Niñas madres: ¿Quién cuida a quién?

Por Nubia Piqueras Grosso

Panamá, (PL) Sharai e Idaliris son apenas dos de las cuatro mil 323 panameñas de entre 10 y 19 años que sin darse cuenta dejaron de ser niñas para convertirse en mujer, y asumir el difícil rol de ser mamá. Sin terminar sus estudios básicos, con cuerpos apenas preparados para concebir una criatura y sin ningún conocimiento de cómo educarlas, ellas asumen hoy una responsabilidad que las tomó por sorpresa y que cambió sus vidas para siempre.
Atrás quedaron sueños, proyectos y deseos por cumplir, porque pese a tener el apoyo de su familia y parejas, adolescentes también, ya nada es igual.
Ahora, a sus escasos 16 años, intentan proteger a sus bebés para que sean «mejores personas», cuando «a nuestra edad todavía necesitamos el cuidado de nuestros padres», refirió Idaliris.
Según cifras oficiales, cada 49 minutos una niña queda embarazada en Panamá, y lo que es peor, el 75 por ciento de ellas no asiste a la escuela, la abandona o no regresan por falta de apoyo o por temor a las críticas de sus profesores y compañeros.
Esa situación contrasta con la letra de la Ley 29, la cual establece que el Ministerio de Educación debe garantizar que las menores embarazadas permanezcan en el sistema educativo.
La falta de comunicación entre padres e hijos, los falsos cánones religiosos, el tabú de asumir la sexualidad como asignatura curricular y la ausencia de preparación entre los profesores para aceptar este reto son algunos de los factores que inciden en las alarmantes cifras.
A ellos se suman otros no menos importantes como la desintegración familiar, la pobreza, la falta de oportunidades, la violencia y el abuso sexual.
La mayoría de las madres adolescentes son pobres, que de esta forma profundizan su condición y exclusión, además de pertenecer a hogares disfuncionales, comunidades indígenas y negras, precisó el sociólogo Alexander Allene.
En las comarcas de los pueblos originarios la mortalidad materna va en ascenso, al igual que los hijos no deseados, debido a la falta de orientación, expresó la líder comunitaria Ngabe Buglé Eyra Carrera.
Ingredientes a los que se adicionan otro dos comunes para toda la sociedad panameña: el cultural y religioso.
«Los católicos panameños no pueden seguir insistiendo en que esto (educación sexual) atenta contra las convicciones religiosas, porque el Papa es el primero que ha dicho creer en un estado laico. Esto es un problema social y de salud pública, que nada tiene que ver con la religión», aseguró el analista Jorge Eduardo Ritter.
Es hora, dijo, de ponerle coto a esta tragedia con rostro humano, que trae aparejados otros fenómenos tan graves como la prostitución.
Mientras, algunas como Carmen aspiran a llegar a la universidad y tener un empleo para darles una buena vida a su hija y a ella misma; otras como Maruquel están condenadas a vivir un círculo repetitivo de pobreza y desesperanza por falta de apoyo familiar y de sus parejas.
Ante esta dramática realidad emerge Las Claras, un centro creado por la Fundación Voces Vitales que busca, a través de una educación integral, rescatar a la menor de su condición de vulnerabilidad y darle la oportunidad de salir adelante en compañía de su bebé.
Sin embargo, su pequeña capacidad para acoger a solo 20 adolescentes resulta una alarma roja ante las miles que todavía no encuentran abrigo y orientación ante la falta de políticas públicas, como señalan algunos expertos.
QUÉ HACER?
Luego de cinco años de total silencio sobre el tema en el anterior Gobierno y de varios intentos frustrados por aprobar en el Parlamento una ley referida a la educación sexual y la salud reproductiva, hoy parece que el viento sopla a favor de los que exigen poner un freno a este fenómeno social y de salud.
Al respecto, la presidenta de la Fundación Voces Vitales, Gisella Álvarez, aseguró que urge un enfoque integral de cómo atender y de qué oportunidades tienen las niñas, en tanto no podemos pretender que una legislación y la educación lo resuelvan todo.
Estándares mundiales ubican en 11 por ciento el embarazo adolescente; sin embargo, Panamá ya se acerca al 30, en una población que no llega a los cuatro millones de habitantes, lo cual dice mucho del papel que deben jugar en este contexto la familia, la sociedad y la escuela.
A juicio del viceministro de Educación Carlos Staff, actualmente existe en el país una voluntad política para enfrentar este asunto, el cual está asociado a la falta de información y formación.
«No podemos esperar a que exista una ley para iniciar el abordaje de dicho tema, por ello ya se dan algunos pasos en la capacitación de los profesores y en la introducción de la educación sexual en el currículo escolar, porque la sexualidad debe verse con un enfoque de dignidad y respeto al ser humano», apuntó.
«Debemos retomar el concepto de familia en su mejor expresión, pero mientras no lleguemos a ese punto hay que buscar otras alternativas, porque las estadísticas son dramáticas y no tenemos tiempo para reconstruir ese espacio.
«Sin renunciar a ello, debemos ver cuanto antes como disminuimos o hacemos desaparecer esas cinco niñas que, según las estadísticas, salen embarazadas por día», aseveró.
Por su parte, el funcionario del Ministerio de Salud Max Ramírez reconoció que actualmente existe un programa de atención a la adolescencia, que consiste en capacitar a adolescentes para que estos hagan lo mismo con otros semejantes, porque «los silencios tienen graves consecuencias».
Urge revisar los programas y políticas de las instituciones a fin de lograr una ley integrar de niñez y adolescencia, apuntó.
«El embarazo adolescente limita proyectos de vida, de ahí la importancia de una educación integral, de calidad e inclusiva en el tema de la sexualidad, basada en valores, principios y competencias» señaló Edilma Berrío, del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
«Con ley o sin ella es urgente desarrollar en los colegios programas que ayuden a los jóvenes a retrasar el inicio de las relaciones sexuales y a tener prácticas sexuales que les protejan, no solo de los embarazos no deseados, sino de infecciones de transmisión sexual», acotó.
Pese a las frustraciones, a la enorme responsabilidad y de llegar en «un momento en que no lo esperaba, mi hijo es el regalo más lindo que me ha dado la vida, y cada vez que lo veo me motiva a seguir luchando», afirmó Idaliris, a quien Las Claras le ofrece nuevamente la oportunidad de renacer, pero esta vez junto a su pequeño Emir Meneses, de ocho meses.

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