Dicho sea de paso: La misión fallida

Por Fernando Urbano Castillo Pacheco

En el «Diálogo de los melios», contenido en la Historia de las guerras del Peloponeso, Tucídides relata las sugerencias hechas a los melios por parte de los atenienses antes de la guerra. Recuerdo en especial uno de esos consejos en el que los de Atenas, a la postre vencedores aplastantes, les dicen: «No consideres el futuro como algo más cierto y seguro de lo que tienen ahora frente a sus ojos; no pretendan, con los ojos del deseo, observar como si ya estuviera ocurriendo lo que quisieran ver».

Bien haría el presidente de la República en retomar ese viejo consejo y ser muy prudente con sus acciones, moderar su entusiasmo y analizar la realidad del país con objetividad y con la cabeza fría entendiendo que la misión no está cumplida.

Los primeros días del año han sido de mucha sombra y poca luz para la gestión de un gobierno que entra en su segunda mitad con muchos retos y pocas estrategias.

Sin duda, la más reciente detención de Joaquín Guzmán Loera representa un motivo de festejo para el gobierno federal, pero está muy lejos de ser la noticia que se pretende difundir en medio de un montaje teatral.

La recaptura del «Chapo» es un gran logro de las fuerzas federales, pero no de un gobierno que, más allá de cumplir su misión, apenas está reparando la falta que permitió su fuga.

La evasión, consecuencia de la corrupción reinante en esta administración, no se borra con la captura, como tampoco esta exime a todos los que desde el gobierno, procesados o no, la permitieron.

La victoria que hoy presume el presidente, leí hace unos días, no hubiera sido posible sin la derrota del 11 de julio pasado.

Más allá del triunfalismo exacerbado de la presidencia de la República, la realidad es que esta detención en muy poco cambia la situación de inseguridad en el país. En lo que va de esta gestión hemos visto un incremento en la violencia y eso es una muestra de la ineficacia del gobierno.

La estrategia planteada por el gobierno, que prometió combatir al crimen de una manera distinta, no varía en mucho de lo que ha sido intentado en los últimos veinte años y que en esta administración ha desencadenado situaciones de graves violaciones a los derechos humanos.

No se puede menospreciar el trabajo de las fuerzas armadas en el combate al crimen, pero debe quedar claro que no se le puede seguir viendo como un tema de seguridad nacional, sino como un asunto policiaco.

Esto implica reemplazar al Ejército y la Marina por cuerpos policiacos profesionales, tanto en preparación como en salario. La legislación del mando único se ha quedado como una buena intención y ha faltado ese cabildeo del ejecutivo que permitió sacar adelante otras iniciativas, mientras vemos como Guerrero, Michoacán y Tamaulipas nadan en ríos de sangre.

Urge también que se diseñe un combate integral y coordinado. Que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, afirme que no existe delincuente que esté fuera del alcance del Estado mexicano, hace pensar en los muchos casos de personajes buscados por la justicia, como el dueño de la financiera FICREA o los ex-gobernadores priistas de Tamaulipas a los que parece que la autoridad no quiere encontrar, pues si como dice el funcionario peñista no es un problema de capacidad, entonces es un problema de voluntad.

No creo en los que dicen que la detención de Guzmán Loera es una estrategia del gobierno para distraer la atención del alto precio que ha registrado el dólar en los últimos días, razón por demás absurda, pero sí es un hecho que la presión internacional y el durísimo editorial del The New York Times acrecentaron el interés de Peña Nieto por detenerlo.

Sin embargo existe otro punto medular en el combate a la delincuencia, en el que el gobierno del presidente Peña Nieto ha fallado. Es necesario que este país les dé oportunidades reales a los jóvenes: educación de calidad, capacitación y acceso al mercado laboral. Un presidente de la República –priista por cierto– lo resume claramente en uno de sus libros: Hay que quitarle pueblo al enemigo.

Y es que a pesar de que Peña Nieto insista en ver a un México diferente, la realidad es que el país está estancado.

La economía mexicana crece, eso es innegable, pero crecemos la mitad de lo que crecíamos cuando nos decían que crecíamos poco. México requiere tasas de crecimiento de 5 por ciento anual para generar el millón de empleos que se necesitan para incorporar a los jóvenes que cada año se integran al mercado laboral.

En realidad, el descenso en el desempleo ha sido a costa de sacrificar el salario. Más empleo con peor salario es una forma burda de inflar la estadística sin hacer llegar bienestar social a los ciudadanos.

Si bien es cierto que el sector privado es quien debe de detonar esas condiciones, no podemos ignorar los efectos de la nefasta reforma fiscal que en su afán recaudatorio, afectó a toda la economía. Este 2016 habrán de verse más efectos nocivos de ésta, pues los que se incorporaron al Régimen de Incorporación Fiscal, además de todas las cargas administrativas, empezarán a pagar el 10 por ciento del ISR que les corresponde después de dos años de no pagar, lo que mermará su liquidez y, por ende, afectará a la inversión y al empleo.

La caída del 6.6 por ciento en la producción petrolera del país, que de 2014 a 2015 pasó de 2 millones 429 mil a 2 millones 267 mil barriles diarios muestra la ineficacia de otro sector del Estado y junto con el incremento en el precio del dólar serán factores que presionen la economía mexicana en este año.

Igualmente, y lejos de lo que afirma el Ejecutivo, de que la baja inflación del 2015 es consecuencia de la estabilidad macroeconómica y las reformas aprobadas en los primeros tres años del sexenio, la realidad es que esta fue producida por una conjunción de fenómenos irrepetibles –como la eliminación del cobro de larga distancia nacional y el que no aumentaran en el año las gasolinas– con una economía mediocre y deprimida, que impidió también que los mexicanos tuvieran más empleos y mejor pagados.

Será difícil ver este año una inflación tan baja, con un peso que en 2015 se depreció 16.68 por ciento y cuando el precio del dólar, en menos de 15 días del año ya se incrementó en casi 75 centavos.

Además de la prudencia para no vanagloriarse por la detención del narcotraficante que sólo es el pago de una deuda con la sociedad, es necesario analizar la situación del país de manera integral. El expresidente Carlos Salinas alguna vez sentenció con toda claridad: «No puede hablarse de ‘avances’ ahí donde la miseria crece y disminuyen las posibilidades de una existencia digna».

No se puede demeritar el logro de la captura, pero el país exige mucho más de su presidente y, hasta ahora, la misión ha sido fallida.

Síganme en Twitter: @niniodeoro

Deja tu comentario