Urge un acuerdo climático que salve el planeta

La Habana (PL) Con la vida en la Tierra en juego, la humanidad buscará un nuevo acuerdo universal en la próxima Conferencia de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático COP21, a realizarse en diciembre en París.
El objetivo principal es reducir las emisiones contaminantes de gases de efecto invernadero de forma que no afecten los ecosistemas del planeta. Las negociaciones climáticas buscan mantener el calentamiento global en el límite de dos grados Celsius en comparación con la era preindustrial de mediados del siglo XIX.
Para muchos expertos, la conferencia de diciembre en París debería proporcionar un marco para la transición hacia sociedades de bajo carbono y economías capaces de soportar el actual cambio climático provocado por el hombre. El tratado entraría en vigor en 2020 para la gestión de la alteración del clima que amenaza todas las sociedades y economías.
Antes del comienzo de la COP21 cada país deberá publicar su contribución nacional, presentando los esfuerzos que se propone llevar a cabo para reducir las emisiones.
Otro objetivo esencial es movilizar 100 mil millones de dólares anuales, una promesa de los países ricos para la adaptación climática de las naciones en desarrollo reiteradamente incumplida, y una de las cuestiones más complicadas que podría descarrilar la cumbre de París.
Un tema candente también es que el grueso de las patentes y tecnologías para la adaptación y mitigación del cambio climático están en manos de países industrializados, y queda pendiente aún el asunto de su acceso por los países menos avanzados.
De acuerdo con todo ello, las negociaciones para adoptar las medidas necesarias ante el calentamiento planetario, debido al efecto invernadero de gases emitidos irracionalmente a la atmósfera, tienen un camino en extremo difícil.
Orlando Rey, integrante de la delegación de Cuba en los debates del Grupo de Trabajo Especial sobre la Plataforma de Durban para una Acción Reforzada (ADP), señaló que «la reducción en la emisión de esos gases pasa por ajustar la economía y la sociedad».
En efecto, hay que cambiar la manera en que se produce y la matriz energética, pero para muchas naciones el dilema está en cómo compaginar esa urgencia con las necesidades del desarrollo.
Uno de los asuntos más vitales y escabrosos es lo concerniente al principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, el cual aboga por que las naciones industrializadas tengan mayor carga en los compromisos de mitigación, pues son los mayores emisores históricos de gases de invernadero, y por ende los máximos responsables del cambio climático.
Por lo general, las conversaciones políticas siguen muy fragmentadas y lentas, con un avance muy limitado. Hasta ahora lo que hay sobre la mesa es que los compromisos de los países en términos de reducción de emisiones siguen en un nivel insuficiente para limitar el crecimiento de las temperaturas por debajo de dos grados Celsius.
Y por otro lado, señala el experto, hay distintas modalidades de compromiso. El guión que se sigue en el contexto de la Convención fue lanzado en 2011 en Durban, Sudáfrica, con una exhortación a todos los Estados a realizar contribuciones de reducción de emisiones ante el calentamiento global.
Bajo el esquema actual, una nación como Singapur, por ejemplo, puede anunciar que lo que va a hacer es aumentar la eficiencia energética o disminuir la intensidad energética en un por ciento dado respecto a un escenario de crecimiento habitual.
Igualmente, un país puede decir que su compromiso será aumentar la participación de las fuentes renovables de energía, como el caso de Cuba, que tiene para 2030 una meta nacional de alcanzar un 24 por ciento de su uso en la vida socioeconómica.
«Se supone, aunque el acuerdo de París todavía no está escrito, que las naciones industrializadas deben hacer las mayores reducciones absolutas, y el resto de los países podrían adoptar una serie de formulaciones distintas», opinó Rey.
Por ejemplo, China se compromete a que 2030 será el año pico en el crecimiento de sus emisiones, y hasta esa fecha no comenzarán a reducirlas. Para ese momento deberán tener un 30 por ciento de su energía proveniente de fuentes no convencionales, que incluye la energía nuclear.
China, actualmente el mayor emisor de gases de invernadero a la atmósfera, tiene un pér capita de emisión por habitante mucho menor que Estados Unidos, que mantiene estándares de sobreconsumo.
MUCHAS VISIONES
Hay muchas visiones y maneras de abordar este problema, pues cada nación es un caso totalmente distinto, y todos los países tienen a su vez una situación energética diferente.
Asimismo, muchas de las pequeñas islas del Pacífico, de estructura volcánica y que apenas superan el metro sobre el nivel del mar, están en riesgo de desaparecer bajo el agua por los efectos del clima.
También hay Estados que por lo menos en un corto plazo ganan con el calentamiento global, como los países muy fríos que verán aumentada su superficie agrícola.
Todo eso hace entonces que una negociación donde las decisiones tienen que tomarse por el consenso de 195 países termine siendo muy complicada, explica el jurista Orlando Rey.
Pero el gran dilema es que el futuro acuerdo tome en cuenta criterios de equidad, tan necesarios para una discusión de esta naturaleza, pues hay importantes diferencias entre los países no solo con relación a sus niveles de emisión en términos absolutos, sino también a los per cápita e históricos, además de distintos grados de desarrollo y situación de pobreza, lo cual debe ser debidamente considerado.
Para el doctor Ramón Pichs, director del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial en La Habana, en buena medida el nudo de las negociaciones pasa por cómo tratar debidamente las disparidades entre los distintos grupos de países, y entre los Estados en sentido general.
Pichs, quien igualmente copreside el Grupo de Trabajo III del Panel Intergubernamental de Expertos de la ONU sobre Cambio Climático, apuntó que «no se puede hablar de enfrentamiento al cambio climático sin una perspectiva histórica».
Las actuales concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, explicó, se deben no solo a las emisiones más recientes sino también a las que se vienen acumulando desde el periodo de la Revolución Industrial en Inglaterra en el último tercio del siglo XVIII, y toda la industrialización de los países altamente desarrollados en los siglos XIX y XX.
Las naciones en desarrollo se han incorporado posteriormente a la industrialización. Solo en las últimas décadas las llamadas economías emergentes han tenido un quehacer importante, que se tradujo en un crecimiento rápido de sus emisiones.
Pero todavía incluso esas economías tienen per cápitas muy por debajo de los países industrializados, y aún poseen importantes deudas y brechas sociales que cubrir.
Asimismo, para que los países en desarrollo realicen contribuciones efectivas son esenciales los temas financiero y tecnológico. Es necesario que puedan contar con tecnologías para dirigir su desarrollo por cauces distintos a los senderos transitados por los países desarrollados, que han tenido patrones de producción y consumo muy dilapiladores, señala Pichs.
Por otro lado, lo que suceda con el futuro acuerdo sobre el clima en París es fundamental para la Agenda de Desarrollo Post 2015 y los 17 objetivos de desarrollo sostenible, relacionados con el agua, biodiversidad, pobreza, hambre, seguridad alimentaria, problemas energéticos, entre otros.
En estos momentos continúan las negociaciones para el texto del futuro acuerdo en París, pero debido a estas complejidades todavía no existe un documento final. Hay borradores que deben ser simplificados en un nuevo pergamino, que aún no está suficientemente claro.