AYOTZINAPA, MENTIRA HISTÓRICA Y EL ARTE DE RENOIR BÁLSAMO SUBLIME

Por Héctor Ceballos Garibay

La búsqueda de la verdad es una actitud esencial tanto para la práctica científica como para la impartición de justicia. Ambas, la ciencia y el derecho, presuponen el juicio analítico, la perspectiva totalizadora y la comprobación de los hechos. Asimismo son muy importantes factores como el rigor metodológico, la honestidad profesional y preservar la máxima objetividad de cara a la ponderación de los sucesos en cuestión. A los científicos les resulta más fácil indagar la verdad con independencia de si las conclusiones les gustan o les disgustan. Fuera del ámbito académico, en cambio, se vuelve mucho más difícil desligar las simpatías o antipatías personales de la genuina valoración imparcial de los temas a discutir. La carencia de objetividad se incrementa cuando prima el maniqueísmo, cuando se opta por lo “políticamente correcto” o cuando se privilegian los intereses individuales por encima de los colectivos. El problema se agiganta si nos referimos a la compleja aplicación de la ley en nuestro país, donde predomina la cultura del amiguismo, la dádiva, la corrupción, la no rendición de cuentas, la opacidad y la impunidad, todo ello al amparo de las enormes carencias y lacras que caracterizan al sistema judicial en su conjunto.
renoir-2-25216
El apego a la verdad se inculca y refuerza a través de una buena educación en la familia y la escuela. Por fortuna, los conocimientos trascendentes tienen que ser refrendados por la comunidad científica internacional. Los errores informativos y metodológicos, las deficiencias técnicas y conceptuales terminan superándose y a la postre se alcanza una verdad universal que contribuye al desarrollo civilizatorio. Otra cosa muy distinta sucede al juzgar los asuntos públicos, máxime si se trata de hechos dramáticos y de alto impacto social, pues de inmediato surgen las descalificaciones según las filias y fobias de cada quien, el “sospesochismo” que acusa con dedo flamígero al gobierno en turno, y la costumbre extendida de opinar con base en un pesimismo ramplón: “todo está mal y todo acabará peor”.
renoir-3-25216
En el affaire Ayotzinapa, incluso la propia ciencia (forense y criminalística) muestra divergencias y contradicciones importantes en cuanto al tema crucial de si el asesinato de los estudiantes fue o no en el basurero de Cocula. Las conclusiones de los tres grupos de peritos (UNAM-PGR, GIEI y Forenses Argentinos) han sido utilizadas de manera tendenciosa por los diversos actores políticos involucrados, unos para exculpar al gobierno de Peña Nieto y otros para decir que “fue el Estado”. La filiación ultra izquierdista de algunos de los peritos de la CIDH también ha sido cuestionada recientemente, en el marco de las rencillas de poder que sostiene Emilio Álvarez Icaza con sus rivales dentro y fuera de México. Pronto entrará en funciones un cuarto equipo de expertos que investigará otra vez la zona. Huele mal el que alguien se oponga a esta nueva pesquisa, pues cuando hay discrepancias científicas siempre es útil dirimir las diferencias de manera colegiada y con pruebas irrefutables. Empero, apelar a la ciencia en esta ocasión no será razón suficiente para resolver el embrollo judicial. Lo más probable es que los jueces, a la hora de dictar sentencia a los imputados, no se limitarán a lo que hoy en día es una polémica estéril: porque debido a la nubosidad no se puede saber, recurriendo a  imágenes satelitales, si hubo o no un incendio en el basureo esa fatídica noche; y porque la afirmación acerca de que era materialmente imposible incinerar en ese lugar a 43 cuerpos queda hoy en predicamento gracias a las confesiones de los últimos detenidos de la banda Guerreros Unidos, quienes refieren diferentes escenarios y formas del crimen, siendo el basureo sólo uno de los dos o tres lugares en donde fueron asesinados los normalistas. Estas declaraciones, siguiendo los convenios entre la PGR y el GIEI, se hicieron en la nueva Oficina de Investigación de la Sub Procuraduría que sustituyó a la SEIDO y en presencia de funcionarios de la CNDH. Se trata de un expediente abierto y copioso, complejo y politizado, y por ello intentar descubrir la verdad aún parece una quimera. Sin embargo, en virtud de la importancia mediática del caso Ayotzinapa, es seguro que no habrá carpetazo: ningún gobierno e institución aguantaría tamaño descrédito. El veredicto final tendrá sustento no en apriorismos sino en hechos comprobados, y ocurrirá producto de una investigación integral y certera. Pocas veces en nuestra historia, el anhelo de arribar a la verdad se amalgama venturosamente con el legítimo deseo de justicia.
renoir4-25216
                  AUGUSTE RENOIR: ELOGIO DE LA VIDA AFECTIVA

(25/11/12)
62. Con excepción de los pintores de la “vida galante” del siglo XVIII (Watteau, Boucher, Fragonard), ningún otro artista la ha can­tado tan pródiga y jubilosamente a los encantos de la afectividad como Auguste Renoir, cuya obra seguiremos degustando en nues­tra próxima clase. Pero lo que en los pintores rococó era una visión mistificada y apologética de los últimos estertores de la aristocracia francesa (fastos, privilegios y lujurias que pronto sucumbirían ante la guillotina revolucionaria), en el caso de Au­guste se convierte en una crónica deliciosa del despliegue moderno de la ternura: la capacidad humana para exteriorizar sentimientos de protección, cariño y delicadeza de trato hacia los otros (sean perso­nas, flora, fauna o cosas).
Según los tratados de psicología, los afectos son emociones dua­les que siempre van polarizadas (amor-odio, agrado-desagrado, ale­gría-tristeza); sin embargo, para un autor tan hedonista y optimista como Renoir, la vida afectiva consiste en el imperio de una subje­tividad donde sólo fluyen actitudes –sean de gran calado o nimias–cuya esencia no es otra que la feliz simbiosis entre generosidad y amabilidad, admiración y devoción, empatía y agradecimiento. La educación sentimental en virtud de gestos recíprocos (una caricia, un guiño, un obsequio) se convierte en condición indispensable para que ocurra la construcción de una verdadera historia afectiva entre dos sujetos. La voluntad de querer presupone, entonces, un es­fuerzo cotidiano por cultivar y reproducir al infinito esa camarade­ría y apego que fortifica la unión de los amigos entrañables.
Y esto, una vida colmada de afectos, resulta la experiencia más difícil de preservar en estos tiempos cuando el torbellino materia­lista y la soberbia individualista cunden como chancros endémicos y epidémicos de nuestra devoradora cultura consumista y despilfa­rradora. ¡Qué patético, pues, amar al dios Dinero: fetiche universal y omnipotente!
Respecto de los efectos benignos o nocivos inherentes a la ma­yor o menor capacidad de socialización de las personas, la eviden­cia sociológica es contundente: una vida afectiva intensa y extensa se vuelve el camino más promisorio para alcanzar el bienestar físico y aní­mico de los individuos. A la inversa: la carencia de lazos sociales creativos y recreativos con nuestros congéneres y con el medio que nos rodea, así como la caída en el abismo de la soledad masoquista y la misantropía, conducen, tarde o temprano, hacia el círculo vicio­so de la depresión, el odio y la auto marginación.
Sin duda será una delicia visual contemplar los siempre alegres cuadros de Renoir con sus colores radiantes y sus desnudos sensua­les, suculenta creación artística que nos permite atisbar una feli­cidad posible y deseable.
renoir5-25216

Deja tu comentario