América Latina no es la región más pobre, pero sí muy desigual

La Habana (PL) América Latina no es la región más pobre del planeta pero sí la más desigual: en 2015 la tasa de pobreza aumentó a 29,2 por ciento (175 millones de personas) y la de indigencia a 12,4 por ciento (75 millones de personas).
Con esas estadísticas difundidas recientemente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), cabe preguntarse cuales son las dimensiones reales de este gran problema que se torna global.
La gran crisis económica y financiera mundial iniciada en 2008 en Estados Unidos (aún no se ha dado por concluida y muchos vaticinan que se repetirá este mismo año), instauró un aumento de la desigualdad a un ritmo alarmante y planteó un grave riesgo no sólo para el avance económico, sino para librar una batalla eficiente contra la pobreza y lograr estabilidad social.
De acuerdo con un análisis de la BBC, Estados Unidos es hoy más desigual de lo que jamás lo ha sido: el 10 por ciento más rico recibe la mitad de los ingresos de todo el país.
En Reino Unido, ese 10 por ciento se queda con el 40 por ciento de la riqueza, y aclara además que no son Washington y Londres los únicos desiguales, porque a pesar de que desde 1990 miles de millones de personas en el mundo salieron de la pobreza, la desigualdad está en alza también en naciones como China e India.
El economista francés Tomas Piketty (autor de El Capital en el siglo XXI), en una exhaustiva investigación apunta que desde 1700 hasta 2012 la economía mundial creció en promedio 1,6 por ciento anual, mientras que la tasa de retorno del capital fue entre 4-5 por ciento.
Esto significa que la riqueza generada en el mundo fue a parar a unas pocas manos que concentran el capital.
Según la indagación de Piketty, cada vez es mayor la brecha entre los países ricos y los pobres, y  entre los ricos y los pobres dentro de cada nación.
Mientras, en América Latina, en 2014, el 10 por ciento más rico de la población tenía en su poder el 71 por ciento de la riqueza.
A ello se agrega, de acuerdo con cálculos de la Cepal, que de mantenerse esa tendencia en sólo seis años el uno por ciento más rico tendrá más riqueza que el restante 99 por ciento.
Sobre esa línea el director de la organización no gubernamental Oxfam para América Latina y el Caribe, Simon Ticehirst, planteó que entre 2002 y 2015, las fortunas de los multimillonarios de la región crecieron en promedio un 21 por ciento anual, es decir, un aumento seis veces superior al del Producto Interno Bruto de esa área geográfica.
Y advirtió que gran parte de esta riqueza se mantiene exenta del pago de impuestos o en paraísos fiscales, algo que consideró vergonzoso pues continúa el aumento progresivo en la tasa y los bienes que pagan impuesto al valor agregado (IVA), en vez de atacar la evasión fiscal y reducir las exenciones que reciben los que más tienen.
Según Oxfam algunos gobiernos favorecen a las compañías multinacionales en materia de gravámenes por medio de reducciones excesivamente generosas, lo que genera que la carga impositiva para las empresas nacionales equivale al doble de la carga efectiva soportada por las compañías multinacionales.
De ahí el llamado a reequilibrar los tributos directos e indirectos, para que quienes más tienen -ricos y grandes compañías- más paguen, lo cual se traduciría en trasladar la carga de impuestos desde los trabajadores y el consumo, hacia el capital y la riqueza.

SEIS PAÍSES MARCAN LA DESIGUALDAD
En diciembre del pasado año el Banco Mundial (BM) publicó que los primeros cinco países en el ranking de la desigualdad en el mundo son africanos, seguidos por seis latinoamericanos, que son Honduras (6), Colombia (7), Brasil (8), Guatemala (9), Panamá (10) y Chile (14).
Como parte de esa lista de naciones identificadas con ingreso medio-bajo, consideradas por lo general como pobres, por ejemplo Honduras y Guatemala, cuentan  prácticamente con el mismo nivel de desigualdad que otros de ingresos medio-altos como Chile, lo que representa toda una curiosidad.
El economista de la Universidad de Quilmes y de la Asociación de Economía para el Desarrollo de Argentina, Germán Herrera Bartis, señaló que es necesario distinguir entre pobreza y desigualdad en este grupo heterogéneo.
Agregó que la pobreza se vincula con el ingreso medio de una sociedad y la desigualdad con la distribución.
Significó que no existe una relación lineal entre ambos conceptos, de ahí que puede haber países pobres muy desiguales, pero también de ingresos medianos o altos, como Brasil o Estados Unidos, con elevados niveles de diferencia en su distribución.
En el caso de  Honduras, el BM señaló que tiene 64,5 por ciento de la población en la pobreza y 42,6 por ciento en la extrema pobreza, por lo que en términos del coeficiente Gini, la desigualdad es del 53,7.
Herrera Bartis precisó que para entender mejor este coeficiente es necesario tener en cuenta que el país más igualitario, Noruega, tiene un índice de 25,9 y el más desigual, Sudáfrica, un 63,4 por ciento.
La entidad financiera global comparó ingresos, cuando una desigualdad similar se percibe en términos de acceso a la salud o a la educación.   En cuanto al índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (mide ingreso, expectativa de vida y de educación), Honduras pierde siete puntos a la hora de ponderar el impacto de la desigualdad.
Por tanto, los expertos definieron a las seis naciones más desiguales del área, en dependencia del indicador Gini: Honduras con 53,7, Colombia 53,5, Brasil 52,9, Guatemala 52,4, Panamá 51,7 y Chile 50,5.
Este estudio señala que la disparidad es tal que los niños más pobres solo acceden a cuatro años promedio de educación, mientras los más ricos tienen 10 años y más, cifras que se profundizan cuando se compara la desigualdad en zonas rurales y urbanas.
Guatemala, por solo citar un ejemplo de la lista, se trata de otro país con ingreso medio-bajo, noveno a nivel mundial y cuarto en la región.
Este país consiguió una reducción de la pobreza del cinco por ciento a inicios de este siglo, pero en 2011 volvió a subir hasta llegar al 53,7 por ciento, con una situación particularmente difícil en casi la mitad de los municipios rurales, donde ocho de cada 10 personas son pobres.
¿Qué hacer entonces? Lo primero a sugerir es una mayor preocupación e intervención estatal en la solución del asunto, en particular en salud y educación, sobre todo porque esta última, al alcance de todos y con calidad, es la herramienta más eficaz para lograr igualdad.
Completarían los esfuerzos una generación constante de empleos e inversión en áreas productivas tanto del sector privado como estatal, y para completar un Estado que desarrolle políticas públicas dirigidas a garantizar acceso y oportunidades para todos.

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