, Tanhuato y Ostula, porque la impunidad y la farsa permitirán que, de seguir así, las fuerzas armadas se conviertan en una gavilla de asesinos y las fuerzas de seguridad sean una pandilla de sicarios.

El presidente debe cuentas respecto a la evasión de Joaquín Guzmán Loera, «el Chapo», pues la detención de solo dos servidores públicos menores muestra que la investigación se hace para ocultar responsables, no para descubrir la verdad.

El presidente debe reconocer las fallas proponiendo la enmienda. Hay que salir de la farsa logrando que las investigaciones de la autoridad dejen de ser verdaderas puestas en escena.

En el caso de sus casas, las disculpas del presidente y del secretario de Hacienda son innecesarias y hasta absurdas, porque lo que la ciudadanía necesita es una muestra de que el gobierno puede hacer una investigación seria con resultados creíbles, no que para satisfacer al pueblo se hace el montaje de la investigación del conflicto de intereses con un subordinado que de inicio, al investigar a su jefe, ya está en un conflicto de intereses.

El presidente habrá de rendir cuentas del aumento en el número pobres reconociendo el fracaso de su política social como paso inicial del cambio de estrategia. No se puede seguir con proyectos y programas con los que se tardarán 164 años para garantizar el acceso a la alimentación, por ejemplo; o 78 años para tener acceso a vivienda de calidad o, peor aún, 664 años para abatir el rezago educativo.

El presidente nos debe una explicación del aumento en el número de pobres y del porqué se han usado tantos miles de millones de pesos en administrar la pobreza y no en combatirla, así como nos debe explicar el porqué seguir manteniendo programas asistencialistas que no erradican la pobreza, pues lejos de fomentar el crecimiento económico, hacen dependientes a los beneficiarios, mientras generan una obesa y costosa burocracia.

La deuda del presidente está en los números. De la promesa de un país con dinamismo y crecimiento económico tenemos los mediocres resultados de un crecimiento en 2014 de 2.1% y que por los analistas se espera un crecimiento de 2.2% para el 2015, mientras que el pronóstico del gobierno se sitúa en 2.8%.

Los mexicanos queremos saber en dónde está el dinamismo económico que menciona el presidente, pues los resultados lo desmienten. No hay un sector exportador fuerte si el déficit comercial del segundo trimestre de 2015 fue de 2,267 millones de dólares, 126% mayor que en el mismo periodo de 2014.

El presidente Peña Nieto debería explicar en dónde quedaron los beneficios de sus visitas a 28 naciones y demostrar que no fue turismo familiar y de Estado, porque si nos vamos a los números, tan solo hacia China, con quien se buscaba mayor intercambio comercial, las exportaciones cayeron, respecto al mismo periodo del año anterior, 23.6% en el primer semestre de 2015, mientras que las importaciones deproductos de ese país asiático, aumentaron 8.5% en el mismo periodo.

De la meta de atraer 600 mil turistas chinos cada año, en 2014 sólo llegaron 75 mil, muy por debajo de la meta trazada por el gobierno.

Respecto al resto del mundo, excluyendo a Estados Unidos, las exportaciones no petroleras mexicanas cayeron a julio 2015 3.7% respecto al mismo mes de 2014.

Si el presidente quiere hablar de la Cruzada contra el Hambre de ese 60% de impacto en la población objetivo, debe aclarar que los niveles de nutrición no son los adecuados. En los niños beneficiados, la talla no corresponde a su edad, por mencionar un indicador.

Nos debe el presidente la explicación de porqué el desarrollo no llega a todo el país. Porqué la desigualdad por entidades, así como explicar que el 61.1% de los habitantes de zonas rurales tenga alguna carencia social.

Enrique Peña Nieto debe reconocer que el sexenio está entrando en una zona tenebrosa y tomar medidas al respecto.

Alguna vez leí que alguien escribió: «Si haces lo que siempre has hecho, no llegarás más lejos de donde siempre has llegado». Es urgente un cambio de rumbo, pues pensar en continuar con finanzas públicas que se sostienen con déficit y presumiendo una baja inflación sin reconocer que es consecuencia de la pobre actividad económica, es vivir en la mentira y engrandeciéndose con la farsa. El presidente debe explicar porqué los que sí saben, simplemente no pueden.

El tercer informe de gobierno, tradicionalmente nos mostraba al presidente encumbrado en la plenitud del poder, sin embargo, en el caso de Peña Nieto, este momento lo desnuda en su verdadera dimensión.

Al presidente se le puede describir hoy, en los mismos términos en que Martín Luis Guzmán describía a Álvaro Obregón, en El águila y la serpiente: Sus ideas,, sus creencias, sus sentimientos son como los del mundo del teatro, para brillar frente a un público: carecen de toda raíz, de toda realidad interior. Es en el sentido directo de la palabra, un farsante.»

El hombre que creía que estaba salvando a México ha conocido bien pronto el abismo al que se ha precipitado y hoy se ve vacilante, contradictorio y aturdido. Se aferra a sus políticas no por efectivas sino por suyas. Hoy vemos que ese hombre que da excusas, sin dar para más, es lo que nos queda de presidente.

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