El político español Miguel Maura decía que «desde que el hombre es hombre, es decir, desde que el mundo es mundo, la única forma de entenderse es llamando a las cosas por su nombre”.
Convencido estoy de que uno de los mayores errores del presidente Peña Nieto ha sido el pretender evadir la realidad nacional y ocultar, bajo un discurso rosa, al país que poco a poco se va derrumbando.
A cualquiera le pudiera parecer un tanto curioso que el presidente hable de que hay pesimistas que se niegan a reconocer los avances de este sexenio, pero lo que en realidad sucede es que habemos muchas personas que vemos la situación bajo la óptica de la realidad, la analizamos con la frialdad de los números y juzgamos las acciones del gobierno por sus resultados y no por sus intenciones.
Lejos de las ideas paranoides del Ejecutivo, bien haría este en atender a la voz crítica que destruye su discurso para replantear el rumbo a seguir. No estaría de más el llamar a las cosas por su nombre para romper con esta cadena de promesas incumplidas.
Hace unos días se presentó el paquete fiscal para el año 2016 en el que no apareció por ninguna parte el famoso presupuesto base cero. Contrario a la promesa del presidente, se demostró que no era posible armar para el siguiente año un proyecto presupuestal con esas características, pues, para empezar, el 78 por ciento del gasto es ineludible, inercial e incremental.
En los términos en que se presentó el presupuesto tiene varios aspectos positivos: entre los más importantes están la eliminación de los fondos de pavimentación y cultura, con los que en la legislatura pasada se favoreció el sistema de «moches» que operaban algunos legisladores, así como el recorte en el gasto de la administración pública.
Es engañoso el decir que el próximo año el gasto público tendrá un recorte de 221 mil millones de pesos, porque en este año ya se habían recortado 124 mil millones, con lo que el ajuste para 2016 sólo fue de 97 mil millones de pesos.
El proyecto tiene muchos detalles que la Cámara de Diputados debería de corregir porque las circunstancias del país lo ameritan. El ejecutivo debe dejar de jugar a esa doble cara y reflejar en los hechos lo que dice.
No es posible que ante el Consejo Nacional de Seguridad Pública se manifieste la necesidad de fortalecer el sistema penitenciario y, en el presupuesto, se le reduzca mil millones de pesos. Es absurdo que a pesar de la fuga de Joaquín «El Chapo» Guzmán del Penal Federal del Altiplano y de las fallas estructurales detectadas en el mismo, en el presupuesto no se proyecten mejoras estructurales para este.
Es raro y sospechoso que, en los recovecos del presupuesto, se destinen recursos para la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral en el Estado de Michoacán, así como para Comisión para la Atención Integral de la Migración en la Frontera Sur donde ya ni siquiera hay comisionados, pues Alfredo Castillo ya despacha en la CONADE y Humberto Mayans regresó a su escaño en el Senado, por lo cual allí hay 113 millones de pesos que parecen no tener justificación.
De la misma manera hay otros recortes que parecen no tener sentido, pues el gasto en programas sociales se prometió que no se reduciría y el gasto en infraestructura no se debe reducir.
Así, en el presupuesto, llama la atención el recorte al Programa de Pensión para Adultos Mayores que pasa de 42,515 a 39,486 millones de pesos para 2016, así como la eliminación de los recursos para el programa de Tamiz Neonatal Ampliado, que es un programa de salud pública que, al detectar posibles padecimientos en los recién nacidos, previene un gasto mucho mayor a largo plazo, o la reducción de 3,000 millones de pesos en el presupuesto de compra consolidada de medicamentos.
El manejo político del presupuesto nos muestra que el autoritarismo presidencial no está erradicado. Indigna ver que para Nuevo León, y al parecer sólo por el hecho de que ganó un candidato independiente, se le eliminan los fondos federales para la construcción de un CERESO y la ampliación del metro de Monterrey, mientras que para infraestructura carretera se le recorta 80 por ciento de los recursos federales.
Si bien el gobierno parece apretarse el cinturón, en el detalle del proyecto parece que el recorte no está siendo en todas las áreas adecuadas.
Las expectativas económicas de inflación, crecimiento y tipo de cambio parecen demasiado optimistas.
Considerar un crecimiento máximo de 3.6 por ciento no corresponde a una realidad en la que se recorta el gasto en infraestructura. Solo en 2014 se acumularon cinco años de variaciones negativas y, como proporción del PIB, la inversión pública en ese año, fue la más baja en 70 años.
Una inflación de 3 por ciento no ajusta con el inicio de una etapa de volatilidad en el tipo de cambio –que se considera en 15.90 pesos por dólar en el presupuesto y hoy está casi en 17 pesos– y que necesariamente se comenzará a transferir en los precios al consumidor.
Es sencillo: con el alza en las tasas por parte de la FED el precio del dólar se incrementará y esa alza ya no podrá ser absorbida por los productores, tanto de mercancías alimentarias como no alimentarias. Esto incrementará los precios y con ello el índice de inflación.
En agosto se vio que ya se empieza a transferir la depreciación del peso a la tasa inflacionaria, pues aunque la tasa general fue de 2.59 por ciento, en los productos agropecuarios llegó a 5.14 por ciento y en frutas y verduras alcanzó el 7.88 por ciento. La razón es que en México el 90 por ciento de la semilla de hortaliza es importada.
En el rubro de ingresos el presupuesto tiene aspectos positivos, pero que no son suficientes para lo que el país necesita.
Las modificaciones que se plantean que pueden incentivar el ahorro y, en cierta medida la inversión, tendrán efectos a largo plazo, pero la idea de captar un 20 por ciento más de ingresos tributarios sin aumentar impuestos parece el aviso de una temporada de terrorismo fiscal.
El gobierno se es ha olvidado de la gran necesidad de crear empleos y de mejorar los ingresos para estimular el consumo interno.
Urge hacer un replanteamiento para dar estímulos fiscales a la creación de puestos de trabajo e impulsar la deducción al 100 por ciento de las prestaciones salariales.
Esta medida podrá ayudar en el combate a la pobreza, pues hay que tomar en cuenta que el 20 por ciento de los pobres son mexicanos que trabajan pero que ganan menos de dos salaros mínimos al día.
Lo propuesto en materia económica es bueno, pero puede y debe ser mucho mejor.
Es el momento de sentar las bases de un mejor futuro aprovechando las oportunidades que se van a abrir. Se requiere mejorar el marco jurídico y la función del gobierno para atraer inversiones, pues estos son los principales obstáculos que ven los grandes inversionistas extranjeros para traer sus recursos al país.
Es hora de hablar claro y cambiar el rumbo, de demostrarnos que, como dijo el Emperador Maximiliano, «México y su gente son mejores que su fama».
A LA MITAD DEL FRACASO
Nuevamente les invito a que visiten la página de «Régimen-Editorial» en el sitio https://fondea dora.mx y hagan una aportación para el proyecto que en conjunto estamos desarrollando.
El enlace directo del proyecto A la mitad del fracaso es el siguiente: