(Agencias) En su última misa en Estados Unidos, Francisco sostuvo que la fe es para todos, puso en guardia contra la “peligrosa tentación” de cerrarse “en grupitos” y advirtió que “bloquear la conversión” de las personas alejadas de la Iglesia es una “perversión”.
En el sermón, que pronunció en español ante decenas de miles de personas congregadas en el Benjamin Franklin Parkway de esta ciudad, estableció que ya desde tiempos de Jesús algunos de sus discípulos pretendían controlar a los fieles y determinar cuál era la “fe auténtica”.
Recordó que Cristo regañó a los apóstoles por ser “tan estrechos de mente” e incluso muchas personas lo hostilizaron porque su apertura “a la fe honesta y sincera” de quienes no eran parte del pueblo elegido –el judío- les parecía intolerable.
Reconoció que, como entonces, existe la tentación de escandalizarse por la “libertad de Dios” que “hace llover sobre justos e injustos”, saltándose la burocracia, el oficialismo y los círculos íntimos. Esa actitud, según el Papa, “amenaza la autenticidad de la fe” y, por tanto, tiene que ser vigorosamente rechazada, según publica Notimex.
Según el líder católico, esa situación explica por qué Jesús usa palabras tan duras sobre “el escándalo” ya que -para él- “el escándalo intolerable” consiste en “todo lo que destruye y corrompe nuestra confianza en este modo de actuar del espíritu”.
Por la tarde de este domingo, poco antes de las 16:00 horas locales (20:00 GMT), el pontífice llegó hasta la explanada de la misa a bordo del papamóvil. Se abrió paso entre la multitud que gritaba, agitaba banderas y pancartas.
En varios momentos paró el vehículo blanco para besar a bebés y niños que le acercaron los guardias de seguridad. Así llegó hasta el gran escenario donde presidió la celebración conclusiva de la VIII Jornada Mundial de las Familias.
Iglesias domésticas
En su discurso explicó que Dios quiere que todos participen de su mensaje y la fe es “la ventana”, que se manifiesta a través de pequeños gestos: aquellos que uno aprende en el hogar, en la familia, que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada.
Entonces enumeró todos los gestos de ternura, de cariño, de compasión: El plato caliente de quien espera a cenar, el desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar, la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo.
“Es el amor que se manifiesta en estas pequeñas cosas. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida se hace fe”, ilustró.
“Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo”, agregó.
Más adelante el Papa constató que “nuestra casa común”, el medio ambiente, “no tolera más divisiones estériles”.
Insistió que el desafío urgente de proteger el planeta incluye la preocupación de unir a toda la humanidad en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues se sabe que las cosas pueden cambiar.
Pidió que los hijos encuentren en sus padres unos “referentes de comunión”, que descubran hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para el bien, y sepan que “Dios invita a todos a participar a la profecía de la alianza entre un hombre y una mujer, que genera vida”.
Vencer al mal
Francisco deseó que todos se abran a los milagros del amor para el bien de todas las familias del mundo, y poder así superar el “escándalo de un amor mezquino y desconfiado”, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás.
“Todo el que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer al mal encontrará nuestra gratitud y nuestra estima, no importando el pueblo, la región o la religión a la que pertenezca”, apuntó.
Tras la homilía y hacia el final de la misa, el presidente del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano anunció que la próxima edición de la Jornada Mundial tendrá lugar en Dublín, capital de Irlanda.
Acto seguido Jorge Mario Bergoglio entregó una copia del evangelio de Lucas a cinco representantes de las familias de cada continente: Kinshasa (Africa), La Habana (América), Hanoi (Asia), Sidney (Oceanía) y Marsella (Europa).
Con esto concluyó sus actividades multitudinarias en esta visita apostólica y se dirigió hasta el aeropuerto de Filadelfia, desde donde partirá con destino a Roma.