En la víspera de que los niños celebren el Día de los Santos Reyes, en la misa dominical en la Catedral de México, se elevó una oración por los infantes de México y el mundo, para que no sean víctimas del mal, de explotación o abuso; también se oró por los pobres, los abandonados, por los enfermos y por todos los que se siente solos que el niño Dios les premie con una sonrisa y todos los demás hermanos acudamos en su auxilio.
La inercia de la maldad se vuelve ingobernable para quien se instala en ella, afirmó en su homilía el canónigo Julián López Amozurrutia, al destacar que para aquellas personas que tienen el corazón enfermo una buena noticia se convierte en amenaza y la prosperidad común en debacle.
Ante los fieles, el canónigo teólogo de la Catedral, en sustitución del cardenal Norberto Rivera Carrera, comentó sobre las personas negativas, su mirada turbia entristece lo que toca. Y su investigación se desarrolla con fines impronunciables, su postura es falsamente obsequiosa y su palabra se contamina sistemáticamente con la mentira, su obstinación es suicida, pero no está dispuesto aceptarlo.
«La narración evangélica describe la dramática confrontación que el príncipe de la paz trae al mundo, hay muchos intereses creados, aferramiento al poder y enceguecido orgullo que bloquean el gozoso anuncio de la liberación, el que negocia con el pecado se enreda en sus maquinaciones y se empantana en sus afanes procurando cómplices y procurando pervertir corazones e instituciones, lo identifican en la figura de Herodes», indicó.
También se oró por los gobernantes del mundo para que aprendan de los Reyes Magos de Oriente, que lo principal es amar y buscar a Dios.
En el primer domingo de enero, se tocó el tema de la fiesta de la Epifanía, donde el prelado resaltó que la piedad cristiana ha sabido colorear la llegada de los Reyes Magos, a Jerusalén, como la llegada de visitantes que llegan de lejos. En estos misteriosos personajes se pone de manifiesto el alcance universal de la obra que el niño Dios habrá de alcanzar.
«Nadie por distante que parezca es ajeno a la fiesta de la fe», indicó.
López Amozurrutia manifestó que la fiesta de la Epifanía del Señor nos presenta el texto de la visita de los Magos de Oriente al niño Jesús, en Belén, por tanto, una primera referencia de esta fiesta es la manifestación (en griego se dice «epifanía») de Jesús hombre e Hijo de Dios, a los paganos.
Dentro del contexto del evangelio de San Mateo, que es el único que nos narra el hecho, es claro que la misión primordial del Señor fue «ir por las ovejas descarriadas de la casa de Jacob»; es decir, que Jesús dedicó su ministerio por completo a la conversión de los judíos, pero las consecuencias de la muerte y resurrección del Señor son para todas las naciones.
Así lo confirma el hecho de que Jesús resucitado pidiera a los discípulos ir a su encuentro en Galilea, región norte de Palestina típicamente habitada por paganos.
El primer sentido de la Epifanía en nuestra comunidad católica es que Jesús ha venido en beneficio de todas las naciones, y en la persona de los Magos venidos de Oriente estamos representados todos aquellos que hemos llegado a reconocer a Jesús como Nuestro Señor, pero no descendemos de la nación judía. Ahora bien, la historia de la celebración de la Epifanía dentro de la Iglesia es mucho más compleja de lo que parece. Hasta nuestros días el domingo posterior a la fiesta de la Epifanía se celebra la fiesta del Bautismo de Jesús.
Por mucho tiempo ambas fiestas estuvieron unidas en el 6 de enero. En realidad en cuanto a su contenido son complementarias puesto que Jesús, al ser bautizado, se manifestó como el Hijo de Dios, así lo dicen todos los relatos del bautismo del Señor: «entonces se oyó una voz del cielo que dijo: ‘éste es mi Hijo Amado'», por este motivo también en algunas comunidades del Oriente cristiano a esta festividad también se le llamaba la fiesta de la «Teofanía» (manifestación de Dios).
Fuente: NotiRed-México