Mozart en Cuba, un regalo del pianista Frank Fernández

Por Cosset Lazo Pérez

La Habana (PL) Una exhaustiva preparación que sobrepasa la técnica y encuentra en la sensibilidad su fuente más segura, permite al pianista cubano Frank Fernández interpretar la majestuosa música del austriaco Wolfgang Amadeus Mozart.
En el contexto del Festival Mozart-Habana 2015, el Teatro Nacional de Cuba fue testigo este octubre de un singular romance entre las añejas notas del Concierto No 23 creado por el genio de Salzburgo y el virtuosismo de Fernández cuando acaricia el piano.
La Orquesta Sinfónica de esta isla secundó el armonioso encuentro en el cual confluyeron la grandeza y la sencillez como muestra irrefutable de que lo más bello y genuino de la vida tiene su génesis en la música.
Para Fernández, interpretar a Mozart siempre constituye un reto por tratarse de uno de los compositores más prolíficos del mundo, autor de 600 piezas, entre ellas sinfonías, conciertos y óperas.
Las obras de ese autor fallecido misteriosamente a los 35 años de edad, tienen una particularidad y es que solo pueden ser ejecutadas por instrumentistas de alto nivel.
Ante el gran reto de dilucidar al genio de Salzburgo, Fernández confiesa que se prepara como si fuera a debutar porque solo la buena técnica no garantiza el éxito de una presentación, es imprescindible apelar a la sensibilidad del artista.   «La música en Mozart nunca es un fin o un destino, siempre es un camino», asevera el artista que ha conquistado innumerables éxitos en escenarios nacionales e internacionales.
Entre ellos cabe destacar su debut en Estados Unidos el pasado 18 de agosto durante el Festival de Ravinia, el más antiguo de los eventos musicales al aire libre en la nación norteña.
Luego de su magistral actuación, el diario Chicago Tribune reseñó cómo Fernández reflejó el apego a sus raíces mientras ejecutaba un repertorio conformado por melodías clásicas, cubanas y latinoamericanas.
Piezas de Chopin y Lecuona resplandecieron en el piano del maestro y cautivaron al público norteamericano, que no vaciló en ovacionar al músico graduado en 1971 en el Conservatorio Tchaikovsky, en Rusia.
Inolvidable también fue su intervención en uno de los conciertos que ofreciera en La Habana la Orquesta Sinfónica de Minnesota, una de las más importantes de Estados Unidos.
Reconocido por el público y la crítica especializada en una treintena de países, el músico y pedagogo ha creado un amplio repertorio en el cual figuran los géneros clásicos y populares.
Además, sus aportes a la enseñanza del piano en Cuba dan fe de su talento y genialidad.

LA MÚSICA EN EL ALMA
Fernández nació en la oriental provincia de Santiago de Cuba el 16 de marzo de 1944 y ya con cuatro años tocaba el piano de manera autodidacta, aptitud que cultivó luego en la academia de Moscú.
El Movimiento de la Nueva Trova, escuelas de arte y salas de concierto de todo el país, así como el cine y la televisión cubanas, han sido testigos de la intensa labor del maestro, conocido como el Poeta del teclado debido a la lírica fresca y armoniosa de su piano.
En 1999, el Instituto Superior de Arte de esta isla le otorgó el título de Doctor Honoris Causa para reconocer su trabajo como formador de varias generaciones de pianistas, entre ellos: Víctor Rodríguez, Jorge Luis Prats, Leonel Morales y Ulises Hernández.
Más de 600 obras para ballet, coros, sinfonías y música popular han nacido de la agudeza de Fernández, quien ha colaborado con los artistas cubanos Silvio Rodríguez, Vicente Feliú y Pancho Amat.
En escenarios de Alemania, Japón, República Checa, Holanda, Francia, Colombia, México, Ecuador, Panamá, República Dominicana, Canadá, Estados Unidos y Qatar, el artista conquistó triunfos apoyado en su inigualable versatilidad.
El instrumentista es un incansable creador, recientemente se unió a la bailarina Viengsay Valdés en un homenaje a la prima ballerina assoluta y directora general del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso.
ParAlicia es un exquisito audiovisual de solo 12 minutos que, con austera escenografía e imágenes en blanco y negro, reúne a tres grandes del arte en Cuba: Alonso, Valdés y Fernández.
Si bien la hilera de lauros en su vitrina no registran toda su capacidad, sí constituyen una muestra de su universalidad.
Por la obra de toda la vida le fue otorgado en Cuba el Premio Nacional de Música, mientras el Festival de Pyongyang en Corea del Norte lo reconoció como Mejor Solista.
También ganó el Praga de Oro de la Televisión Checa y mereció el segundo lugar y medalla de Plata en el Concurso Internacional de Piano Teresa Carreño, en Venezuela.
La probada sensibilidad y la cuidadosa técnica del músico le otorgan un sello distintivo a cada una de sus interpretaciones sin importar la procedencia de las melodías.
Debido a su universalidad, Fernández ha dejado de ser solo de Cuba para compartir su arte con los cosmopolitas amantes de la música, musa que lo ha acompañado desde su temprana existencia.

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