El Cairo (PL) Casi al finalizar 2015 el secretario de estado John Kerry visitó Israel y Palestina (en su programa decía Cisjordania), en lo que observadores benévolos con la política estadounidense ven como un esfuerzo más en llevar la paz a esos dos pueblos.
Con todo el sarcasmo posible, un periodista destacado en la región escribió: «Kerry vuelve a Tierra Santa, ya está todo arreglado».
En efecto, como hacen notar analistas en política del Medio Oriente, si bien Washington, aliado incondicional de Tel Aviv, pudiera presionar al gobierno de Benjamin Netanyahu a respetar los derechos históricos del pueblo palestino, hasta ahora no se ha observado nada definitorio en ese sentido.
A corto plazo pudiera mediar, al menos, en pos de frenar la escalada de violencia en la zona que se desató durante la segunda mitad de este año.
ORIGENES LEJANOS
Aunque la situación actual, como explica la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), se generó desde la ocupación israelí del Estado de Palestina tras la guerra de 1967, su origen inmediato puede rastrearse hasta fines de julio de 2015.
Fue entonces cuando colonos israelíes ultraortodoxos quemaron viva a una familia palestina en su hogar en la localidad de Duma, entre Nablus y Ramallah.
Para el pueblo palestino, y parte de la comunidad internacional, resulta inexplicable que las autoridades de Tel Aviv, poseedoras de servicios de inteligencia y seguridad muy bien capacitados, no hayan detenido y llevado ante los tribunales a los culpables.
Con posterioridad, en septiembre, se iniciaron choques entre jóvenes palestinos y miembros del Ejército y la Seguridad israelí en torno a la mezquita Al Aqsa, tercer lugar más sagrado del Islam, ubicado en Jerusalén Oriental, zona ocupada por Tel Aviv desde 1967.
Ese sitio de oración está bajo protección internacional, como toda la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentra. De acuerdo con el actual estatus legal del lugar, los peregrinos de confesiones diferentes al Islam no pueden rezar en la Explanada.
Sin embargo, 2015 ha sido testigo de influjo creciente de judíos ortodoxos al lugar, lo cual, según Tel Aviv, no contradice los acuerdos de 1967 por tener carácter turístico.
Empero, los palestinos movilizados en torno a Al Aqsa estiman que la afluencia de judíos a la zona, que algunos analistas consideran es alentada por sectores conservadores de la sociedad israelí, pone en peligro la condición alcanzada tras la ocupación israelí de 1967.
Ante los choques entre jóvenes manifestantes y uniformados, las autoridades de Israel impusieron diversas restricciones para la entrada de los palestinos a Jerusalén Oriental y su Explanada de las Mezquitas.
En consecuencia, desde fines de septiembre, y de manera periódica, Israel ha limitado la entrada al lugar a todos los hombres menores de 45 años que quieran orar en AL Aqsa, los cuales no podrán pasar los controles de seguridad policiales en las entradas a la Ciudad Vieja de Jerusalén.
La volátil situación en esa zona de la Palestina ocupada se extendió rápidamente a otras localidades, en Cisjordania y, en menor medida, a la franja de Gaza.
Manifestaciones palestinas en reclamo de sus derechos como pueblo fueron duramente reprimidas por los efectivos israelíes, lo cual desató una espiral de violencia que aun continúa.
Ante las piedras lanzadas contra los ocupantes durante las protestas, el gobierno de Benjamin Netanyahu autorizó a sus agentes de Seguridad y al Ejército a responder con fuego real de fusiles de guerra.
Sin embargo, esa práctica, según videos difundidos en las redes sociales, ha sido incluso estimulada en ocasiones por agentes israelíes encubiertos infiltrados en las protestas, los cuales, después de ellos mismos lanzar piedras contra sus colegas uniformados, se viran armados contra los manifestantes disparando y golpeando a los jóvenes palestinos.
Como resulta lógico, en el encuentro entre piedras por un lado, y balas de combate por el otro, el pueblo palestino ha pagado el precio de más de 100 muertos y miles de heridos, cifras que crecen a diario.
En ese contexto, el presidente Palestina, Mahmoud Abbas, anunció durante su intervención ante el 70 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, que su gobierno se desvincula de los acuerdos (de Oslo de 1993) firmados con Israel, mientras Tel Aviv menoscabe su puesta en práctica.
En la ONU Abbas enumeró algunas de las numerosas acciones del gobierno israelí realizadas en los últimos tiempos, incompatibles con los compromisos de Oslo, como acelerar los asentamientos (de ciudadanos de Israel) en los territorios palestinos ocupados, lo cual, enfatizó, no deja alternativas.
SIN SOLUCION INMEDIATA
También ante la ONU, el embajador palestino, Riyad Mansour, calificó de insostenible la actual situación, derivada, dijo, de la ocupación y colonización por Israel.
«Han seguido los asesinatos y las heridas de civiles palestinos en redadas militares, bombardeos aéreos y ataques de francotiradores. Los niños y jóvenes son blanco del excesivo uso de la fuerza y la malicia de las tropas ocupantes y los colonos», denunció el diplomático.
Mansour también denunció los sistemáticos arrestos, abusos y torturas por Tel Aviv, la destrucción de viviendas, los desplazamientos forzados y los castigos colectivos, y el bloqueo a la Franja de Gaza.
En ese contexto, la juventud palestina, protagonista principal de las protestas y que vive como ningún otro sector de la población las consecuencias de la actual escalada de violencia, recibe en estos momentos diferentes mensajes de sus líderes.
De un lado Abbas ha llamado de forma reiterada a evitar cualquier escalada en la violencia, la cual, sostuvo, «sólo beneficiará a Israel».
En sus declaraciones aseguró que la Autoridad Nacional Palestina no promueve un nuevo levantamiento armado (Intifada).
Pero, de otro lado, Ismail Haniye, uno de los líderes del movimiento Hamas, en el poder en Gaza, afirmó que una nueva Intifada para defender Jerusalén y la Mezquita de Al Aqsa, ha empezando y debe seguir.
De esa manera, y sin muchos medios para enfrentar al ocupante israelí, durante los meses de octubre y noviembre varios palestinos, actuando por iniciativa personal y desoyendo los reclamos de Abbas, han atacado con armas blancas a ciudadanos israelíes, incluidos soldados, en varias ciudades.
Así, a fines de 2015 no se percibe una clara salida a la más reciente espiral de violencia en la región, pues la única solución pasa, como reclama la comunidad internacional, por el reconocimiento del estado de Palestina con su capital en Jerusalén Oriental, algo de lo que Tel Aviv no quiere ni considerar.
Resulta así, cuando menos contradictorio, ver como un Estado creado por resolución de Naciones Unidas, hace oídos sordos a los reclamos de esa misma organización para que devuelva los territorios ocupados que no le pertenecen.