(InsurgentePress) Nadie habla de los muertos ni de los 43 normalistas desaparecidos, mucho menos de los ex funcionarios recluidos en prisión, en este municipio rodeado de fosas llenas de cuerpos putrefactos en el que el emporio económico del ex alcalde José Luis Abarca, principal sospechoso de la tragedia, opera libremente ante los ojos de todos.
Los matorrales amarillentos y árboles deshojados cubren los cerros que rodean de un lado y otro la carretera hasta la caseta de cobro puerta de entrada a la cabecera municipal. Hasta aquí ni indicios de sicarios ni retenes oficiales ni mantas de protesta social. A lo lejos una gigantesca bandera ondea orgullosa en la parte más alta de las instalaciones militares. Es Iguala de la Independencia, una región singular que se ha ganado con letra y sangre su inscripción en la historia de México.
Al adentrarse al pueblo tampoco quedan rastros ni fotografías de búsqueda de los 43 estudiantes desaparecidos de manera forzada aquella oscura noche y fría madrugada de los días 26 y 27 de septiembre de 2014. Y como si se tratara de un cuento malo, el significado de Iguala en lengua náhuatl, yohualcehuatl, es: ‘donde serena la noche’.
Pero, aquí el sereno cae y entume los huesos, a unos da dolor a otros mucho miedo, pues el silencio en las noches permite escuchar el latido de los corazones de aquellos que están encerrados bajo llave en sus casas, pues no se fían de los policías, saben que de caer en sus manos no hay final feliz. Ese ha sido el caso de los normalistas, hoy convertido en un tema que pocos recuerdan, la mayoría parece haber enterrado todo.
En el primer cuadro en torno al palacio municipal, dependencias oficiales, comercios establecidos y ambulantes conviven sin contratiempos durante el día. En ese perímetro el emporio de Abarca sigue dando dividendos económicos.
Abarca es el persona principal de la llamada ‘Verdad Histórica’ que construyó la Procuraduría General de la República (PGR), para sustentar la hipótesis de complicidad entre funcionarios, policías y sicarios del narcotráfico que entre las sombras de la noche se llevaron a un lugar sin retorno a los normalistas.
A lo largo de 85 tomos y 13 anexos, de los expedientes AP-PGR/SEIDO/UEIDMS/8712014 y AP/PGR/GRO/IGU-1/1196/2014, documentó alrededor de 90 propiedades de Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa, capturados en una casa de la delegación Iztapalapa, Distrito Federal, el 4 de noviembre de 2014.
La PGR consignó a a la pareja por los presuntos delitos de delincuencia organizada, recursos de procedencia ilícita, desaparición forzada y homicidio calificado. En ese proceso judicial la Unidad Especializada en Análisis Financiero aseguró de forma precautoria las propiedades del matrimonio Abarca-Pineda Villa.
Según los expedientes de la PGR—cuya mayor parte del contenido ha sido rayado con plumón negro— la pareja constituyo las empresas Asociación Yozy & Apos, S.A. de C.V., y Abarpin, S.A. de C.V., para triangular la compra de los inmuebles con recursos de procedencia ilícita. La primera firma se dedica a la renta de locales comerciales, la segunda, a la compraventa de terrenos y a la construcción. Ambas activas a la fecha.
Las Averiguaciones Previas AP-PGR/SEIDO/UEIDMS/8712014 y AP/PGR/GRO/IGU-1/1196/2014, están llenas de rayones negros y contenidos oscuros distantes de ser una ‘Verdad Histórica’ para desenmarañar qué pasó con los 43 normalistas de Ayotzinapa.
En esos expedientes la PGR cimentó las acusaciones de dinero de procedencia ilícita o riqueza del narcotráfico de la pareja Abarca-Pienda Villa, basado en denuncias ciudadanas anónimas, relatos de oídas y testigos protegidos. Dieciséis meses después nadie ha querido hablar ni aportar pruebas para derribar el emporio económico del ex Alcalde de Iguala.
A lo largo del proceso judicial tampoco ha logrado arrancar una confesión de los policías y sicarios detenidos que inculpen a Abarca como jefe de ‘Guerreros Unidos’, ni conseguir pruebas sobre la relación de Pineda Villa con el cártel de ‘Los Beltrán Leyva’. El miedo huele la pólvora o la tierra húmeda, dicen los peritos.
A finales de la década de los ochenta, Abarca hijo de comerciantes joyeros avencindados en Arcelia, expandió el negocio de la familia a Iguala, región de la que hasta entonces la mayoría de mexicanos tenía referencia por los libros de historia de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Abarca se dedicó a comprar con dinero en mano, bienes inmuebles y terrenos que posteriormente transformó en la principal plaza comercial, en salas de cine de la empresa Cinépolis, escuelas privadas, restaurantes de comida rápida, zapaterías, un par de fraccionamientos, centro joyero y estacionamientos.
El primer paso de Abarca consistió en la compra da las autoridades ejidales de los derechos agrarios mediante un pago en efectivo en Iguala durante el año de 1987.
Luego adquirió uno por uno los locales del ‘Centro Joyero’ que el entonces Gobierno de Guerrero y Ayuntamiento, construyeron para ceder en comodato a la Unión de Orfebres del Valle y Unión de Joyeros del Valle de Iguala, en 1993.
El 19 de mayo de 2005, Abarca pago en efectivo un millón 117 mil 478 pesos por otro terreno, del que no se especifican la extensión, y un año después, adquirió 936 metros cuadrados en la calle Ignacio Allende esquina Melchor Ocampo, por un monto de 688 mil 450 pesos, con dinero contante y sonante.
De uno de los 85 tomos que elaboró la PGR sobre la ‘Verdad Histórica’, precisa que la pareja Abarca-Pienda Viilla compró 25 inmuebles y terrenos, todos en Iguala, mediante pagos en efectivo de 1987 a 2013.
Según la Unidad Especializada, las propiedades de Abarca-Pineda Villa son 31 casas y departamentos, nueve empresas y 13 joyerías en Iguala, Acapulco, Zihuatanejo, Chilpancingo y Taxco; otras seis casas en Morelos, dos más en Tlaxcala y 10 en el Distrito Federal, entre éstas últimas dos en la delegación Cuajimalpa.
Durante los últimos 29 años, la pareja Abarca-Pineda Villa principales sospechosos de la PGR de haber ordenado la desaparición forzada de los 43 normalistas, levantó un emporio económico valuado en más de 600 millones de pesos, que camina sin obstáculos bajo el resguardo de ojos amenazadores del nuevo grupo sicarios: Los bélicos.
Durante las noches las escuadras de ‘ Los Bélicos’ se encargan de mantener el silencio de tal manera que nadie recuerda qué pasó con los normalistas en las calles de Iguala, el 26 de septiembre de 2014.