Madrid, 20 feb (PL) Aunque en términos aritméticos nada cambió tras las elecciones generales del 20 de diciembre, la negociación iniciada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) para intentar formar gobierno en España imprimió cierto optimismo en el complejo escenario político.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, emprendió hace 17 días unas difíciles conversaciones con casi todas las fuerzas políticas para llegar a un acuerdo que evite un nuevo ejecutivo del conservador Partido Popular (PP).
Por primera vez desde los primeros comicios democráticos, en 1977, el Congreso de los Diputados no cuenta con una mayoría clara de las dos agrupaciones tradicionales, PP y PSOE, que se alternaron en el poder en el conocido como bipartidismo español.
Pese a resultar la formación más votada en las urnas, el Partido Popular, del presidente del Gobierno en funciones Mariano Rajoy, consiguió 123 escaños en la Cámara baja, lejos de los 176 establecidos como mayoría absoluta para garantizar su continuidad.
Los socialistas, con 90 asientos, se convirtieron en la segunda fuerza parlamentaria, seguidos de Podemos (centroizquierda) y Ciudadanos (C’s, centroderecha), que obtuvieron 69 y 40 bancas, respectivamente.
En un esfuerzo por salir de la parálisis institucional emanada de los comicios, el rey Felipe VI, en su condición de jefe del Estado, delegó el 2 de febrero en Sánchez la misión de formar un nuevo ejecutivo, ante la incapacidad de Rajoy de lograr los apoyos necesarios.
A partir de esa fecha, el líder del PSOE se enfrascó en la complicada tarea de buscar los respaldos imprescindibles para sortear con éxito el debate de su investidura en el Congreso, previsto para los días 2 y 3 de marzo.
El dirigente socialista quiere atraer a Podemos y C’s a su proyecto progresista y reformista, según lo definió.
Sin embargo, los vetos cruzados entre ambos partidos emergentes dificultarían la posibilidad de sumar a su plan a las dos formaciones, favorables a explorar un posible pacto con el PSOE, pero que se declararon incompatibles entre sí.
Sánchez rechazó buscar apoyo en los partidos independentistas catalanes, pero podría necesitar como mínimo su abstención para que los votos negativos no superen a los positivos en una Cámara baja muy fragmentada.
Rajoy, quien de momento aparcó su intención de aspirar al sillón de La Moncloa (sede gubernamental), anticipó ya que el PP votará en contra de cualquier alternativa de investidura que encabece el principal dirigente de la oposición.
Advirtió incluso que impugnará la opción de una fórmula presidida por el PSOE, aunque ésta no tenga el visto bueno de las agrupaciones de izquierda.
Aludió a la posibilidad de que Sánchez logre alguna alianza con Izquierda Unida (IU) y Podemos, la única oferta concreta de gobierno presentada hasta ahora por el máximo dirigente de ese último partido, Pablo Iglesias.
El candidato a La Moncloa aceptó la víspera una reunión a cuatro bandas con representantes de Podemos, IU y Compromís para intentar negociar un acuerdo.
En una carta remitida al diputado de IU Alberto Garzón, artífice de ese encuentro, expresó su disposición a «pactar un programa para la investidura, que proyecte en la legislatura la acción de un gobierno progresista y reformista».
La respuesta revela que el líder de los socialistas no está por la labor de hablar en estos momentos sobre la constitución de un ejecutivo, como sugirió Iglesias.
El joven profesor universitario insistió este viernes en que Podemos solo negociará con el PSOE un gobierno de coalición y no únicamente un acuerdo de investidura.
«Si el PSOE quiere gobernar en solitario, que lo diga abiertamente, pero creo que es una imposibilidad», añadió Iglesias, luego de reiterar que su proyecto no es compatible con el de Ciudadanos, considerado afín al PP.
Sólo hay dos opciones: una gran coalición de socialistas, C’s y PP -como defiende Rajoy- o un gobierno plural y del cambio como el que propone Podemos, sus confluencias territoriales e IU, sentenció Iglesias.
Dos meses de una España sin gobierno
Por Eduardo Rodriguez-Baz