Yucateca convencida de que “los derechos no se conquistan una vez y para siempre”, Dulce María Sauri Riancho –primera mujer gobernadora de su estado–reconoce que las mujeres que la antecedieron en la política abrieron camino para que ella pudiera estar al frente de una gestión local.
En su casa llena de árboles y paredes de colores, en esta capital estatal, la también ex presidenta nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) conversa con Cimacnoticias sobre su trayectoria política y la de otras mujeres a propósito de la celebración esta semana por los 100 años del Primer Congreso Feminista de 1916, en el que las revolucionarias de entonces discutieron –en uno de los debates más álgidos– si las mujeres debían votar o no.
AL FINAL DEL DÍA, FEMINISTA
Cuando el pasado miércoles 13 de enero Sauri Riancho terminó su discurso sobre los logros de las mujeres para ocupar cargos públicos, en el monumental Teatro Peón Contreras –donde hace 100 años se reunieron las feministas yucatecas–, se desató una ola de aplausos.
“Aunque su gobierno fue cuestionable, como todos en realidad, finalmente se ganó el respeto y la admiración de muchas yucatecas”, dijo una voz de entre el público. Al concluir el evento, activistas y políticas destacadas no perdieron la oportunidad para felicitarla. Dulce María regresó los saludos con una sonrisa cálida, como si todas fueran sus amigas.
Y es que con más de 30 años de trayectoria política –siempre en las filas del PRI–, ese 13 de enero Sauri Riancho, reconoció que fue gracias al legado de las feministas posrevolucionarias Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib Cicero y Beatriz Peniche, que ella pudo alcanzar una gubernatura.
Ahora, en la charla con esta agencia, la priista afirma que se asume feminista, y que mira –ya a cierta distancia de la actividad política– que cada paso que dio en la función pública estuvo marcado por su condición de género.
“Como gobernadora de Yucatán sí conocía sobre Elvia Carrillo Puerto y el Congreso (Feminista de 1916), pero si te dijera que siempre tuve conciencia plena de la condición de género, pues no es cierto porque fue gradualmente fui aprendiendo eso en la práctica política”, declara sin soltar su termo de café que la acompañó todo el día.
Fue en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en Beijing, China, en 1995, cuando Sauri –tras escuchar a mujeres afganas que relataron que los talibanes las obligaron a dejar la escuela y su trabajo porque no podían estar cerca de los varones– tuvo conciencia de dos cosas: “Que los derechos no se conquistan una vez y para siempre”, y “que las mujeres cuando se juntan pueden hacer grandes cosas”.
MUJER DE TRAYECTORIA
En medio de su sala –repleta de adornos orientales combinados con artesanías yucatecas–, la ex diputada federal y ex senadora relata que ingresó al mundo de la política en el tiempo en el que su esposo, José Luis Sierra Villareal, fue encarcelado durante siete años en el contexto de la llamada “Guerra sucia” (la represión del Estado contra los movimientos sociales y guerrilleros de los años 60 y 70).
“Yo les decía (a quienes serían sus jefes en la tarea política): ‘Mi esposo es un preso político, si así me contrata, adelante, podemos trabajar”. Así, su paso en la gestión pública, primero como delegada del PRI, le permitió escalar a otros cargos de mayor rango.
No obstante –recuerda–, cuando la propusieron como presidenta estatal del PRI, un hombre de su partido le advirtió que si aceptaba aventarían piedras a su casa y la insultarían.
Cuando compitió en los comicios para ser diputada, uno de sus oponentes, del PAN, le cuestionó que por su condición de mujer no podría hacerse cargo de la seguridad pública.
Pero Sauri aceptó cada reto que se le puso enfrente. Primero fue diputada federal por Yucatán (1982-1985), luego senadora (1988-1991), después otra vez diputada federal (1994-1996), y de nuevo senadora (2000-2006).
En 1991, cuando asumió la gubernatura interina de su estado (hecho que –advierte– logró por su trayectoria y la necesidad de que las mujeres participaran en el proyecto neoliberal que entonces se gestaba) desobedeció el mandato de su partido dos veces: primero al romper con las empresas henequeneras de Yucatán, y luego al renunciar al cargo antes de concederle al PAN la oportunidad de gobernar.
Sin embargo, el 3 de julio del año 2000, ya como presidenta nacional del PRI, enfrentó su reto político más grande, porque el partido “que nació para estar siempre en el poder” perdió por primera vez en la historia la elección presidencial.
Entonces –cuenta– se sintió responsable del fracaso, y observó que la derrota no sólo era electoral, sino de un proyecto político de más de 70 años y del “eje articulador que organizaba el partido”.
Sauri Riancho asegura que su condición de género le permitió sobreponerse –y no dejar de luchar– y enfrentar los cuestionamientos que vinieron después, y organizar –como uno de sus logros todavía en la dirigencia partidista– una asamblea de más de 12 mil delegadas y delegados para evitar el derrumbe del PRI.
ESLABÓN DE MUJERES POLÍTICAS
En política internacional, en 2004 Dulce María Sauri fue presidenta exoficio de la Reunión de Mujeres Parlamentarias de la Unión Interparlamentaria Mundial, y presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres. Antes, de 1995 al 2000 encabezó el Proyecto Nacional de la Mujer, antesala de lo que ahora es el Instituto Nacional de las Mujeres.
La también socióloga afirma que desde niña se interesó por la política y la economía, incluso escuchaba las pláticas de los varones adultos de su familia, y decía –sin saber bien a bien de qué hablaba– que quería ser diplomática.
Destaca que su abuela materna –quien viajó a Cuba tras el asesinato de su esposo para sacar adelante a su familia– es su principal “ejemplo de resistencia y trabajo”.
Sauri está convencida de que los rezagos en el reconocimiento de los derechos femeninos provienen de ideas y costumbres de hace 100 años, que a la fecha no han logrado superarse. Observa además que aún no están garantizadas todas las condiciones para que una mujer ocupe cargos públicos.
La priista también se asume “nieta” del Congreso Feminista de 1916. Y reconoce que de igual manera si Griselda Álvarez y Beatriz Paredes en su momento no hubieran ocupado una gubernatura (en Colima y Tlaxcala, respectivamente), ella tampoco lo habría hecho. Como a su vez, Ivonne Ortega –segunda mujer gobernadora de Yucatán– no lo hubiera logrado sin Sauri Riancho.
“Me asumo como parte del eslabón de una cadena que empezó muy atrás, desde Rita Cetina. (Una cadena que) hace que esa niña de hoy pueda pensar en ser gobernadora”, resalta.
Sauri mira la cámara fotográfica sobre la mesa y admite que “extraña la política”, pero advierte que como mujer los costos políticos terminan siendo “muy altos”.
Y es que tras años de ver a su familia sólo los domingos y a veces llegar únicamente a dormir todo el día, esta mujer política se siente feliz ahora de pasar más tiempo con sus nietas, y tener la posibilidad de emprender proyectos académicos.
Agradece el apoyo que recibió de sus hijos –a quienes expulsaron del catecismo porque nunca iba su mamá a las reuniones– y a su pareja, quien iba a los eventos de las esposas de los delegados para apoyarla. También la respaldó cuando concluyó recientemente un posgrado en Historia y ahora que estudia el doctorado.
Fuente: CIMAC Noticias