Todo conductor cuando sale de su casa y se dirige a sus lugares de trabajo, escuela, centro comercial, cine, restaurante o cualquier otra parte, gusta de estacionarse lo más cerca a su destino y si es posible frente a la puerta principal. La comodidad es innegable de caminar lo menos que se pueda, es inherente al mundo moderno y cómo del ser humano.
Pero no existe ciudad alguna que no sufra el día de hoy un grave problema que sería difícil darle solución, o por lo menos de manera integral. Ya no hay diferencia alguna si se trata de una localidad moderna o que conserva sus vialidades y fachadas coloniales por la creciente necesidad y la facilidad para adquirir una unidad nueva o usada con facilidades de pagos es cada vez mayor.
Lo que no se puede negar es que aquellas ciudades consideradas como coloniales en donde la construcción de la ciudad se basó en la geografía caprichosa de los pasos naturales del agua, es decir, sus calles principales se trazaron aun lado de los arroyos o riachuelos que corrían de sur a norte o sin importar la ubicación de la puesto del sol, pero si compartido en un generalizado diseño de calles que con el pasar del tiempo quedaron angostas y reducidas resultando difícil en tiempos modernos poder cambiar. Lamentablemente así se construyó la mayoría de las ciudades, de formas caprichosas y desordenadas por lo menos en el primer cuadro de la ciudad.
En la actualidad, la falta de estacionamientos se ha convertido en uno de los problemas que no se dicen, pero que ahí están. La carencia de espacio para estacionarse el alto número de vehículos propiedad de personas que acuden a realizar un trámite en oficinas gubernamentales, siendo éstas que en su mayoría se encuentran ubicadas en el primer cuadro de la ciudad, o que simplemente necesitan ir a laborar e inclusive problema compartido para quienes viven en esas zonas, se han convertido en un constate y silenciosa batalla por conquista territorio, pero en este caso, la tierra se marca con todo tipo de objetos para “apartar” o asegura un lugar, dejando de lado las leyes y reglamentos que los municipios han creado para este problema que no es privativo de una sola ciudad en específico.
Lo peor es que esta conducta de “apartar” los espacios o cajones de estacionamiento hasta con los inimaginables objetos, que pueden ser desde unas simples piedras, cajas de cartón, sillas hasta el grado de bajar a cualquiera de los pasajeros sin importar que se trate de su cónyuge para no dejar que nadie se estacione, pero todo generado por la falta de espacios y aumento de vehículos ha complicado la existencia de quienes acuden a lugares concurridos como los centros históricos de cada ciudad del país y también ahora en algunos sectores residenciales en donde cada miembro de la familia van adquiriendo una unidad por la necesidad de trasladarse a las diferentes y lejanos destinos, siendo que muchos residentes llegan a tener vecinos hasta con cinco o más vehículos repartidos entre unidades de trabajos que pueden ser camionetas con remolques, camiones de tres toneladas o mayor.
Pero la apatía de las autoridades para resolver dicho problema no está contemplada dentro de la agenda política, siendo la carencia de espacios público una situación que va en aumento en donde cada vez más la lucha por un espacio para estacionarse se parece más a la tierra de nadie en donde las leyes no existen para las personas que abusan sin escrúpulos para adueñarse de las calles.
Cualquier conductor o dueño de automóvil para constatar que vaya a donde vaya, se encontrará con personas que se creen dueños de las calles, que se apropian y expropian de espacios para su beneficio personal.
Hablando por ahora de los estacionamientos, pero hay que dejar en claro que este pequeño problema se une a otros como los comerciantes ambulantes en los cruceros, en las plazas, en las colonias y en todas partes, en donde surgen siempre los mismos problemas en donde son separados los espacios públicos, mientras que las autoridades minimizan esta situación que se está convirtiendo en un problema social, considerándolo como una peccata minuta, comparado con problemas importantes como la seguridad, introducción de servicios básicos y otros tantos que requieren atención inmediata y miles de pesos de los presupuestos.
Pero hay que recordar que precisamente los grandes problemas empiezan siempre de ésta manera, casi de la nada, imperceptibles a la vista de todos, pero afectando a un gran número de habitantes.