Caminando por Tacubaya los recuerdos se agolpan en varias direcciones, en la entrega anterior revisitamos parajes históricos del mítico Edificio Ermita, ahora el amigo Roberto Chávez nos hace referencias obligadas, primero recordar que el arquitecto Juan Segura debe de ser reivindicado ya que es uno los vanguardistas en la construcción de nuestra ciudad, en la imagen de modernidad que nos equipara con las grandes capitales del mundo; como siempre no estaría mal recordarle a nuestras timoratas autoridades que valdría la pena colocar una placa en los edificios Ermita e Isabel con una breve ficha informativa sobra la vida y obra de su constructor.
Así las cosas, pasamos a descorrer el lienzo de la nostalgia, en una de las aceras laterales del Ermita, sobre la avenida Jalisco se encontraba el Restaurante Alemán, en las décadas de los sesenta y setenta un verdadero alarde de comida exquisita, buen talante y esa atmósfera de postín y gusto europeizante. Manteles a cuadros, cubiertos en ristre y un servicio a la vieja usanza, los platillos llegan a mi memoria con singular entusiasmo: sopa de cebolla, consomé de pollo con trocitos de jamón, salchicha Frankfurt, lomo de cerdo, milanesa vienesa, carne tártara, osobuco. Todavía con mi amada Aída y el inefable enano Marco acompañados por Rosita Bárcenas, degustamos ya en épocas de decadencia algunas de estas viandas, hablo de los inicio de este siglo, no lo sé de cierto pero lo supongo, por allí de 2003 el Alemán cerró sus puertas para dar paso a un antrejo que regenteaba, mire usted, un alto funcionario delegacional en las épocas de Oscar Elizundia (más menos), una disco disfrazada en la que circulaba de tocho morocho, la cual en pocos meses desapareció gracias a la continua queja de vecinos y habitantes de la zona.
Pero regreso a la nostalgia, ya decadente el Restaurante Alemán por las noches funcionaba como bar de sitio, mujeres con aires fellinianos le hacían placentera la estancia a los parroquianos, tantas historias en ese entarimado, mis noches de cabiria. Recuerdo al poeta Rafael Vargas degustando unos tragos y parlando memorioso versos de Simic, Withman o Morrison. También Luis Morales en noches de duro cierzo invernal recitaba el universo barriero, estas postales las vivo a media luz, callejones de faroles, calles que vislumbré nocturnas y alargadas, Covarrubias, Vieyra, Cano, Morán, Diez de Bonilla, Parque Lira, Benjamín Franklin.
Pero también de día vive el hombre, ahora la memoria se estaciona en el antiguo, legendario Cine Hipódromo, el hipopótamo le decíamos los chavales de la cuadra. Primero fueron las matinées, esas funciones de cine los domingos a las once de la mañana, películas clásicas de John Wayne, de vaqueros o bandidos de arabia, de guerra y una que otra comedia de Jerry Lewis, después vinieron las del Santo y Blue Demon, es más recuerdo ese programa doble de los Beatles y la adolescencia tacubayense gozando hasta el orgasmo.
Damos paso a la colaboración de uno de los integrantes del COLECTIVO VAYA TACUBAYA, Víctor Polanco se puso las pilas y escribe más sobre este barrio que reclama su historia a todas voces.
LOS CINES DE TACUBAYA
Como no me voy a acordar
Esta vez escarbaremos nuevamente en la historia de Tacubaya. Y como no me voy a acordar de los cines de nuestro barrio.
El Carrusel, el Cartagena después Marilyn Monroe (calenturientos programas dobles), el Jalisco, el Ermita y el Hipódromo, este último es el único que sobrevive al paso de la modernidad reclamando su estado original: ahora ya no se proyectan películas, como el espacio lo dicta se presentan obras de teatro.
El Carrusel o el carrito, así lo conocíamos de niños. Recuerdo que cuando algunos de los cuates nos decía vamos a la matinée del carrito, cuál carrito preguntaba otro… sí a la matinée del Cine Carrusel.
En 1948 se inauguró el Cine Tacubaya, el cual más adelante cambió su nombre por Carrusel, por cierto el primero con una pantalla de 70 Mn. Inmueble que hace dos décadas apago definitivamente las luces para cerrar sus puertas a los cinéfilos de la demarcación.
Como no me voy a acordar del cine Carrusel, abría sus puertas a las matinées, por cierto gratuitas si conseguías el boleto que algún partido político regalaba. Cuantas matinées nos toco vivir, recuerdo perfectamente como en el intermedio, cuando el cácaro aprovechaba para cambiar el carrete de la película, los niños y jóvenes tomábamos el escenario del cine en su parte superior e inferior para convertirlo en Ring improvisado, lo utilizábamos para luchar e imitar al Santo y algunos más de los luchadores que actuaban en la película.
Por cierto nadie salía lastimado, mucho menos enojado, el cine también era un punto de encuentro entre vecinos y cuates de colonias aledañas como la Cove, Observatorio, América, San Miguel Chapultepec, Daniel Garza, etc.
Películas de Capulina, Bruce Lee, el E.T., El Santo y muchas más fueron la delicia de varias décadas, las cuales a estas fechas quedan en el imaginario colectivo. Ahora el inmueble del cine Carrusel 70mm se convirtió en una tienda departamental dando paso a la modernidad del D.F.(burp¡¡¡).
COLECTIVO VAYA TACUBAYA