Obama, la guerra en Afganistán y las elecciones de 2016

Por Roberto Garcia Hernandez

La Habana, 30 dic (PL) La guerra en Afganistán constituye hoy, casi tres lustros después de su inicio, un asunto de primer orden en la agenda del presidente Barack Obama, menos de un año antes de las elecciones generales de 2016.
Aliados políticos y enemigos del mandatario tienen sus ojos puestos en sus decisiones sobre esta contienda, en la que según expertos en el tema todavía Washington carece de una estrategia integral para enfrentarla.
Desde el inicio de la guerra en octubre de 2001, murieron más de dos mil 380 oficiales y soldados norteamericanos, y otros 20 mil resultaron heridos, al tiempo que su costo supera el billón (millón de millones) de dólares.
A pesar de que en este conflicto armado las autoridades norteamericanas cuentan con determinado nivel de apoyo -insuficiente según expertos- de parte de la OTAN, el peso financiero y bélico lo lleva Washington, una situación que implica también un costo político.
Obama anunció el 15 de octubre su decisión de mantener los nueve mil 800 militares que están en Afganistán y reducir esa cantidad a cinco mil 500 a principios de 2017, después que termine su mandato en la Casa Blanca.
Al respecto, el doctor Binoy Kampmark, profesor de la Universidad de Cambridge, señaló en un artículo publicado recientemente en el sitio digital canadiense Global Research, que estos efectivos serán insuficientes para implementar una estrategia contrainsurgente viable y prolongada, opinión que comparten otros especialistas en el tema.
En ese sentido, el diario The New York Times señaló este lunes que mientras la Casa Blanca incrementa sus esfuerzos contra el Estado Islámico (EI) y el movimiento Talibán, reaparecen en Afganistán los campos de entrenamiento de Al Qaeda.
Esto sucede casi un año después de que las principales fuerzas de combate de Estados Unidos y la OTAN cesaran, al menos formalmente, su participación en acciones combativas en suelo afgano.
Anthony Cordesman, especialista del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales -uno de los llamados tanques pensantes con sede en Washington D.C.- analizó el 22 de diciembre pasado esta situación.
Cordesman estima que las autoridades de Kabul están perdiendo la guerra a todos los niveles, en cuanto a gobernabilidad, seguridad y apoyo popular, lo cual según él queda «brutalmente claro» desde el punto de vista del comportamiento de la guerra y de casi todos los informes de prensa.
El experto aclara que, aunque esto no significa una derrota definitiva para Estados Unidos, pues aún se pueden revertir estos aspectos negativos, existe un alto nivel de incertidumbre sobre la forma de lograr allí una victoria.
Un número considerable de instituciones académicas, expertos de Naciones Unidas e incluso informes del gobierno estadounidense demuestran la claridad de estas tendencias negativas en el conflicto afgano, en el cual, según Cordesman, la Casa Blanca no tiene una estrategia definida.
Un análisis del Departamento de Defensa publicado a principios de diciembre, admite que las fuerzas afganas no están listas a nivel táctico para la retirada de las unidades de combate del Pentágono.
El Pentágono reconoce además que el ejército afgano perdió en 2014 más de 17 mil militares y empleados civiles como resultado de deserciones, muertes en combate y expulsiones, por lo que tiene un bajo nivel de completamiento.
Por otra parte, informes reiterados de la Oficina del Inspector General Especial de la Casa Blanca para la Reconstrucción de Afganistán, revelaron en los recientes meses la existencia de serias irregularidades en la administración de los recursos por el mando militar norteamericano en el país asiático.
Estos factores más la corrupción dentro del gobierno de Kabul y la inestabilidad generalizada en esa nación asiática completan el cuadro que Obama deberá revertir y presentar una coyuntura más favorable ante los electores y el Partido Demócrata con vista a las presidenciales de noviembre de 2016.

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