Decía Mark Twain que el hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir.
Y esto me quedó muy claro cuando el pasado dos de septiembre escuché el mensaje del presidente Enrique Peña Nieto con motivo de su tercer informe de gobierno. Fue curioso escucharlo hablar, durante dos horas, de un país que definitivamente no es en el que nosotros vivimos.
Debo reconocer que me desconcerté cuando el titular del Ejecutivo comenzó a hablar acerca de esos temas que nos lastiman y nos indignan, pero bien pronto cambió el sentido del discurso para regresar a lo que ha sido hasta ahora: un hombre que habla y no dice nada; un hombre que miente y piensa que engaña.
Fue un tanto cínica la actitud del presidente cuando dijo que: «Vamos a demostrarnos a nosotros mismos que somos una nación con proyecto y con futuro»; pues bien, la nación enfrenta un futuro negro precisamente por la ausencia de un proyecto verdadero.
Mientras el presidente de la República habla de la seguridad que ha vuelto a las calles, parece no darse cuenta que calles, plazas y caminos siguen siendo campos de batalla. Que la falta de una estrategia real contra el crimen aleja la inversión, frena el crecimiento y ha permitido que las fuerzas armadas sean los victimarios de un gran número de civiles.
Si el Ejecutivo Federal habla de logros en seguridad, tal parece que lo hace porque nadie le ha avisado que en el primer semestre de 2015 la tasa de homicidios es casi un 3% superior a la de igual periodo de 2014.
Y así, en su mensaje, el presidente fue dando datos con una oratoria que, más que informar, intentaba confundir.
Enrique Peña Nieto no miente cuando refiere que se han creado empleos y tenemos una baja tasa de desocupación. Según datos del IMSS en los últimos 12 meses se han creado 745,000 empleos; datos del INEGI indican que la tasa de desocupación ronda el 4.7 por ciento de la población económicamente activa. Sin embargo, más allá de estos números, hay una realidad que es preocupante: Del total de trabajadores inscritos en el IMSS, 67.8 por ciento ganan menos de 8 mil 500 pesos al mes y 37.1 del total tienen un ingreso mensual que no rebasa los 4,200 pesos, por lo que a una familia de cuatro personas el producto de su trabajo no le alcanza para adquirir la canasta básica alimentaria, cuyo costo es de 4,978 pesos.
Según datos del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, en 2014 se perdieron un millón de puestos de trabajo que ganaban más de tres salarios mínimos.
En lo que respecta al desempleo, 4.7 por ciento un nivel bajo, pero como se ve, los que se están generando no están bien pagados, además de que no hay una generación de empleos calificados, pues no son trabajos donde se requiera una preparación. 80 de cada 100 desempleados tienen una instrucción superior a la secundaria y, de los empleados profesionistas, sólo el 40 por ciento tiene un trabajo relacionado con su profesión.
Es cierto que hay una gran diferencia con la tasa de hace un año, pero también es cierto que hubo un decremento en la fuerza laboral que influye en la diferencia estadística.
Al presidente se le pasó mencionar que en nuestro país existen 27 millones 181 mil personas en la informalidad, 58.48 por ciento de la población económicamente activa, a los que se les debe considerar no como un número, sino como lo que son: mexicanos que no pagan impuestos, que no contribuyen al crecimiento, que requieren servicios públicos y que al final de su vida laboral requerirán pensiones y subsidios.
La realidad de la sociedad mexicana pasa por ese 58.5 por ciento de mexicanos que carecen de seguridad social y cuyo descenso de 2.7 por ciento en este sexenio –antes se situaba en 61.2–, es producto de programas asistencialistas y no de una situación económica que haga crecer el empleo formal como medio de acceso a esta.
La promesa presidencial en la materia, además de absurda, está incumplida, pues la pensión universal que se pretende cargar al presupuesto federal y el seguro de desempleo, con cargo a la subcuenta de vivienda de cada trabajador, sigue siendo una ilusión.
El presidente reconoció que 2016 será un año difícil pero parece no darse cuenta de la gravedad de la situación actual. Parece no ver que, retomando una de sus promesas, el PIB debería de crecer a una tasa de 3.5 a 5 por ciento y andamos rondando apenas el 2 por ciento.
El México que nos prometió Peña Nieto en nada se parece al México actual. Sustentar los logros de tres años en que la luz baja, la larga distancia ya no se paga y en que la gasolina no sube es tan demagógico como irreal.
El mismo primero de septiembre se anunció que la energía eléctrica, en sus tarifas industrial, comercial y doméstica de alto consumo, tendrá incrementos respecto a agosto: pasará del 4 al 9 por ciento. La gasolina no sube, pero eso es un logro relativo si se considera que en todo el mundo, por la baja del petróleo, los combustibles se están abaratando.
En el aspecto administrativo, el Ejecutivo Federal presume el incremento en la recaudación en 186,000 millones de pesos,, sin embargo, como recientemente dijo Eduardo Revilla, es necesario definir si todo este dinero resulta más productivo del lado de la economía que lo genera o del lado del presupuesto que lo somete a dispendio, porque esa gran recaudación no se refleja en una mejora de las condiciones sociales.
En realidad la carga fiscal producto de la reforma hacendaria ha causado más problemas que beneficios en la economía nacional. Ha frenado inversiones, contrajo el crecimiento y solo llenó las arcas de un gobierno que, con un gasto público de más de 4 billones de pesos no genera valor agregado.
Y en eso el cambio no se ve, pues el gasto público como proporción del PIB sigue siendo de 29.9 por ciento, lo mismo que en el periodo anterior pero la diferencia diferencia es que ahora no da resultados en la generación de crecimiento. Incluso el gasto en infraestructura, la vía más rápida para poner el dinero público a generar crecimiento ha disminuido. En este año la inversión para mantenimiento de carreteras libres de cuota cayó 29.4 por ciento, según datos del propio informe presidencial.
En este punto es importante reflexionar sobre dónde está tanto dinero que ha obtenido el gobierno, no solo de recaudación sino de deuda, pues, por ejemplo, de diciembre de 2014 a Junio de 2015 la deuda pública pasó de representar 38.8 a 42 por ciento del PIB sin que haya un gasto público que refleje esos 550 mil millones de pesos de aumento.
Vanagloriarse de la penetración del crédito es pasar por alto que de la cartera total de la banca sólo el 5 por ciento se le presta a las PYMES, que son las que generan 3 de cada 4 empleos del sector privado; o ignorar que la principal fuente de crédito del sector agropecuario está en el sector de ahorro y crédito popular y no en la banca. Es no ver que el 80 por ciento de las empresas se financian con sus proveedores, no con los emisores de crédito.
Respecto a las promesas de un nuevo decálogo todo es pan con lo mismo. Quizá el presidente debería de comenzar por cumplir los compromisos que firmó ante notario, las diez medidas en materia de seguridad de agosto de 2013, las diez medidas por la paz, la unidad y la justicia que presentó ante los hechos de Ayotzinapa, o las ocho acciones para combatir la corrupción y el conflicto de interés.
Respecto a esto último fue una burla la presencia en Palacio Nacional de José Andrés de Oteyza, mandamás de OHL y de Juan Armando Hinojosa, dueño de grupo HIGA. Con esto quedó claro que con la absolución de Virgilio Andrade, el presidente se lavó las manos y se manchó la conciencia.
Habló por hablar el ejecutivo. La FIBRA que se pretende crear corresponde a un tipo de instrumento financiero cuya regulación hace difícil que se pueda implementar, pues tiene que otorgar dividendos una vez al año y no puede tener deuda superior al 50 por ciento de sus activos.
Los bonos de infraestructura educativa son una forma pomposa de llamarle a lo que será nueva deuda. Al emitirlos, el gobierno deberá establecer o una tasa de interés o una tasa de descuento, es decir, venderlos por abajo de su valor nominal. En todo caso se regresará más de lo que se reciba y ese excedente se pagará con dinero público.
En realidad México se mueve hacia atrás y es necesario entender que el descontento social le acerca el poder al demagogo y populista a quien el presidente le dedica unas líneas en su mensaje.
La retórica del cambio es estéril si no se emprenden las acciones que materialicen ese cambio. Hace falta autocrítica en el gobierno para enmendar los yerros cometidos, abandonar la soberbia para corregir el rumbo comprendiendo que el problema no es que se caiga la banda o se caiga el pastel: el gran problema es que se está cayendo el país.
A LA MITAD DEL FRACASO
«Recuerdo que la primera vez que vi a Enrique Peña Nieto fue en el penúltimo informe de gobierno del entonces gobernador Mario Marín, el llamado «Gober Precioso».
«A veces me pongo a pensar en porqué me invitaban a ese tipo de eventos y es cuando recuerdo que, aunque ahora ya nadie lo crea, yo fui priista y más de una vez me senté con Marín y su grupo”.
«Cuando llegó el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, vi llegar a un hombre con magnetismo. Era un imán que sin más gracia que los muñecos Ken, que fascinaban a mis primas, atraía para sí a las multitudes. Sentado cuatro filas atrás de su lugar, vi como llegaba rodeado de otros gobernadores y no sé si era una estrategia planeada pero se veía más alto que todos y las luces del auditorio de la Benemérita Universidad poblana hasta como que lo hacían brillar.
«Los que estaban en las filas cercanas se arremolinaban buscando una foto, las mujeres, aun de muchas filas más atrás, sin importar lo bien planchado de sus trajes y vestidos, se subían a las butacas, se salían a los pasillos y una de ellas, ahora diputada federal, me dijo con sincera necesidad: ‘Oiga, licenciado, ¿no me cambia tantito el lugar?’ Y es que eso sí, mis amigos marinistas me daban buenos lugares siempre cerca de la acción, aunque sólo una vez y por unos pocos meses me pusieron cerca del presupuesto.
«De Enrique Peña Nieto llamaban la atención varias cosas: es un tipo que atrae, es agraciado; traía el discurso de la renovación que, aunque no lo dijera convencido, sabía que era necesario repetirlo y, sobre todo, tenía un trabajo de producción que embelesaba. Sólo así entiendo que hombres y mujeres pudieran llegar a la locura que yo vi por un hombre que ese día no les dijo una sola palabra.»
Con estas líneas inicia A la mitad del fracaso, la obra que he preparado y que busca retratar la realidad de este país tras los primeros tres años del gobierno de Enrique Peña Nieto.
El proyecto se ha preparado en sociedad con los jóvenes emprendedores de Régimen-Editorial y se ha colocado en la página de fondeo colectivo Fondeadora.mx
Le invito a usted, estimado lector, que visite el siguiente enlace donde encontrará la información de la obra; es una invitación también a sumarse a este esfuerzo por crear espacios libres para la difusión, la cultura y el debate político. De antemano le doy las gracias. El enlace es: https://fondeadora.mx/projects/libro-a-la-mitad-del-fracaso
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