México (PL) Más de cuatro meses después de su espectacular evasión del penal del Altiplano, el jefe del cartel de Sinaloa, Joaquín «El Chapo» Guzmán sigue siendo un fantasma que ensombrece la credibilidad del gobierno mexicano.
La afrenta solo podrá ser reparada con su captura, afirmó entonces el presidente Enrique Peña Nieto, a quien la evasión del delincuente tomó de camino a una importante visita de Estado a Francia, la primera de un gobernante mexicano.
En aquella oportunidad las autoridades desataron una cacería en la que participaron unos 10 mil agentes federales, mientras que la Procuraduría General de la República adelantó gestiones por las cuales se ha capturado a varios de los implicados en la escapada del Chapo, quien protagonizó un duro golpe político a la actual administración.
Por esos días un editorial de la revista Siempre afirmaba que la «fuga perfecta» no solo fue vanguardista en lo arquitectónico e ingenieril (en referencia a la construcción del largo túnel subterráneo por el que se fue «El Chapo»), sino «también fue exacta en lo político».
El jefe del cartel de Sinaloa escapó por segunda ocasión de un penal de alta seguridad, pero esta vez cuando buena parte del gabinete federal volaba en dirección a Paris acompañando al Presidente.
La evasión provocó el regreso anticipado del ministro de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, para dar la cara ante la opinión pública y encabezar la cacería del capo y la investigación de las complicidades implícitas en el hecho.
Con su escapada Guzmán reafirmó que México vive una guerra y que el enemigo público número uno son el narcotráfico y sus agrupaciones criminales, que incluso han arrebatado el control de territorios a las autoridades, asegura la periodista y dirigente política del Partido Revolucionario Institucional (PRI, en el gobierno), Beatriz Pagés.
El poder oculto de los narcotraficantes opera en instituciones políticas, públicas, empresariales, el poder judicial, el sistema penitenciario y otros espacios pese a que el gobierno de Peña Nieto ha llevado a la cárcel a no pocos de los principales jefes del crimen organizado, muchos de ellos tras los muros del penal del Altiplano.
La captura de Guzmán es un propósito compartido por México y Estados Unidos, cuyo pedido de extradición había sido rechazado bajo el argumento de que el capo debía pagar sus crímenes en el país.
Para Edgardo Buscaglia, presidente del Instituto de Acción Ciudadana para la Justicia y la Democracia, Guzmán no fue entregado a la justicia estadounidense por el temor a que revelara sus vínculos con políticos y empresarios nacionales relacionados con el narcotráfico.
Subrayó su extrañeza respecto a que durante los 16 meses que estuvo recluido «El Chapo», no se practicaran detenciones de políticos y hombres de negocio en distintos estados del país donde opera el cartel de Sinaloa.
Por el contrario, con su evasión esa agrupación delictiva podría expandirse más allá de los casi 60 países donde está presente, apunta Buscaglia, para quien «El Chapo» tiene como proyecto crear una red de redes hemisféricas.
Es un coordinador de coordinadores, teje alianzas con otros grupos criminales con una facilidad asombrosa. Su cartel ha absorbido a través de alianzas a otras organizaciones que antes trabajaban con el cartel de Juárez, el de Tijuana y otros. También tiene gran capacidad para resolver conflictos, asegura el también autor del libro Vacíos de poder en México.
Miles de toneladas de marihuana, cocaína y metanfetaminas son introducidas anualmente en Estados Unidos por el imperio de «El Chapo» a través de túneles, aviones, submarinos y los conocidos transportadores como mulas.
La ciudad de Chicago lo volvió a considerar el enemigo público número uno, pues en esa populosa urbe estadounidense se presume la existencia de centros de operaciones de diversos carteles criminales mexicanos, en particular el de Sinaloa.
No por gusto varios países centroamericanos blindaron sus fronteras tras conocerse que Guzmán está en la calle. Su agrupación criminal se infiltró a través de empresas fantasmas, lavado de dinero y producción y trasiego de drogas en naciones como Guatemala, El Salvador, Honduras, Panamá y Costa Rica.
México y EE.UU. mantienen una estrecha colaboración e intercambio de inteligencia para cazar al narcotraficante.
De hecho, operativos del Ejército y la Armada mexicanos en Sinaloa y otros estados de la llamada Tierra Caliente podrían haber estado cerca de su captura, una tarea pendiente del gobierno mexicano.
*Corresponsal de Prensa Latina en México.