La Habana (PL) Cada año la industria cinematográfica, la crítica y la prensa especializada hollywoodenses, coinciden en la organización de premios que reconocen lo mejor de un período y también lo peor.
El límite entre lo uno y otro pasa por una delgada línea que se fija sobre los detalles de cada filme de forma arbitraria y, lo que en ocasiones es subrayado de espléndido, aparece también desde la perspectiva contraria.
Entre dinámicas de producción extenuantes y una inflación que ubica los gastos en la estratósfera, el rumbo -más que perderse- se sostiene en una posición obstinada que recurre a la prolongación del éxito hasta el cansancio.
Varios ejemplos confirman lo anterior: en 2014 los cines del mundo proyectaron, entre tantas, una nueva versión de Godzilla, el estreno de Maléfica y la quinta entrega de Las Tortugas Ninjas.
En 2015, se desempolvaba la clásica Cenicienta, y los fanáticos y seguidores de La Guerra de las Galaxias (Star Wars) se deleitaban con el séptimo episodio de la saga. Además, salían la segunda del animado Hotel Transilvania y Spectre, la vigésimo cuarta película de la saga de James Bond. Y, felizmente, veía la luz la última entrega de Los
juegos del Hambre.
En 2016 ya destacan el fiasco de la cinta Leal, de la franquicia Divergente; la premier y el estreno de Batman vs. Superman y el éxito taquillero de Kung Fu Panda 3.
Y esos, son sólo algunos ejemplos de los años más recientes, la lista se extiende en decenas de películas que resultan ser un calco en muchas ocasiones, sólo diferenciables de sus predecesoras por los recursos tecnológicos empleados e incluidos como sinónimos de espectacularidad y como única novedad.
La satisfacción de las necesidades artísticas, el lucimiento de los actores, los deseos de los espectadores, los beneficios comerciales -por supuesto- inundan el mercado de réplicas que raras veces tienen el éxito de la versión original.
Para prolongar esta tendencia, sucede entonces que los espectadores acuden a las salas, quizás motivados por la extraña curiosidad de descubrir algo nuevo en una historia harto conocida, en un tropel que la industria busca perpetuar aunque sea con la misma receta.
Tras un éxito apuntado comenzó a aparecer la oportunidad de una segunda historia que con el tiempo se desdobla en una tercera y cuarta dando paso a kilométricas sagas, muchas de ellas convertidas en franquicias para las cuales se han creado parques temáticos que recrean sus universos.
Es cierto que muchas de esas segundas partes lograron repetir, artística y comercialmente, el éxito de su predecesora. No obstante, las mayores evidencias de una carencia creativa llegarían con nuevas licencias -u ocurrencias- para ir y venir en el tiempo, e incluso alterar la trama.
Aparecieron las secuelas y se desarrollaron las posibilidades del remake, entendido como una nueva versión, cuyo más reciente y mejor ejemplo -quiero decir, el peor- es El secreto de una obsesión, basado en el laureado filme argentino El secreto de sus ojos. Más que una producción innecesaria, resulta un sacrilegio.
Luego las principales apuestas cambiaron por los clásicos como Cenicienta, y los adaptan una y otra vez hasta que se acaban las opciones y se recurre a personajes de otras historias denominadas crossover las cuales pueden derivar en la unión de los protagónicos de Infiltrados en Clase y Hombres de negro, aún por definir su premier. O
en Las crónicas de Blanca Nieves: El cazador y la Reina de Hielo, próxima a su estreno en abril.
Contemporánea a esta tendencia aparecieron las adaptaciones de los comics, que tendrán tantas películas como ediciones aunque no se puede negar el atractivo visual que suponen, sin contar los filmes basados en obras literarias, algunos versionados exitosamente y otros no tanto.
Surge también la precuela, que recrea una trama anterior. Tal es el caso de Prometheus, cuya historia se adelanta a Alien, y que además puede contar la posibilidad de una secuela, o sea: la secuela de la precuela, por enredado que parezca.
Llegarían últimos, los spin-off, basados en el éxito de algún que otro personaje secundario y que terminó en producciones bien anunciadas y no tan exitosas como los Minions, o Buscando a Dory, otro largo animado previsto para junio de este año.
La lista sigue, los espectadores irán hacia las taquillas: para esa gran mayoría todavía resulta más atractivo acudir al intento de mejorar una obra soberbia, que verla otra vez.
Entre tanta hojarasca, de vez cuando se descubren historias que sorprenden, originales así el guión sea adaptado, y devuelven al cine toda la magia de su acervo.
Cine hollywoodense: ¿nada nuevo que mostrar?
Por Alain Planells