La Habana (PL) Poco a poco 2015 va quedando atrás, pero en Japón se niegan a despedirlo sin homenajear por todo lo alto al genio vanguardista Shuji Terayama (1935-83).
Tanto es así que teatristas contemporáneos redescubren su obra para así celebrar lo que habría sido el cumpleaños 80 de uno de los artistas japoneses más iconoclastas y multifacéticos de todos los tiempos.
Dramaturgo, poeta, ensayista, director de cine, crítico y fotógrafo -entre otras muchas ocupaciones que lo llevaron a ser incluso analista de carreras hípicas-, Terayama mostró desde temprano una inclinación por el mundo del arte en la prefectura de Aomori, donde nació un 10 de diciembre.
Una nefrosis aguda lo mantuvo postrado en una cama de hospital durante su juventud y lo obligó a abandonar sus estudios de literatura en la universidad, por lo que su educación la completó mientras trabajaba en varios bares de Shinjuku, el afamado distrito comercial de Tokio.
Esa forma de vida no solo marcó claramente su obra, siempre a contracorriente y ajena a la barrera de los géneros; sino que lo erigió además en una de las figuras más representativas del movimiento «escapista» japonés de la posguerra.
El título de uno de sus filmes más aclamados: ÂíTira tus libros, y sal a la calle! (1971) resume la filosofía del movimiento, aunque Terayama también se encargó de iluminar la escena underground del teatro japonés con piezas como Mink Marie (1967), Herejía (1971), Cómo llegar a los siervos (1978) y Lemmings: Llévame al fin del mundo. (1979).
Precisamente este último musical es el que escogió reinterpretar el director de la compañía teatral Ishinha, Yukichi Matsumoto, mientras Takahiro Fujita, del grupo Mum & Gypsy, asumió el reto de crear una nueva versión para las tablas de ÂíTira tus libros, y sal a la calle!
Plagada de imágenes de edificios cerca de las vías del ferrocarril, muchedumbres alienadas y una sórdida atmósfera moral, la película plasma un retrato de la marginalidad con un realismo descarnado.
Fujita, sin embargo, busca mostrar su propia visión del mundo recreado por el autor.
«Las obras de Terayama están llenas de obscenidad, desolación y ruido. Pero yo quiero poner en orden esa metáfora sobre la sociedad de entonces, afilarla y revelar sus entresijos», afirmó Fujita recientemente al diario Asahi.
Y su puesta en escena persigue ser una con estilo propio, al
conectar los actos fragmentados de la obra como un gran collage.
Entretanto, Matsumoto repensó Lemmings como un drama musical en el cual combina las palabras con los ritmos irregulares para desdibujar el Tokio que Terayama retrató como una «ciudad malvada».
La trama de esta pieza se desarrolla cuando las paredes que separan los cuartos de una pensión desaparecen de pronto y comienzan a desfilar por el escenario un auténtico carnaval de personajes excéntricos.
El teatro de Terayama es «más realista que la realidad misma», afirma Junpei Mizobata, uno de los actores del elenco, para el que los personajes y los diálogos de Lemmings resultan tan sugestivos que uno no puede evitar sentirse atraído por ellos.
Tras las funciones en el Teatro Metropolitano de Tokio a comienzos de diciembre, las dos obras se presentarán en diversos escenarios del país y el extranjero.
Anteriormente, varias películas de Terayama y Orson Welles
integraron una muestra retrospectiva durante el XXVIII Festival Internacional de Cine de Tokio en octubre, para conmemorar los 80 años de su natalicio junto al centenario del mítico realizador de Ciudadano Kane.
Según los organizadores, ambos cineastas no solo destacaron al brindar su particular y polémico punto de vista sobre la sociedad y los valores humanos, sino que compartieron además un entusiasmo similar por la experimentación estética.
Entre las iniciativas para acercar la vida y obra de Terayama al público japonés, una de las que mayor interés despierta es su museo en la ciudad de Misawa, el cual recibe cada año miles de visitas guiadas.
«Quiero que la gente sienta que puede venir en cualquier momento», explica el poeta Eimei Sasaki, al frente de la institución. «Seré feliz si todo el mundo entiende la obra de Terayama y su verdadero valor».
Allí, un laberinto inspirado en una de sus historias transmite la sensación de que el artista japonés puede aparecer en cualquier momento a la vuelta de una esquina, mientras versos haiku y tanka de su autoría se complementan armónicamente con sus objetos personales, entre otras
atracciones temáticas.
Cada año el museo acoge además, festivales y conferencias de
teatro, así como un evento para conmemorar la prematura muerte de Terayama, el 4 de mayo. Y es que todo parece poco para evocar al autor que como último trabajo quiso homenajear a Cien años de soledad a través del cine, aunque Gabriel García Márquez no lo autorizó a utilizar el mismo título en la película estrenada, póstumamente, en 1983 como Adiós al arca (Saraba Hakobune).
Redescubrir al genio creador que dijo aprender más sobre la vida «a través del boxeo y las carreras de caballos que asistiendo a clases magistrales», en definitiva, constituye actualmente en Japón, más que un ambicioso proyecto cultural, un desafío apasionante.
*Periodista de la Redacción Asia y Oceanía de Prensa Latina.