Reedición de Mi Lucha en Alemania provoca opiniones encontradas

Por Harald Neuber*

Berlín (PL) Pocas veces se ha visto tan clara la relación compleja de los alemanes con su pasado nazi como en la acogida dada al libro Mi lucha, de Adolfo Hitler, recientemente reeditado en una versión revisada.
El panfleto, que vendió más de un millón de copias después de la toma de poder por parte de los fascistas en 1933 (luego de haber tenido un éxito muy limitado en su primera publicación en 1925), se encuentra hoy día en los rincones oscuros de muchos hogares germanos.
Aunque de 1933 a 1945 fue un popular regalo de boda, en la actualidad se muestra de vez en cuando, furtivamente, como vestigio de un pasado que los alemanes debían dejar atrás tras la derrota del fascismo, pero con el cual siguen siendo confrontados diariamente hasta el presente.
Ahora se publica una reedición de la obra en dos tomos con alrededor de dos mil páginas, lo cual significa que los comentarios en las notas a pie ocupan dos veces más espacio que el texto original de 700 páginas.
El Instituto para Historia Contemporánea, que hasta ahora casi nadie conocía, lanzó la nueva versión poco antes del levantamiento de la protección de la propiedad intelectual: 70 años después de la primera edición, la obra está disponible para la re-publicación a partir de enero de 2016.
La noticia, en principio, sería irrelevante pues el material siempre ha estado disponible en las estanterías de los alemanes, en las bibliotecas, en el exterior o en Internet.
Sin embargo, la reedición abrió la polémica sobre la negación del pasado nazi y la reticencia de ahondar tanto en sus bases como en su herencia cultural, una postura que todavía tiene defensores tal y como se evidencia en el actual debate sobre el libro de Hitler.
La obra comentada trata de llegar a un acuerdo entre dos
estrategias: la negación y la confrontación.
El director del instituto responsable de la publicación, Christian Hartmann, califica los dos tomos como «una contrapropuesta al texto original», matizado ahora por los comentarios y anotaciones científicas.
Tal explicación refleja, en cierta medida, el temor de que el panfleto mistificado pueda seguir teniendo alguna fuerza persuasiva.
No obstante, es necesario recordar que la lectura obligatoria establecida durante la época nazi fue probablemente un castigo, pues Mi lucha era, y es todavía, un texto horrible que proporciona una lectura seca y confusa.
Muchas citas hablan por sí solas sobre el escaso poder de persuasión que tendría el libro en la actualidad.
Por ejemplo, cuando Hitler escribe que pronunció un discurso ante miles de personas sobre la «vergüenza de Versalles» -en referencia al tratado firmado al finalizar la Primera Guerra Mundial- en 1919, cuando ya se conoce que por aquellos años los nazis eran en realidad un grupúsculo sin influencia alguna que apenas movilizaba a decenas de seguidores.
También podrían mencionarse las frases en defensa del «espacio vital para el pueblo alemán en Europa del Este» o de «la lucha de razas».
Estas citas e ideas no convencerán ya a nadie que aborde el tema de manera seria.
Si ello ocurriera, el gobierno debería examinar más bien la calidad del sistema educativo y escolar de Alemania, en lugar de debatir la prohibición del texto original, que sigue vigente en el país a pesar del vencimiento de la protección de la propiedad intelectual.
A la luz del surgimiento de nuevos movimientos y partidos populistas y extremistas de la derecha como Pegida o Alternativa para Alemania (AfD), y también del aumento de ataques a extranjeros y a residencias de refugiados, sería más importante capacitar a la población contra todo tipo de racismo y xenofobia.
El nuevo partido AfD, que emergió como simbiosis entre el
liberalismo alemán y grupos de la extrema derecha, se mantiene en las encuestas en torno al ocho por ciento y probablemente defenderá posiciones racistas y neoliberales en el próximo parlamento nacional. Mientras, el movimiento xenófobo Pegida se manifiesta cada semana en varias ciudades alemanes para exigir una política más rigurosa contra lo que califican de «extranjeros criminales», en referencia a los demandantes de asilo.
En el empeño de luchar contra este tipo de agrupaciones, el Estado germano suele cosechar fracaso tras fracaso.
Ni en la República Federal de Alemania, que fue fundada con el apoyo de viejas estructuras nazis, ni en la socialista República Democrática Alemana, en cuyo territorio hoy día cobra auge el movimiento racista Pegida, se ha logrado desarrollar una cultura antifascista eficaz y sostenible.

*Corresponsal de Prensa Latina en Alemania.

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