​​Réquiem musical a 30 años del terremoto de México

POR BLAS A. BUENDÍA blasalejo@gmail.com

· Plácido Domingo y José Areán dirigen a la Filarmónica capitalina en homenaje a las víctimas del terremoto de 1985; concierto solemne pero emotivo

· Ante más de tres mil 500 personas, el tenor dirige por primera vez a la Orquesta de la Secretaría de Cultura en un Magno Concierto desde la Plaza de las Tres Culturas

· Se ejecutan fragmentos del Réquiem, de Giuseppe Verdi, en un recital que se sumó al homenaje A 30 Años del Sismo

“Ésta es una plaza sagrada, aquí están nuestros muertos, aquí han sido asesinados los jóvenes, aquí se han caído edificios como el Nuevo León que se dio vuelta como una ola”, dijo al público Elena Poniatowska
Tres décadas después, Plácido Domingo volvió a Tlatelolco: esta vez no para buscar a sus familiares damnificados, sino para rendir homenaje a las víctimas y rescatistas del temblor de 1985.
Esta vez sus manos no removieron escombros, ni se bañó en polvo y menos vivir la zozobra, sino que dirigieron a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) en fragmentos de la Misa de Réquiem de Giuseppe Verdi, para recordar, para no olvidar aquel episodio amorgo y doloroso que no cicatriza y que partió a la ciudad, pero que también la hizo descubrirse, acompañarse, levantarse con nuevos horizontes. La solidaridad del pueblo mexicano se volcó como nunca antes había ocurrido en toda la historia de México.
Muy cerca de la tragedia, muy cerca de la memoria y el pesar vivo, en la Plaza de las Tres Culturas, a unos metros de donde cayó demolido el Edificio Nuevo León -en el dolorido Tlatelolco, que ha vivido más de un imborrable episodio de sangre-, más de tres mil 500 personas se congregaron en un concierto solemne pero emotivo, al que la propia lluvia respetó, pues aunque se preveía ésta, el cielo escampó con si belleza azul y el ocaso del día, medio nublado con tendencia de lluvia, durante la mayor parte del recital.
Lo dijo bien -lo gritó- la escritora Elena Poniatowska al inicio del concierto: “Ésta es una plaza sagrada, aquí están nuestros muertos, aquí han sido asesinados los jóvenes, aquí se han caído edificios como el Nuevo León que se dio vuelta como una ola y aquí están todos ustedes que son la gente más valiente de la Tierra debajo de la lluvia, la lluvia limpia al país y nos bendice, y vamos a escuchar con Plácido Domingo el Réquiem de Verdi, que es el homenaje más grande que podemos hacer a quienes ya murieron”.
Luego vino el concierto, dirigido en su primera parte por el maestro José Areán, con la participación de cantantes de la talla de la soprano María Katzarava. Al principio, el público se cubría con hules y paraguas, que poco a poco fueron innecesarios pues dejó de llover. Plácido Domingo dirigió concentrado, conmovido, intenso, acaso recordando, al igual que los presentes.
El Concierto-homenaje a las víctimas y rescatistas del terremoto en la Ciudad de México, organizado por el Gobierno del Distrito Federal, a través de la Secretaría de Cultura, como parte de un amplio programa de actividades para recordar el sismo de 1985, concluyó con el público aplaudiendo de pie a Plácido Domingo y a la OFCM, y -no podía ser de otra manera- pidiendo que cantara el tenor mundialmente famoso.
Éste se disculpó por no cantar pero prometió regresar “para hacer algo, cuando yo me sienta en condiciones, a este lugar tan significativo para todos, que nos trae tantos recuerdos. Vivamos con la emoción de hoy y con la esperanza de que nunca vuelvan a suceder las tragedias que han pasado en este lugar. Esperemos que la próxima vez no sea un Réquiem sino una canción alegre porque las cosas vayan mucho mejor”.
Sin embargo, el público empezó a cantar el Cielito lindo, la Orquesta siguió la melodía, alguien le hizo llegar a Plácido un sombrero de charro que se puso y el concierto concluyó finalmente con los presentes entonando este tema emblemático de México.
Unos minutos antes, en presencia de Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura de la Ciudad de México, Cuauhtémoc Abarca, de la Coordinadora de Residentes de Tlatelolco, acompañado por vecinos de la zona, entregó reconocimientos a los ejecutantes y solistas del recital.

Réquiem

En el concierto participaron también la soprano María Katzarava, la mezzosoprano Grace Echauri, el tenor Dante Alcalá, el bajo Rosendo Flores y el Coro Enharmonía Vocalis, dirigido por Fernando Menéndez, todos mexicanos. Plácido Domingo dirigió por primera vez a la OFCM y alternó la batuta con José Areán, director artístico de la agrupación de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.
El recital que dio inicio en punto de las 18:00 horas de este viernes 18 de septiembre, estuvo integrado por selecciones del Réquiem, Misa de Muertos (1874), de Verdi y se realizó en el marco del homenaje A 30 Años del Sismo, que organiza el Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Secretaría de Cultura.
“Para el Maestro Plácido Domingo este momento simbólico -que marcó a toda la población de la Ciudad de México-, representó también una pérdida personal, motivo que lo lleva a participar en este homenaje a través de otra de sus vertientes profesionales: la dirección orquestal”, apuntó previamente el maestro José Areán.
Luego del sismo de la mañana de aquel sombrío 19 de septiembre, el edificio Nuevo León, en Tlatelolco, donde vivía la hermana y el cuñado del tenor, colapsó, por lo que Plácido Domingo participó activamente en las brigadas de rescate para recuperar a las víctimas que sepultó este terremoto, el cual alcanzó los 8.1 grados en la escala Richter.
Por ello, la Plaza de las Tres Culturas, un espacio que sintetiza la esencia prehispánica con la colonial y la contemporánea de la Ciudad de México, también testigo de aquel intenso movimiento telúrico, fue el escenario en el que más de tres mil 500 personas presenciaron este Magno Concierto de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.
“Con esta pieza de Verdi, sugerida por el propio Plácido Domingo, conmemoramos tanto la tragedia y las pérdidas que representó este terremoto, como el nacimiento la sociedad civil organizada”, señaló José Areán.
El Réquiem84’ o Misa de muertos (1874) del compositor Giuseppe Verdi es una de las piezas más reconocidas de este músico italiano, también creador de importantes óperas como Rigoletto (1851) y La Traviata (1853).
Esta obra, en la cual a lo largo de sus siete partes el compositor encara musicalmente el vacío que dejan las personas al fallecer, nació después de la muerte del novelista Alessandro Manzoni (1785-1873), amigo del músico, a quien Verdi dedicó esta pieza, y la cual fue ejecutada en la iglesia de San Marcos, Milán, un año después de su muerte bajo la dirección del propio Giuseppe Verdi.
Plácido Domingo, quien nació en 1941 en Madrid, España, logró en México su formación profesional, pues desde pequeño transitó por el ámbito musical a través de su voz, desde su debut en Monterrey en 1961, con el papel protagónico de Alfredo en la ópera La Traviata.
Con más de medio siglo de carrera profesional, Plácido Domingo ha recibido más de 50 premios y honores especiales, entre ellos 12 Grammy Awards, los galardones más importantes de la industria musical y ha recorrido todas las capitales del mundo con la interpretación de 144 papeles operísticos distintos.
Durante las últimas tres décadas su intervención musical ha dialogado también con la dirección orquestal, y es en este rol que el ex director de la Ópera Nacional de Washington y actual director general de la Ópera de Los Ángeles llegó al país desde el viernes 18 de septiembre a dirigir a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.
Considerada una de las agrupaciones más importantes de México, la OFCM se ha presentado desde 1978 en importantes salas internacionales en Estados Unidos, Europa, Sudamérica y el lejano Oriente, y ha recibido diversos nombramientos como “La Mejor Orquesta de México” en 1981 por la Académie du Disque Français y en 2001 por la Unión Mexicana de Críticos de Teatro y Música.
Esta agrupación cuenta con más de cien grabaciones discográficas, lo que la convierte en la orquesta más grabada en la historia musical del país; logró en 2001 la nominación a Mejor Grabación Clásica en la entrega del Grammy Latino.