Bogotá (PL) Como si no fuera poco lidiar con el narcotráfico, las autoridades de Colombia posiblemente se ubiquen a nivel mundial entre las primeras posiciones en cuanto a la diversidad de ilegalidades que deben enfrentar diariamente al interior del país y en sus puntos de embarques hacia exterior.
No solo el comercio ilegal de estupefaciente es tema cotidiano para la policía nacional y las aduanas. A ello se suma en orden de importancia, por los dividendos que dejan esas actividades ilícitas, la minería ilegal y tráfico de animales y especies exóticas, que encabezan este variado panorama del delito.
Son negocios clandestinos que mueven miles de millones de millones de dólares al año y en ello no se queda detrás el comercio impropio de animalitos exuberantes, que tienen una amplia demanda mundial.
Colombia es caldo de cultivo natural para que se de este tipo de flagelo. La variedad de climas en el territorio nacional y su envidiable biodiversidad hacen que la flora y fauna sean unas de las más proliferas del mundo en cuanto a variedad de especies, incluidas no pocas endémicas.
En este caso, el director general de la Policía Nacional, Rodolfo Palomino, decía recientemente en una comparecencia pública que la persecución al tráfico de especies exóticas tiene su propia peculiaridad, pues no existen grandes carteles identificados, como los de la droga.
En este aparte del bajo mundo se mueven muchas bandas delictivas fraccionadas y malhechores individuales, en general desconectadas entre sí.
Se calcula por expertos que a nivel mundial que el tráfico de especies exóticas mueve anualmente unos 25 mil millones de dólares, en tanto Colombia es una de las naciones que más aporta a esa actividad ilegal, pese a los esfuerzos de las autoridades que se ocupan de esa problemática.
El año pasado fueron incautados en puntos de embarque aéreo y marítimo en el territorio nacional ocho mil 942 aves, cuatro mil 767 mamíferos y 17 mil 848 reptiles, cifras que, sin embargo, se redujo en un 18,27 en relación con la etapa precedente, de acuerdo con datos oficiales.
La policía y la aduana rescatan cada día 195 animales, en muchos casos ejemplares de especies con raya roja, que están catalogadas en peligro de extinción.
Esa depredación incluye prácticamente a todo los animales exóticos que pueblan la selva, páramos y tras partes de la geografía local, incluidas las zonas lacustres donde habita la respetada rana venenosa dorada (Phyllobates terribilis), la cual es a su vez presa de cazadores inescrupulosos.
Las redes internacionales que operan en el país para sacar ejemplares silvestres a Europa, Estados Unidos y el Oriente en general tienen predilección por el pequeño y simpático mono Titi cabeciblanco, el oso de anteojos, los tigrillos, boas, guacamayos (Psittacidae), iguanas y pequeñas tortugas, las especies que mayor nivel de afectación sufren.
Especialistas nacionales que evalúan los efectos de este monumental negocio señalan que, entre otros daños, este tráfico ilegal altera el equilibrio de los ecosistemas, a la vez que representa una de las peores agresiones a la naturaleza y el medio ambiente.
En el país fue creado recientemente una Mesa Técnica Interinstitucional para el Control Ambiental, que coordinará acciones contra estas contravenciones en el entorno de la flora y la fauna, junto a programas pedagógicos concebidos para educar a la población en la protección y respeto a la biodiversidad.
Con esos pasos se busca asegurar la preservación de las especies con distintos grados de peligro de desaparecer y aminorar el delito en ese campo, que en los últimos tiempos registró el apresamiento de casi dos mil personas, juzgadas éstas por violaciones medioambientales.
El ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Gabriel Vallejo, sostuvo que como mismo ocurre con las mascotas exuberantes, también con las plantas el tráfico ilegal es muy amplio.
En el 2015 fueron decomisadas en puertos y aeropuertos locales 165 mil 139 especímenes de la flora silvestre, con un aumento del 15,5 por ciento, frente a las 115 mil 145 incautaciones realizadas el año precedente.
Fuentes de la World Wildlife Fund (WWF) en Colombia son del parecer de que este flagelo encierra peligro, incluso, para poblaciones y guardabosques que viven en los bordes de las reservas naturales, que son intimidadas por cazadores furtivos y bandas de criminales armadas, insertadas en la red internacional del comercio de especies raras.
El soborno de cazadores, compradores y traficantes en los distintos eslabones de control de cadena existente para preservar la vida de las especies protegidas, es otro elemento que engorda esta millonaria actividad criminal, afirma Traffic, otra entidad internacional asociada a la WWF
Colombia y los tráficos ilegales
Por Félix Albisu