DICHO SEA DE PASO: El asalto de los demagogos

Por Fernando Urbano Castillo Pacheco.

Para Claudia,
con amor en el día de su cumpleaños

 

En su libro El Águila y la serpiente, al referirse a Álvaro Obregón, Martín Luis Guzmán hace el siguiente apunte: «Sus ideas, sus creencias, sus sentimientos, eran como los del mundo del teatro, para brillar frente a un público. Carecían de toda raíz, de toda realidad interior. Era, en el sentido directo de la palabra, un farsante».

 

Tal parece que en los tiempos actuales la definición hecha del “Manco de Celaya” bien se puede utilizar para definir a nuestro Presidente sin caer en ninguna exageración, pues va ajustando su discurso conforme el tipo de público con el que se presenta, haciendo de su gestión solo una farsa.

 

En días recientes, Enrique Peña Nieto, en una gira realizada por el estado de Texas, anunció con bombo y platillo que la apertura energética, por lo que hace a la importación de gasolinas, se concretaría en abril de este año, adelantándose nueve meses al plan original y añadiendo que esto redundaría en mejores precios del combustible.

 

Es un hecho que la libre importación de gasolinas en México es un paso necesario para la mejora del sector energético del país, sin embargo, el adelantar esta apertura sin modificar el régimen fiscal en nada beneficia al consumidor final, pues la liberación del precio está contemplada en la ley hasta el 2018. Del precio pagado por cada litro, casi el 50 por ciento, son impuestos los cuales tendrá que pagar el importador, tal como ahora lo hace Pemex y que son ingresos a los que el gobierno no piensa renunciar en este momento, pero además hay que dejar claro que el importador deberá pagar una cantidad por el uso de la infraestructura de transporte y almacenamiento del combustible, la cual es propiedad de Pemex.

 

Para una plena liberación de importaciones y precios en el 2018 y que realmente haga competitivas a otras empresas, se necesitan construir ductos y terminales de almacenamiento y reparto, por lo que si desde ahora se permite la libre importación de gasolinas, es necesario ofrecer incentivos para la construcción de esa infraestructura.

 

Mientras los precios los siga controlando el gobierno, aún con esa banda de fluctuación del 3 por ciento, los beneficios a los consumidores no se verán y quedará evidenciada la mentira del Presidente, siguiendo una tendencia en la que el único beneficiado es el gobierno al captar más ingresos.

 

Cuando el presidente habla de los logros de la reforma energética, el ciudadano se pregunta cuáles, pues al comparar su gasto en energéticos, con el de los ciudadanos de nuestros socios comerciales, este es mucho mayor. De enero de 2012 a febrero de 2016, los precios de las gasolinas de la Costa del Golfo en Estados Unidos cayeron 47 por ciento para la gasolina regular y 37 por ciento para la tipo Premium. En tanto en México, la gasolina Magna ha subido 8.9 por ciento y la Premium 6.25 por ciento en igual periodo.

 

La liberalización de importaciones de gasolina no fue pensada en beneficio del consumidor, sino para relevar a Pemex de la obligación de invertir en infraestructura en el subsector, esto como parte de los planes para aplicar el recorte de 100 mil millones de pesos que deberá de realizar, pasando ese gasto a la iniciativa privada, reduciendo a futuro el tamaño de la empresa estatal.

 

Como se ve, el anuncio de la mejora en los precios por la libre importación de gasolinas, es una premisa falsa, que forma parte de las muchas en las que se basa el discurso del presidente.

 

En otro discurso, el presidente anunció que la tasa de crecimiento anual del producto interno bruto en 2015 fue de 2.5% y presumía que nuestro país crecía cuando otros no lo hacían y otros, incluso decrecían.

 

Enrique Peña Nieto tiene facilidad para el discurso y sabe transmitir la idea que le escriben, aunque esta no sea verdadera.

 

Cierto, México registró un crecimiento, pero este es mediocre y mucho menor al que tuvo nuestro país en el último año del sexenio anterior que debe de ser realmente la base de comparación de su gestión, pues equipararse con los primeros tres años del sexenio de Felipe Calderón es ignorar, maliciosamente, que en los años 2008 y 2009 el mundo padeció una de las peores crisis económicas globales que dejó graves efectos en nuestra economía por el hecho de que se detonó con nuestro principal socio comercial. De la tasa superior al 4 por ciento en 2012 al 2.1 por ciento de crecimiento promedio en este sexenio hay una distancia amplia que sólo se entiende por la incompetencia.

 

En 2015, en América Latina sí hubo una contracción económica, que estuvo condicionada por las tasas negativas de crecimiento en Brasil y Venezuela, pero también es cierto que dieciséis países crecieron más de 2 por ciento y ocho vieron incrementar su PIB en más de 3.

 

Económicamente nuestro país no es envidiado ni es un ejemplo, por el contrario, está sumido en una mediocridad con mala perspectiva; evidencia de ello es que en 2015 en México se registró un déficit de cuenta corriente de 32,381 millones de dólares, el más alto desde 1998 y nuestras exportaciones van en franca caída. Las exportaciones manufactureras están estancadas y, a enero del presente año, las exportaciones petroleras cayeron 49 por ciento y las no petroleras cayeron 4.1 respecto a igual periodo del año anterior.

 

Hace unos días, en un artículo publicado en el periódico El País, Rebeca Grynspan, la Secretaria General Iberoamericana, decía que América Latina necesita duplicar sus niveles de inversión en infraestructura y logística para superar el rezago que muestra con respecto a Asia; precisaba que para ello es necesario renovar las alianzas público-privadas, recuperando la confianza del sector privado y la sociedad en la capacidad estratégica y el comportamiento ético del Estado.

 

El problema en nuestro país es que con el regreso del PRI se ha reimplantado, en toda su plenitud, un sistema corrupto de capitalismo de amigos. La obra pública está predeterminada para favorecer los intereses del grupo en el poder y de sus socios, amigos o allegados. Pero un gran problema surge también en la impunidad que persiste en la materia. De las denuncias presentadas por la Auditoria Superior de la Federación, sólo 2.8 por ciento han llegado a los tribunales y hay una enorme complacencia de los partidos de oposición a los actos corruptos del Ejecutivo, pues ellos mismos han entrado a formar parte de esa maraña.

 

No es de extrañar que la obra se asigne a amigos y que incluso, ante los recortes presupuestales, no haya cancelaciones de la obra pública no prioritaria asignada a los contratistas consentidos ni el silencio de la oposición cuando a ellos se les da la oportunidad de asignar recursos y cobrar «moches» por ello, así como gastar miles de millones de subvenciones con total opacidad y permitir que donde gobiernan, utilicen el patrimonio público como recurso personal para transportar artistas a eventos religiosos.

 

«La corrupción florece –dice el escritor Jordi Soler– gracias a la tolerancia de las personas que rodean al corrupto y que le permiten hacer negocios turbios seguramente porque también ellos esperan beneficiarse. Si en lugar de aceptar lo que reparte el corrupto se evidenciara su falta de principios, el corrupto tendría menos posibilidades de salirse con la suya».

 

La demagogia y la corrupción se están apoderando del país. La solución no está en un populista que manda al diablo a las instituciones, pero no al dinero y a los espacios que de estas recibe, que es un mentiroso que abre escuelas sin reconocimiento oficial solo por el rédito electoral que esto le puede dar.

 

La solución está en la participación ciudadana, en la reconstrucción ética de los partidos políticos y en la educación de los mexicanos, pues el éxito en el aplausómetro de Peña Nieto y López Obrador tiene su razón de ser en la ignorancia del mexicano, pues estos dos personajes son esos demagogos a los que H. L. Mencken define como «personas que predican doctrinas que saben que son falsas a personas que saben que son idiotas».

 

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