Buenos Aires, 2 mar (PL) Rodolfo Arruabarrena dejó de ser el entrenador de Boca Juniors del fútbol argentino, en un desenlace que se venía decantando desde comienzos de temporada.
La dirigencia del club, encabezada por Daniel Angelici, lo cesanteó luego de la derrota 0-1 ante Racing, el pasado domingo.
En este final anticipado, además de las responsabilidades del propio entrenador -las tuvo y de sobra-, existen muchas otras que apuntan directamente a Angelici, por incapacidad o negligencia.
Esta, de momento, va camino a ser una de las peores cúpulas directivas en la historia de la entidad xeneize.
Vale la pena empezar enmarcando los logros del ciclo del «Vasco» Arruabarrena: El hecho de conquistar dos títulos siempre es algo importante en cualquier institución, sin embargo, se debe poner en contexto el modo y la secuencia de cada triunfo.
El cetro de la Copa Argentina, donde el árbitro Diego Ceballos despojó a Rosario Central de manera vergonzosa, nos exime de mayores comentarios.
En cuanto al campeonato de Federación Argentina (AFA) hay un mérito cierto, al imponerse en una competencia de 30 fechas, pero hay detalles que no se deben perder de vista.
Una cosa es ganar un torneo de eliminación directa, con serie de ida y vuelta, donde realmente se ve la planificación del director técnico (DT), cómo plantea de local o visitante los partidos, si irradia seguridad o transmite temor.
Un campeonato largo, en cambio, siempre premia al equipo con mayores variantes, al plantel más rico, y este fue el caso de Boca.
Aquí hay una clave: Los logros de esta gestión parecen pocos comparados con la inversión realizada por el club en cuanto a refuerzos, sobre todo porque el gran objetivo del año era conquistar la Copa Libertadores.
Según viejos estratagemas del fútbol, la capacidad de un entrenador aflora en la austeridad, en la carencia de recursos. A mayor riqueza de plantel, menor mérito del DT.
Boca gastó una fortuna en incorporaciones, muchas de ellas producto de la insensatez -la del delantero Daniel Osvaldo es un caso testigo-, y tuvo que repatriar a Carlos Tévez cuando el equipo naufragaba después de la eliminación ante River Plate.
La vuelta del «Apache» Tévez nos sirve de parámetro: Boca se había armado hasta los dientes de cara a la Libertadores, pero quedó eliminado y de inmediato comenzó a decaer también en el campeonato AFA.
Entonces Angelici, desesperado, gestionó el regreso del ídolo, pagando cifras que no se informaron, pero lastiman la moral.
Tévez era la figura de la Juventus, campeón en Italia y subcampeón de Europa, tras perder la final ante el poderoso Barcelona. En ese momento, por rendimiento, era el segundo mejor jugador del continente europeo, detrás de Lionel Messi.
El ciclo de Arruabarrena necesitó de ese calibre de refuerzos para lograr sus títulos y a punto estuvo de no conseguirlos. Al tiempo de sumarse a Boca, pasado el efecto anímico de su vuelta, al propio Tévez parecía costarle encontrar su lugar en el equipo.
Una fecha bisagra fue la de los clásicos: San Lorenzo puntero perdió con Huracán (batacazo) y Boca (ahora sí) le ganó a River, con varios ingredientes.
En esa ocasión, las lesiones de Fernando Gago y Pablo Pérez le armaron el equipo a Arruabarrena.
Para que se entienda bien, Gago y Pérez tenían un bajo nivel, pero el DT jamás hubiera tomado la decisión de sacarlos del equipo. Las lesiones lo liberaron de esa responsabilidad, y Boca le ganó el clásico a River.
En conclusión, Arruabarrena mostró falencias en todas las facetas en las que descansa la función de entrenador: Se equivocó en los refuerzos (incorporó a mansalva, pagando fortunas, en puestos innecesarios) y en la planificación de los partidos, y para colmo transmitió miedo en los compromisos decisivos.
Otra carga que arrastró este ciclo fueron las dos eliminaciones a manos de su clásico adversario, cosa que nunca había pasado en la historia de Boca ante River.
En un año y medio largo, nunca se pudo decir que había afianzado una idea de juego, ni aún saliendo campeón. De hecho, Arruabarrena llegó antes de lo debido al banquillo de Boca, sin los pergaminos necesarios para asumir esa responsabilidad.
Quizá si su llegada se daba con más experiencia y logros, su gestión hubiese sido otra, pero ahora ya queda en hipótesis.
Es claro que la culpa principal es de la dirigencia de Boca, al entregarle el mando del equipo a un técnico con un gran historial en su etapa como jugador pero sin demasiado bagaje en los banquillos (una cosa es jugar y otra dirigir).
Seguramente ni habrán indagado acerca del campeonato que Arruabarrena perdió al frente del Nacional de Uruguay, en la última fecha. En 45 minutos pasó de campeón a tercer lugar, detrás de Wanderers y Danubio.
Esta dirigencia, que jugó una carta electoral clave el año pasado y equivocadamente le dio el cargo al Vasco, que compartió los errores de las incorporaciones y el despilfarro, ahora cesantea al técnico. Justo la semana previa al superclásico.
En adelante, la conducción recaerá en Guillermo Barros Schelotto, un emblema como exfutbolista del club, pero esa ya es otra historia.
Boca Junior, fin del ciclo del Vasco

Por Andrés Sciapichetti