La semana pasada participé en una mesa redonda y también me entrevistaron para un documental, todo ello con motivo de la visita del papa Francisco a México y a Morelia, en particular. Gaby Molina, la nueva directora del Sistema Michoacano de Radio y Televisión, concibió este interesante proyecto de conjuntar diversas opiniones de historiadores, ministros de la Iglesia, filósofos y sociólogos a fin de ofrecer al público una visión amplia de las múltiples implicaciones sociales y políticas de tan significativo acontecimiento. Por si fuera de su interés, a continuación enumero algunos de los planteamientos que expuse en ambas grabaciones. El programa de televisión pasará el próximo jueves 28 de enero, a las 9:30 de la noche, en los canales: 10 de TV abierta, 208 de Megacable y 113 de Telecable.
1- La visita del máximo representante de la Iglesia Católica, quien asimismo es Jefe del Estado Vaticano, siempre constituye un hecho de singular importancia para cualquier país del planeta. Máxime si ese personaje, como es el caso de Francisco, lleva con su presencia y en sus palabras un doble mensaje: el estrictamente pastoral que apela al fortalecimiento de una espiritualidad cristiana sustentada en temas prioritarios como lo son la justicia y la reconciliación; y la encomienda político-diplomática de procurar la paz mundial mediante el llamado a la tolerancia entre individuos y civilizaciones, el diálogo interreligioso (una perspectiva ecuménica que incluye a los ateos) y la crítica ética a las oprobiosas injusticias económicas de la sociedad contemporánea. Bastaría recordar la contribución de Juan Pablo II al derrocamiento del Muro de Berlín a fines de los ochenta del siglo pasado, para comprender el papel crucial que pueden desempeñar en la historia algunos papas.
2- Por fortuna, vivimos en un Estado laico que garantiza la libertad de cultos y en donde las iglesias tienen que respetar los límites infranqueables entre el ámbito de la fe y las leyes de la Constitución que regulan al conjunto de la sociedad. Las instituciones clericales, a su vez, tienen que adaptarse a los cambios progresistas de la sociedad, sobre todo los que corresponden a los derechos humanos. Y si pasaron siglos antes de que la humanidad avanzara en cuestiones de equidad de género, igualdad política y erradicación de la segregación racial y étnica, apenas en las últimas décadas se está progresando en temas controversiales como el matrimonio gay, la eutanasia, la despenalización del aborto, la legalización de la mariguana, etcétera. Un buen consejo para destrabar las polémicas irreconciliables: que el Estado y las diversas instituciones no se entrometan en las decisiones libres de los individuos. Agregaría: que todos ejerzan libremente sus creencias, sin afectar a terceros, y que nadie pretenda imponerle las suyas a los otros.
3- Loable, además, es que el papa haya hecho una efectiva mancuerna con el presidente Obama en cuanto a ciertos temas capitales que afectan a la humanidad: la amenaza del cambio climático (Francisco promulgó una encíclica para proteger nuestra “Casa Común”); el respaldo a las comunidades que, víctimas de la guerra y la persecución política, tienen que emigrar y pedir asilo; y el repudio al fanatismo y a la violencia terrorista apelando a una simbiosis entre el “amor al prójimo” y la tolerancia civilizatoria: aprender a convivir con el que es y piensa distinto a nosotros. El liderazgo de Francisco es transformador, y por ello ha enfrentado con valentía los problemas de corrupción y pederastia que aquejan a la Santa Sede.
4- Habrá quienes critiquen a los políticos que buscan sacar raja política de la visita del papa y quienes cuestiones el intenso comercialismo que ya prolifera tanto en medios de comunicación como en corporativos privados. Frente a esas críticas, baste decir que los dos fenómenos resultan inevitables (igual lucran políticamente los gobernantes en turno con las Olimpiadas o con los Mundiales de futbol; y en el caso de las visitas papales, ese abuso lo cometen tanto estadistas de izquierda como de derecha en todo el orbe), amén de que la voracidad consumista o el cuantioso gasto de recursos públicos para la recepción del Pontífice no alcanzan por sí mismos como argumentos para restarle trascendencia a un acontecimiento que sin duda resultará muy positivo como mensaje político-espiritual enfocado a los grupos migrantes en Ciudad Juárez, a las comunidades indígenas en Tuxtla Gutiérrez y a los jóvenes católicos en Morelia.
5- Lo deseable es que finalmente se propague por el país y por la Tierra ese ánimo de reconciliación y fortaleza espiritual del cual habla el papa en el archivo que les anexo. Cierto, en el actual contexto nacional, cuando predomina la polarización, el odio y el insulto como práctica generalizada en las redes sociales, saldremos victoriosos si todos, ateos y creyentes, liberales y conservadores, recuperamos la invitación de Francisco a practicar la concordia humana, a ser más abiertos de mente y tolerantes, menos resentidos y más solidarios. Citando a Shakespeare, el papa nos dice que “La misericordia –la generosidad- no es obligatoria, cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe”.
(21/10/12)
57. Henri Fantin-Latour (1836-1904) es el artista que con mayor sutileza ha recreado el encanto íntimo de la lectura. Y en estos albores del siglo XXI, cuando desde el ciberespacio se nos bombardea con mensajes banales y viscerales, nada mejor que recordar que la práctica de leer presupone un placer, uno de los más antiguos y benéficos para el espíritu. ¡Qué dicha, pues, contemplar a las damitas burguesas pintadas por Fantin-Latour inmersas en las delicias del arrobo intelectual!
Ya se trate de leer en solitario o de un recital literario, la lectura conlleva siempre activar la conciencia crítica, nutrir la sensibilidad, despejar las incógnitas, estimular la curiosidad, vagar y divagar a través del tiempo y el espacio, es decir, ejercer a plenitud uno de los mejores atributos de la especie: la imaginación.
Mediante la lectura de una novela, por gracia divina, nos es posible atisbar mundos ignotos, paraísos artificiales, estados extrasensoriales, ámbitos edénicos, infiernos temidos y temibles. ¡Qué privilegio de la mente humana, entonces, utilizar la ficción narrativa para desnudar a una mujer inalcanzable, consolar a una niña paquistaní baleada por talibanes o endulzar la cotidianidad de los miserables con utopías que no sean quimeras!
Leer textos científicos o periodísticos nos sirve, igualmente, de mil gratificantes maneras: para alargar las verdades, para hacer añicos la ignorancia, para fortificar la memoria histórica. En el caso de la poesía –arte entre las artes–, los resultados son supremos: conseguir que los misterios cambien su piel y lograr que los símbolos renazcan como transparencias gozosas. Leer versos, cierto, nos ayuda a visualizar las vetas ígneas de un crepúsculo, escuchar sin miedo los acordes de una tempestad y convertir las diabluras de la gente en ademanes dulces.
Henri Fantin-Latour también es célebre gracias a los magníficos cuadros donde retrata a la crema y nata de la bohemia artística francesa de su tiempo: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Manet, Zola, Renoir, Bazille, Monet… Estrellas cuya obra gira en torno del elogio perpetuo del arte y la cultura en general. Esto es precisamente lo que, de cara al mundo contemporáneo, debemos clarificar, en vez de seguir enclaustrados en la falsa disyuntiva de elegir entre el libro de papel o el libro electrónico, lo único sensato es reivindicar el hábito diario y gozoso de la lectura –sea en el soporte o en el medio que fuere–, pues leer representa el mejor de los baluartes del humanismo frente a sus enemigos: el vacío y la inopia intelectual, el conformismo y la apatía individualista.