EL PATRIMONIO VIVO: AFROCULTURA Y GASTRONOMÍA EN LAS INVESTIGACIONES DEL INAH

por Victor M Navarro

La diversidad cultural, lingüística y étnica del país es el corazón del patrimonio vivo de México, señaló Diego Prieto, coordinador nacional de Antropología, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Una de las contribuciones del INAH en el campo del patrimonio intangible ha sido enfatizar el estudio de los pueblos afrodescendientes y valorar sus aportaciones históricas y culturales. Muchas de estas poblaciones africanas fueron traídas en condición de esclavitud para desarrollar trabajos muy pesados, pero llegaron a América con su música, su comida, su sensibilidad y sensualidad, señaló el antropólogo.
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Durante siglos se habló que los mexicanos descendían de indígenas y europeos; en particular se destaca el aporte español, pero la tercera raíz es de importancia mayor, como lo acreditan antropólogos de la talla de Gonzalo Aguirre Beltrán (1908-1996), dijo.
Por su relevancia, desde hace 20 años el INAH abrió la brecha con investigaciones sobre estas poblaciones en México, logrando el reconocimiento nacional e internacional. Durante 15 años fue la única instancia en realizar este tipo de estudios; luego se sumaron la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autónoma Metropolitana.

Otra temática que impulsa el INAH es la gastronomía. La cocina juega un papel central en la identidad de un pueblo, porque se relaciona con la alimentación no sólo para la subsistencia, sino considerando su índole simbólica, resaltó Diego Prieto.
Lo inmaterial de la cocina está en el conjunto de saberes, sabores, sentidos y la convivencia cotidiana. La costumbres culinarias festivas y celebratorias , tanto en la colecta de los insumos y preparación de alimentos como en el consumo.
Ejemplos de ello en contextos celebratorios son el pan de fiesta, el mole, las tortillas ceremoniales de los pueblos otomíes que destacan por sus coloridos diseños en los que plasman las vivencias y creencias, grabadas sobre la masa de maíz con moldes de madera heredados de una generación. En el ciclo ritual y las festividades comunitarias, la comida guarda un sentido profundamente ceremonial.
A fin de reconocer la importancia que tienen los portadores del patrimonio vivo de México, el 3 de septiembre da inicio en Cuernavaca, Morelos, el III Congreso Internacional sobre Experiencias en la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial, convocado y organizado por el INAH. Dada su relevancia, otras instituciones, como la UNAM y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, han sumado su colaboración.

En el III Coloquio participan destacados antropólogos, quienes a través de largas temporadas de acercamiento y trabajo etnográfico han estudiado las formas de cultura viva desarrollada y conservada por las comunidades indígenas del país, como la danza, la música, la comida, los rituales, la elaboración de indumentaria, entre otras.

Con base en el trabajo etnográfico se reactivó la celebración de las ofrendas agrícolas de Olinalá, Guerrero, durante la fiesta de San Francisco de Asís, celebrada el 4 de octubre. Para las antropólogas, el significado de esta festividad se encuentra en los códices, donde Tláloc está representado con un mazuchil (manojo de flores). Estas ofrendas las hacían los tigres o tecuanis, quienes se las otorgaban a los dioses para que proveyeran de lluvias a la zona, pero hubo un tiempo cuando la Danza de los Tecuanis dejó de realizarse y la gente no conocía el significado de los mazuchiles.

La investigadora Yesenia Peña ha abordado de manera intensa la cocina indígena del Valle del Mezquital, incluso con una publicación con recetas dictadas por las propias cocineras tradicionales, quienes dan a conocer el increíble universo de los insectos y las plantas de una región desértica donde aparentemente no existe alimento.
Sobresalen los estudios de Rosa María Marcué sobre el uso ritual de los chiles en las ofrendas agrícolas de los campesinos de Olinalá, Guerrero, o las celebraciones de los teenek de la Huasteca Potosina, con quienes el antropólogo César Hernández ha pasado gran tiempo intentando entender el universo simbólico y ceremonial de ese pueblo.

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