Papa Francisco: Visita histórica a México

Por Orlando Oramas León

México (PL) No se había bajado del avión de AeroMéxico que le llevaba de regreso al Vaticano, y el papa Francisco se enzarzó en una polémica con Donald Trump, el aspirante republicano a la Casa Blanca, cuya prédica, según el Pontífice, no estaba en el evangelio.
El político y multimillonario estadounidense quiso luego bajar el tono y pasarle la mano al jefe de la Iglesia Católica, de quien dijo había sido «rehén» del gobierno mexicano durante su primera visita pastoral (12 al 17 de febrero) al país con la segunda población católica de Latinoamérica.
También el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, puso en primer plano la diplomacia para superar el incidente, que tuvo que ver con el desagrado de Trump por las opiniones de Francisco sobre la migración, en particular durante su última misa en Ciudad Juárez, en el norteño estado de Chihuahua.
Fue una homilía binacional, pues entre los 300 mil asistentes al recinto ferial de la ciudad hubo fieles llegados de El Paso, Texas, al otro lado del río Bravo, frontera natural en esos lares.
En un estadio de El Paso, que parece la mejilla norteña de su hermana mexicana, otras personas seguían la misa papal, lo cual fue «gracias a la tecnología», como dijera el Papa.
Del lado estadounidense se levanta la alta y larga valla metálica, cual muro como los que quiere levantar Donald Trump a contrapelo del mensaje del pontífice, quien se refirió al drama migratorio que no solo afecta a México y a otros países latinoamericanos.
Del lado mexicano se alza una alta cruz, a cuyos pies reposan efectos personales de varios de los migrantes que perdieron la vida buscando el «sueño americano», algunos a manos de la Guardia Fronteriza.
El pontífice expresó que en Ciudad Juárez se concentra el drama migratorio de mexicanos, centroamericanos y de otras naciones. Es un camino cargado de terribles injusticias, de esclavizados, extorsionados por la trata de personas, apuntó.
Según sus palabras, estamos frente a un fenómeno global que no debería medirse en cifras, sino por nombres, historias y familias. Se trata, apuntó, de seres humanos víctimas de la pobreza, la violencia, el narcotráfico, el crimen organizado y vacíos legales, en particular jóvenes, «carne de cañón de los traficantes de la muerte».
También hizo alusión a los feminicidios, que años atrás dieron fatal notoriedad a Ciudad Juárez, aunque hoy ostenta la reducción de ese y otros delitos, según consignan autoridades estatales y federales. Allí visitó una cárcel que antes fue considerada entre las más violentas de Latinoamérica y se reunió con un grupo de reclusos.
Reportes de prensa afirman que por la visita papal bandas rivales en esa urbe manufacturera y de siderurgias pactaron una tregua de nueve horas.
Ello no se pudo comprobar, pero lo que sí resultó notorio fue el acuerdo no escrito entre los medios de comunicación que durante la estancia de Francisco en México desterraron de sus páginas y espacios la cobertura diaria de asesinatos, secuestros y otros flagelos que impactan a los mexicanos.
El Papa copó la atención de televisoras, emisoras de radio, periódicos y otros medios. Su salida de la Nunciatura cada mañana, en el sur de la capital, generaba expectativas entre las cientos de personas que allí esperaban un toque personal con el pontífice.
Como hizo también en el Hospital Infantil de México, consoló allí a niños enfermos y a ancianos, a quienes llamó a tratar con la «cariñoterapia». También acuñó la «escuchaterapia a la hora de tender la mano a los caídos».

UN PAPA EN PALACIO NACIONAL

Fue la primera vez que un jefe de la Iglesia Católica es recibido como jefe del Estado Vaticano en el Palacio Nacional, en el Zócalo de la Ciudad de México. Allí lo esperaban el presidente Enrique Peña Nieto y el gabinete federal.
No fue la única deferencia, pues el mandatario mexicano asistió a la primera misa del Papa, en la Basílica de Guadalupe, en esta capital, uno de los más grandes santuarios del continente y que alberga la imagen de la virgen morena, patrona de México.
El jefe de Estado mexicano viajó hasta Ciudad Juárez para despedir a Francisco, quien agradeció a este pueblo «por abrirle la casa y el corazón».

LOS JûVENES, EL TESORO MÁS PRECIADO

Buena parte de los mensajes de su santidad estuvo dirigida a los jóvenes. En Morelia, capital de Michoacán, afirmó que la mayor riqueza que tiene el país es su juventud. Dije su riqueza, no la esperanza, acotó, pues esa riqueza hay que transformarla en esperanza como hacen los mineros cuando extraen el mineral.
La esperanza nace cuando se puede experimentar que todo no está perdido, exclamó, y alentó a los jóvenes mexicanos a valorarse en toda su dimensión humana ante flagelos como la violencia y el narcotráfico.
Refirió que es difícil sentir la riqueza de una nación cuando no se tiene un trabajo digno, posibilidades de estudio o se es víctima de las organizaciones criminales.
Criticó el consumismo con ropas, marcas del último grito de la moda, dinero, autos, cuando «en el fondo de tu corazón intuyes que no eres digno». No se dejen tratar como mercancía, para beneficio de otros, fue otra de sus frases. «La frente alta, la dignidad», subrayó.
En México hay unos 30 millones de jóvenes, de los cuales el 45 por ciento viven en pobreza. Un millón 900 mil sufren de alguna discapacidad.

PUEBLOS INDÍGENAS Y MEDIO AMBIENTE

No podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia, clamó durante la misa que ofició en Chiapas ante comunidades indígenas.
Criticó el uso irresponsable y el abuso sobre los recursos naturales. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores autorizados a expoliar el planeta, enfatizó.
Refirió los síntomas de enfermedad «que advertimos en el suelo, en el agua, el aire y entre los seres vivientes». El desafío ambiental y sus raíces humanas nos interpelan, agregó.
Aseveró que las comunidades originarias tienen mucho que enseñarle a la humanidad, pues saben relacionarse armónicamente con la naturaleza. Vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, culturas y tradiciones, subrayó.
Otros los han despojado de sus tierras o realizado acciones que la contaminaron, reconoció ante los más de 100 mil feligreses reunidos en San Cristóbal de Las Casas, muchos de ellos vistiendo trajes típicos y multicolores.
Reiteró su crítica a la «cultura del descarte», y la globalización que, señaló, pretende crear un mundo homogéneo y borrar la diversidad.
El Papa se dirigió a los chiapanecos desde un altar de 90 metros de largo y 20 de altura que mostró en su centro una réplica de la catedral de San Cristóbal de Las Casas, con bordados y atributos referentes a la tierra y el agua, sobre unas escalinatas que aluden a las pirámides de Palenque, de la cultura maya, y Patrimonio de la Humanidad.
Fue una misa en la que la liturgia se expresó en varias de las lenguas indígenas de Chiapas, entre ellas cho, tzotzil, zoque, con marimbas y cantos de los pueblos mayas de este sureño estado, el de menor población católica de México.
Allí se dio a conocer su ordenanza por la cual se aprueba el uso de las lenguas originarias en los rituales y ceremonias católicas, algo cotidiano en Chiapas, donde recibió sendas biblias traducidas a dos de las lenguas locales.
Fue, a todas luces, una visita histórica que evidenció el carácter transformador del primer Papa latinoamericano y que también marcó algunos silencios, como en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014.
Aun así, el Papa movilizó a millones, tocó llagas, apeló a esperanzas y dijo cosas como ésta: «el mundo de hoy, preso de pragmatismo, necesita reaprender el valor de la gratuidad».

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